Nocturno Secreto

lunes, 27 de noviembre de 2023

La paciencia

La paciencia es un rostro vacío;

un corazón que se cura solo;

una obsesión por un reloj;

un silencio inmóvil en el tiempo;

un pensamiento en un laberinto;

una luz que recorre el universo;

un alma que aguarda a ser recordada;

un suelo gélido e inmutable;

una piedra escondida entre piedras;

los ojos firmes de un cadáver;

unos dedos que escriben palabras;

unas teclas que cliquean pulsadas;

una metralleta disparando balas;

una melodía ascendiendo su sonido;

la primera gota de lluvia que desciende;

el recuerdo que chilla en nuestra memoria;

la imagen que se asusta de su presencia;

la nada que se esfuerza por existir

para originar así la existencia;

el dolor en un inacostumbrado llanto;

la alegría en los ojos del amado;

la incógnita cortina que nos cubre al dormir;

el espejo que nos refleja cuando hay oscuridad;

el orgasmo más intenso, creativo y perfecto;

la distancia justa entre dos enamorados;

el olvido que nos protege con su secreto.

 

La paciencia es, extraño deseo, esa calma de la virtud

que aguarda al vicio de la tempestad, 

después de que haya llenado el universo la luz.

martes, 21 de noviembre de 2023

El aire respira un cielo nuevo

El aire respira un cielo nuevo

el oxígeno nutre cada célula

la vida radiante sonríe incierta.

 

Pues he visto una lluvia transparente

en cada uno de esos dos firmamentos.

 

Pues me he abocado a sentir que vuelo.

 

He llorado, reído, soñado en un solo recuerdo.

He cantado con un silencio que inspiraba armonía

y he escrito este poema que peca de felicidad;

de la felicidad sincera y ardiente cual fénix,

de las verdaderas alas que hacen flotar el alma.

 

He visto y la verdad me ha mirado.

 

Te entrego un acertijo escondido que quiero.

martes, 17 de octubre de 2023

Inútil

Estoy harto de ver un rostro que no es ni bello ni feo. 
Harto de imaginar un paraíso que desborda al mismo cielo, 
cansado de anhelar un oasis que cabe en el desierto del infierno. 
Estoy harto de buscar palabras para encontrarme en sueños 
y no alcanzar nunca el significado que otorgue sentido al sufrimiento. 
Cansado de vivir y no haber nacido inteligente, decidido y bueno, 
porque hay crueldad en el mundo y escasa pureza en un sentimiento. 
Porque sólo soy un loco que confunde sabiduría con conocimiento. 
Estoy harto de pagar por errores que mi persona corrigió hace tiempo, 
estoy enfermo en el ánimo y en el recuerdo y nunca fue tan veraz este verso. 
Porque el dolor es un espejo que refleja soledad, incertidumbre y remordimiento, 
un espejo que no muestra imagen en ese impuro cristal del ego.

lunes, 28 de agosto de 2023

Fragilidad escondida en busca de su fortaleza.

Arriba alguien mira hacia abajo pensando en mí;
abajo alguien mira hacia arriba pensando en tí.
(Ayax - Madame Bobary)

Ando un laberinto que caminar a ciegas me obliga, 
abajo o arriba, quién de los dos siente y de verdad mira, 
abajo o arriba yo en medio siguiendo tus ojos hacia la deriva. 
Abajo o arriba mi pulmón respira hielo mi corazón palpita fuego… 
y es que abajo o arriba no hay candela que alumbre mi guía, sin ti mi vida. 

Yo hermano de otro hermano me corto con el espejo de mi pecado. 
No son metáforas son acertijos porque su misterio has olvidado. 

Escribo dibujos que son ánforas, ánforas que son poemas, 
y en fin canto con palabras el amor de nuestras vivencias. 

Yo gemelo de tu alma, tu alma gemela de mi solitaria cama, 
porque guardo lágrimas en la manga, ases que apuestan el ánima. 

Porque guardo una tristeza en cada tristeza que envenena como la esperanza, 
he conocido su propia vergüenza, el alba que no despertará mañana, 
pero seguiré creyendo en esa esperanza que espero… pero nunca acaba, 
porque soy sólo solitario perro que huye de la guadaña en busca de su dama. 

Soy sólo un corazón latiendo sangre del rojo carmín de tus labios, 
soy sólo un poeta que disfraza sus versos con recuerdos trágicos. 
Tú no los desearías, como yo tampoco los querría, aunque andaba buscándolos. 

Perdóname, pues me pierdo en el laberinto de enamorarnos… 
y como he dicho al principio camino ciego, sin ego y lleno de tus besos que arderán luego. 

Hay un manantial de sensaciones y promesas que se entrelazan como emociones sinceras. 

Oraciones que son canciones, expresiones de tu realeza, 
oraciones que son canciones, confesiones de tu belleza.

viernes, 25 de agosto de 2023

Me pregunto

Me pregunto qué estarás pensando 
¿dónde el destino escribe su canto? 
¿cuándo las musas reposan en el parnaso? 

Si continuarán tus ojos sembrando la misma emoción 
que tanto tiempo en mil pausas me ha cortado. 

Busco en el infinito de tu alma 
como quien nada con esperanza en un océano, 
busco tu corazón besando mi mano 
y al dolor desahuciarlo cada mañana, 
como siempre a tu lado. 

Me pregunto si soñarás en la laguna 
que hunde tus recuerdos. 
Si te ahogarás en el llanto 
reflejando como un verano la hermosa luna 
que da brillo de amor a los sentimientos. 

Me pregunto si podré verte 
porque no dudo de que te amo.

domingo, 25 de junio de 2023

Daño

Hay un dolor agudo en mi pecho.

Es como una luz afilada que se clava hondo

y atraviesa mi corazón deshecho.

 

Desnudo ante la verdad que he asesinado,

ante unos ojos que me miran con desprecio

a pesar de que sean del cielo los más bellos.

 

Yazco en el inconsciente de mi averno

nadando olas de caos, espuma y misterio

hasta convertirme en disociados reflejos.

 

Alienado sin sabiduría ni espejo,

sin amor ni belleza que llore dentro.

 

Errático, por una voz que me guía en el desierto.

 

Triste, por una soledad que comparto en el remordimiento.

 

Abatido, porque ambos ganamos perdiéndonos.

 

Victorioso, aun sin conocer qué hay detrás de los ojos

de quien me mira como a un gemelo.


Daño, eso es lo que siento.

viernes, 9 de junio de 2023

Errante esperanza de amistad

¿Y si existieran los dioses sin divinidad? 
Pues ¿no existen crucifijos hechos de materia? 
¿Y si existiera la divinidad sin deidad? 
Pues ¿no existe el amor sin la esperanza? 

Yo creo en el alma que es reflejo de lo real, 
en la verdad, belleza y bondad 
que significa amar a través de un ideal 
más allá de las ideas de bien y mal. 
Corazón que incendia un azul cielo, 
espejo de brillante fuego de cristal. 

Y si existiera Dioniso, yo lloraría su soledad, 
si existiera Atenea, yo querría vivir una odisea, 
si existiera Perséfone, yo amaría plenamente la existencia, 
si existiera Artemisa, yo querría su cariño 
y si de la pícara locura yo fuese amigo, 
siempre agradecería su libertad. 

Yo querría la ciencia de la esencia 
si hubiera caos y armonía sólo. 
Ser la estela luminosa del tiempo, 
la estrella radiante del dios Apolo. 

Pero… 
“Si debo dormir con la cara tapada primero” 
aún soñaría con esos dioses errantes… que sueñan con el cielo.

domingo, 21 de mayo de 2023

Una duda

Si cada noche te dijera: "Estoy enamorado de cada uno de tus fantasmas". ¿Qué evocaría en tu memoria?
No quiero hacerte daño, sólo ser quien una vez fuí o ser alguien mejor, sin ninguna trampa.

martes, 16 de mayo de 2023

Encender para apagar

Algún día el cielo despejará su ignorancia, 
el sol arderá en nuestros corazones 
e iluminará cada partícula del alma. 
Algún día la lluvia cultivará la riqueza 
como lágrimas de radiante felicidad. 
La ilusión de vivir nacerá de la libertad, 
árbol, río o persona participarán de la belleza. 
Algún día verdad, bien y belleza serán una sola idea, 
como espejos de un solo reflejo, 
como emociones que con sed bebo. 
Algún día el mundo será real en cada sueño 
hasta que en el interior la virtud del placer sea el dueño. 

Saldremos de la caverna tras vivenciar la sombra 
y regresaremos con la luz como antorcha. 
 
Algún día el cielo brillará estrellas en la noche 
y la luna dejará de ser cuna de soledad. 
El dolor punzará la tristeza mas no la infelicidad, 
la alegría punzará el éxtasis de una praxis sin derroche 
y el amor sollozará. Sollozará tristeza y éxtasis, será real. 
 
Saldremos de la caverna tras vivenciar la sombra 
y regresaremos con la luz como antorcha 
para apagar de nuestro interior la oscuridad.

lunes, 15 de mayo de 2023

¿Sí o no?



Algún día destruiré el mundo,
porque si no es posible decirlo aquí
¿Qué hago con este rencor de mi pecho?
Los días se suceden como estiercol,
mi corazón se pudre en una emoción atroz.
Algún día destruiré a los que vivan de la muerte de los que quiero,
devoraré sus entrañas, reiré en el fuego.
Pues si debo pagar condena por matar a una mafia,
es que valoran más el crimen que la venganza.
Algún día reiré cicatrices en mi boca...
algún día querré con apasionamiento ver
el febril, corrupto e insignificante mundo arder.

Lo eres

Te miro y veo la pasión de la alegría y el sufrimiento. 
Te recuerdo como una flor extraña que sobrevive al invierno 
y embriaga una primavera en el verano. 
Te busco en cada calle, en cada sueño, en cada metro... 
allá dónde camino deseo caminar a tu encuentro. 
Te pienso en cada noche solitario 
recordando cada instante, saboreando el placer del momento. 
Te veo en los ojos de la belleza 
y sólo trato de reflejarnos en todo lo que admiro y amo. 
Persigo los instantes que se han fugado de mi memoria 
dentro del trastero de mi corazón guiado con el mapa del sentimiento. 

¿Cómo no vas a ser el Ángel que quiero? 

Si sólo sé que tú eres el fundamento de lo que pienso y siento. 

Si estoy enamorado de la vida, porque nos tenemos.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Estallido

Sé que no debería escribir un día como hoy a estas horas de la noche. No sé cómo conciliar el sueño ni estar tranquilo. En medio de este túnel la única luz has sido tú como escapatoria para mi expresión. Son tantos los pensamientos que voy a estallar de nerviosismo. Son tantos los remordimientos por acciones que no tienen cabida en este mundo que no sé cómo recuperar la fe en mí. Tantos los complejos que siento que son por mi culpa. Tantos los errores por mi culpa que no sé como perdonarme. Voy a estallar de nerviosismo sin encontrarme en el camino correcto. Tan sólo hablar, aunque sea tras mucho tiempo, es lo que pido. Tan sólo saber quién soy ahora mismo, si soy normal o mediocre o tan sólo un onírico.

lunes, 8 de mayo de 2023

Te quiero más allá de la distancia

Quisiera decirte que lo siento mucho. No sé por qué confundí las palabras, seguramente estaba con mucha ansiedad y no pensaba antes de hablar, no tengo ni idea. Lo que sí sé con certeza es que significa muchísimo para mí. Me gusta mucho recordarlo, pero me avergüenzo cada vez que pienso en el daño que pude causarte. Recuerdo tus lágrimas y pienso que tienes razón, si no quieres estar conmigo, porque piensas que te mereces a alguien mejor, lo comprendo y creo que tú te mereces lo mejor de verdad. No lo digo por compasión, sino porque es mi deseo que tú seas feliz, mi único anhelo es verte sonreír y verte disfrutar de la vida. Para mí no dejarás de significar todo lo que me importa y por ello no te odiaré porque decidas vivir una vida sin mí. Si deseas amarme, como me dijiste hace poco, pero no se soluciona ese algo que daña tu corazón, tampoco quiero, nunca lo he querido, que seas otra persona diferente de la que deseas ser. Y que mi único anhelo es que disfrutes de la vida. En el caso de que me ames no tendré dudas de ello y ese es el sentimiento y la pasión que recíprocamente quiero compartir contigo. Pienso en tí cada día y sólo sueño con abrazarte y darte cariño. No sé si leerás esto cuando despiertes o cerca del tiempo en que te hayas levantado, si es así, te deseo un feliz día.

viernes, 5 de mayo de 2023

Delírios que no son de mi memoria.

Siento que soy presa de un delírio y me espanta todo el esfuerzo que debo hacer para rechazar esa perniciosa idea. Creía haberlo resuelto hace tiempo y aun así, la verdad del problema se ha anclado en mi cerebro como un círculo vicioso e irracional que violenta por tornarse coherente. Quiere infiltrarse en la realidad y toxificarla como un rflejo, duplicar el mundo innecesariamente y no sé cómo escapar del absurdo de esa disociada idea. Sé qué libros debo leer, imagino posibles soluciones y, aunque me asusta el tiempo que debo invertir, necesito recuperar mi cordura. Lo que me lleva a angustiarme en la más temerosa incertidumbre de quién soy, quién seré. No me atrevo a mover pieza en mi investigación personal porque pienso que no valdría de nada. Siempre que trato de desarrollarme en un determinado campo termino en el delírio y yo deseo correr hacia lo racional. ¿Por qué me enamora lo irreal? quisiera besar lo irracional con la conciencia de la cordura para saborearlo. Aun así, estoy huyendo de un compromiso que me persigue a través de los remordimientos y me chilla que me esfuerce por cambiar las cosas. Soy un negado en cualquier campo que quiera especializarme ¿cómo voy a cambiar las cosas? ¿Cómo empiezo? ¿Por dónde empiezo? ¿Qué paso es seguro y cuál es falso? Si siempre subestimo el problema no creo ser el indicado para nada y eso me limita en todo.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Una esencia, dos naturalezas, una armonía

De qué me sirve el odio si no puedo matar, 
para qué me vale la moral si no me hace feliz. 
Hoy la tierra ha marchitado el edén 
y el sol del cielo jamás brillará en el infierno. 
No brillar jamás donde el sentimiento es verdad, 
donde el placer desborda la vida que desea ser agotada. 
¡Ese es el crimen de vuestra virtud! 
Un crimen de sabios que sueñan ser dioses, 
pero que no toleran sus caprichos. 
¡Esa es la hipocresía de vuestra paz de conciencia! 
Caminamos hacia una eternidad 
que tan sólo engendra muerte. 
Yo desearía que cada instante 
fuese un dolor recompensado por la verdadera belleza; 
porque de qué me sirve existir 
si no se me permite amar la vida. 

Hoy la soledad sólo es soportable 
si me araña con mis deseos. 

El mañana sólo será radiante 
si el sol quema la noche con la luna, 
si la luna pincela el amor con el fuego.

martes, 2 de mayo de 2023

Por expresar algo

En una película al protagonista, no por ello personaje querido, le acusan de que existen ciertas casualidades que obligan sospechar en su contra; le dicen el número de las casualidades queriendo indicar que son demasiadas; a lo que el protagonista pregunta pícaramente que cuántas casualidades son necesarias para que sean bastantes. El protagonista se salva.
Existe otra película en la que dos protagonistas, esta vez sí que queridos por el público, se encuentran dialogando en una cafetería de madrugada, para resolver el rompecabezas de coincidencias que empujan a sospechar de una persona como el culpable de los asesinatos. Tampoco consiguen concluir nada porque no pueden demostrarlo. Pese a ello citan una frase que en mi corazón está grabada como fuego de la forja de Hefesto: "que no lo puedas demostrar no significa que no sea verdad". Y es que son tantas coincidencias que resultaría casi fantástico que no fuese culpable la persona de quien sospechan. El sospechoso se salva.
No vengo a escribir que no nos preocupemos por demostrar nada y que creamos ciegamente en las coincidencias, pues sería una locura y también en muchos casos juzgaríamos erróneamente. Aun así...

Son tantas casualidades... que debo haberme convertido en un loco muy brillante o en un necio sin inteligencia. Porque he intentado demostrarlas y no tengo ni idea de cómo hacerlo. Pero aquí sigo, en mi habitación, pisando la misma realidad que una vez tú y yo caminamos, con todos sus detalles. Y sé que bastaría verte de nuevo para demostrar todas las coincidencias, aunque tú no me dijeras nada.

lunes, 1 de mayo de 2023

El misterio del ángel

 

               I

Enternecido en mi melancolía

jugaba a desprenderme de las palabras,

las mismas que deforman mi alma,

que cristalizan mi corazón en eterna poesía.

 

Y en esa deformación de mi apariencia

el dolor semejaba un sentimiento rasgado de alegría.

 

Busqué en mi interior la esencia

que poblada de enamorada nostalgia

lloraba palabras que de mi estima se desprendían.

Como hilos que enhebran el mediodía

alcancé un cielo tapizado de clarividencia,

mas el brillo del sol ya despuntaba

y la eternidad en el cielo reina sin armonía.

 

De todo esto mi espíritu consentía en divagaciones

por encontrar la entrada del laberinto.

Ya que fragmentado en ensoñaciones

buscaba el libro que había en el centro de ese recinto.

 

La verdad que inspira mi deseo,

el amor por el que soy reo.

 

 

 

               II

¿Cuál fue mi sorpresa al atravesar la entrada?

que hallé un mar que plegaba las olas como temor y rabia.

Estas formaban los muros que retorcían el secreto

y yo cortado, cohibido, callado y vacío me acongojaba.

En ese mar de vértigo que semejaba océano

luché por no ser esclavo y no quedarme quieto.

 

Nadé desorientado, sin brújula, ni mapa

sólo con el rumor de la espumosa agua.

Y lloré ese largo, profundo y ancho océano de mi lamento

que me inspiraba aquel temible mar inquieto.

 

El tiempo cayó sobre mi mente,

las agujas de su reloj inexorable

se clavaron en mi cuerpo cansado,

y me ahogué dentro del mar sin ánimo.

 

Allí residí estancado… no diré cuántos años…

 

Fueron tan largos que las flores de su fondo se marchitaron

y el embravecido mar se había secado.

No quedaba más flora que la de mi corazón apenado.

Sólo mi soledad daba sentido a mi llanto.

 

Caminé por el desierto sendero de arena,

esta vez con mayor desesperanza,

porque no encontraba camino en mi andanza,

sólo desgastada y errada senda.

 

 

 

               III

El tormento de una desquiciada sed

se angostó en mi garganta

que sólo probaba amarga hiel.

 

De pronto un río de intensos destellos

dibujaron la estela que debían seguir mis pasos.

Y como rayo que incendia un árbol

alcancé una fuente de frescos incendios.

 

Allí se apareció un ángel con forma femenina y con alas

teñidas de plumas negras y blancas.

Vestida con colores como fuego

y con ojos de sentimientos indescifrables y bellos.

 

Aquel ángel que calmaba mi sed sólo con la mirada

me ofreció leer del libro de mi alma

si conseguía descifrar sus ojos como cielos.

 

Tan apasionados y sorprendidos fulguraban

que temía resolver el acertijo de su mirada,

pues casi prefería sus destellos a mis secretos.

 

El ángel me hechizaba con su sonrisa

mientras me perdía en el delirio de perderme.

 

Tan enamorado me enajenaba.

 

Yo conocía el secreto de sus preciadas alas,

anhelaba a la vez que temía la gama de su vestido,

Su pelo largo me embriagaba sin asilo,

todo ello vibraba en el diamante de sus pupilas,

pero de aquellos dos tesoros

¿cómo descifrar sus brillantes sentidos?

 

 

 

               IV

Caí de rodillas asustado y casi rendido

porque comprendí el misterio de sus ojos.

¿Cómo confesar lo que representaban?

 

Parecían dos amaneceres que llenaban de placer el corazón,

mas no creía en sus etéreas nubes o profundos abismos,

porque sólo creía en la vida como una desgastada ilusión,

como una fe que merece ser desmentida de la razón.

 

Por ello no me atrevía a descifrarlos,

sino a silenciarlos, negarlos, callarlos en mi interior.

Por ello permanecía arrodillado,

sólo así reprimía que significaban...

 

Él ángel aguardaba mi respuesta.

 

“Amor es el secreto que esconden tus ojos”,

dije tratando de ganar entereza.

“Lo sé porque no tengo miedo de mirarte

y de descifrar tu belleza,

pues que sean amor es lo que veo,

y lo consigo porque lo deseo con mi corazón.”

domingo, 30 de abril de 2023

Una disculpa

Te llamaría mi heroína, por tu increible determinación y valentía, pero creo que en realidad te debo una gran disculpa; no por no estar de acuerdo con lo primero, a pesar de haber estado toda una noche reflexionando frente a mis prejuicios, sino por algo que te dije en 2020 y que sé que no tiene perdón. Lo siento.

sábado, 29 de abril de 2023

Un poema desde el corazón.

Escribo este poema desde la distancia 
que siento al no notar mi corazón, 
porque se encuentra junto a tu mirada 
palpitando, llenando mi pecho de calma, 
anhelante de besar tu amor. 

Quisiera besar cada una de tus lágrimas, 
sentir que somos uno y no dos en el dolor. 
Quisiera que tras beber tu tristeza 
sintieras toda la intensidad de la belleza 
que en mi mente y alma llenas. 

Y no sólo soñar con blancas lágrimas de perdón. 

Te extraño y me distancio de mi corazón, 
pues éste se distancia buscando tu envidiable corazón. 

Aunque no consiga escribir más allá del temor 
que supone revelar el misterio de tus demonios, 
soy esclavo desde que te vi de la ilusión 
de confundirlos con ángeles de emoción, 
como se convierten las hojas en flores durante el otoño. 

Flores de nostalgia que me enamoran 
como el verano que destellas en mi interior.

Lo siento


- Lo siento

- ¿Por qué?

- No puedo estar seguro. Tan sólo me he asomado a lo que tu alma dibuja en tus ojos y he creído necesario sentirlo.

- Pero ¿Qué es lo que crees que has visto?

-Ojalá pudiera saberlo con certeza y lo que creo haber visto no creo que sea correcto decirlo, puede que sea cierto que saber es recordar, aun así te digo que no será otra vez, que yo no me iré, nunca he deseado irme y que lo siento muchísimo. Nunca me he arrepentido de haberte conocido y ojalá pudiera estar a tu lado siempre que lo necesites.

jueves, 27 de abril de 2023

Callejón de nostalgias

Quisiera que nos viéramos, como dos desconocidos que se enamoran al cruzarse en la calle. Tus ojos pulidos en llamás del edén y tu sonrisa brillando en mi corazón. Porque no brillo en este infierno que significa sentir y no romperme en el paraíso de tu amor, a tu lado, obsesionado con verte constantemente, mirarte y desesperarme con desvelar quién eres. Cada una de tus pupilas son flechas prácticamente invisibles que destellan emociones.

Pero... la vida es otra cosa. Escribo pausado pero sin conciencia de lo que pretendo decir, tan solo expresando lo que anhelo contarte en cada segundo. Y tras haber confesado mi obsesión una vez más deseo preguntar algo que no tengo ni idea de cómo hacerlo.

No lo preguntaré aquí. 
Ahora tan sólo deseo que nos arañemos; que nos lamemos las uñas en vez de las heridas.
Porque ¿para qué tenemos uñas si no?

sábado, 22 de abril de 2023

No tengo miedo

"Ayer nos mató el tiempo y hoy nos mata la distancia", por lo menos a mí me desangra. 
Te quiero, a pesar de tener miedo a perderte; porque no sé si seré suficiente para ti cuando nos amemos, pero me dan igual todos los obstáculos, todas las posibles horas, días, semanas o meses, qué sé yo si años, de soledad, de pequeños celos y ruinas de mi autoestima, si al final sentimos que estamos hechos el uno para el otro. Me sigue maravillando cómo eres y no tengo miedo a amarte y conocerte. Tan sólo siento que el único problema soy yo, ya que tengo el deseo de reprimirme. Me da miedo ser auténtico, pues no sé si merezco la pena. No pido con este texto que me contestes, sino la oportunidad de contarte lo que ayer y hoy siento; aun así hay una verdad que sí que me pertenece, si recuerdo es porque tú me inspiras todo lo que regresa a mi memoria, en este rincón secreto donde no tengo miedo a ser yo mismo y a imaginar la felicidad.

domingo, 16 de abril de 2023

Perfil de un trasnochador adicto

Con el pelo escarpado, 
con el corazón iluminado, 
con la voluntad distorsionada por un hada, 
con la soledad soñada en el alma, 
con el alma acompañada de felicidad apática, 
con el dolor de no recordar nubes y sí lluvia ácida, 
con el sabor de una extraña e incoherente sequedad, 
con la tristeza dulce de una mirada sin dirección, 
con el vacío de una enajenada liminal estancia, 
con el sopor de una existencia completa, 
con el llanto sin acabar, 
con el fuego de la experiencia, 
con la depresión extasiada, 
con el éxtasis desvirtuado por un delirio que todo lo amarga, 
con ese paraíso que encierra un infierno existencial, 
con la mentira de un poema, 
con la verdad de una angustia, una náusea, 
con el rencor por despertar, 
con el pecho sin soñar, pero sollozando intensidad, 
con la compañía de un aullido que nunca me identificó, 
con la memoria marchita por una depurada flor, 
con la brevedad eterna que excita y la monotonía de irritar, 
con el ser y su insoportable levedad, por una verdad escrita en nuestra novela, 
con la nostalgia de escribir páginas que no perduran, sino que cortan el tiempo. 

Con el amor que todo lo devora, lo enferma y lo habita, 
justifica cada sensación hasta generar droga, 
pero en el deseo no respira porque ahoga, 
en el placer no solloza porque desborda 
y nada más que escribir, bailar, calmar y admirar nos inspira, 
aunque en ningún ideal o perfección culmina, 

aunque no sea más que… una pasión… sin salida, 
que unos labios que besan la herida donde punza el sentir.

sábado, 25 de marzo de 2023

Una carta sincera

No puedo dormir y aunque sea una mala noche para no hacerlo necesito expresar mis dudas. Porque no sé si estoy forzando las cosas por mis poemas o por como expreso mis sentimientos. No tengo claro nada respecto a mi vida, mi futuro o incluso momentos de mi pasado. A veces, ahora en concreto, siento que debería bajar a la realidad y conformarme con esa felicidad ausente de alegría que proporciona paz y tranquilidad. Si es la única forma correcta de felicidad desearía poder aspirar a ella. Lo único es que, ya sea en delirios o en fantasías de mi cabeza, he conocido otro tipo de felicidad que sí estaba acompañado de la alegría. Seguramente esa alegría jamás sería constante, ni tampoco me garantizaría su seguridad, sencillamente proporcionaría la felicidad que me hace perder el miedo a la muerte. Pienso en realizar esa felicidad y siento que haber vivido de esa forma valdría la pena, entonces comprendo que la muerte tras una vida así no es trágica, sino que sería tan solo descanso, la culminación de una vida satisfecha. Porque me aterra vivir y que mi existencia no signifique nada. Otras personas no les importa, solo buscan aprovechar el momento, descubrir experiencias y disfrutar lo máximo que puedan. Yo, claro, también busco eso, pero necesito que esas experiencias trasciendan; aunque no lo haga mi nombre, sí mis actos. No creo estar desvalorizando la vida, simplemente vivo más recluido que el resto; mientras que los demás sienten que sus actos trascienden, yo he desarrollado el deseo de incrementar esa necesidad en mayor medida. 
Pero ocurre que debo ser realista y en lo que respecta a mis delirios de grandeza puedo serlo. Sólo cuando pienso en tí es cuando no consigo conciliarme con mi presente. Me traga el terror, la tristeza y la sensación de que ninguna otra vida merece la pena, que otras personas puede que las ame, mas no me harán conocer lo que he descubierto contigo, lo que cada día con cariño me esfuerzo por recordar perdido en flashbacks, deja vus y fantasías de mi imaginación con las que relleno mis lagunas. En esas imágenes, "recuerdos", nos veo juntos y consigo hacerte reír, no porque yo sea gracioso, sino porque nos queremos. Veo una faceta de mi personalidad que sólo he mostrado en mi intimidad y que contigo es más intensa. Existe la sensación de que debo esforzarme, pero a tu lado siento que es más sencillo. También me enamora recordar tus ojos y ver como los entrecierras, con la expresión de estar reflexionando, para que inemdiatamente te brillen en la mirada al volver a abrirlos. Lo he dicho muchas veces en mis poemas, tienes el rostro más intenso, el más expresivo que he conocido y en tu cara se pueden leer todas las emociones conjugadas con tu atractivo. No creo que exista otra belleza igual, refiriéndome a la totalidad de lo que he descrito.
No nos conocemos lo suficiente, ni siquiera dentro de mis recuerdos, pero es tan sencillo todo en esos recuerdos, hacemos tantas cosas y desde mi cabeza todas igualmente románticas, desde las más vulgares hasta las más comprometidas, incluso dentro de las más lascivas. Había sentido el amor muy intensamente y varias veces, sin embargo, haberte conocido ha hecho que pocos amores hayan quedado grabados a fuego en mi memoria, porque pienso que he alcanzado la cumbre del enamoramiento contigo; un enamoramiento que no me aniquila, pero me enferma, que no me desquicia, pero sí me enloquece, que me extasia de alegría y me cambia. Aun así, siento el deseo de desquiciarme porque no sé como soportar que todo ha sido una ilusión de mi mente.
¿Qué hago? ¿Cómo voy a pasar página si siempre voy a creer que hay una historia detrás de mis recuerdos reprimidos? nunca pasaré página, tan solo viviré con la pena de que se ha marchitado la única flor que podría haber dado color a mi vida, pero fui idiota, mísero y estúpido olvidándolo. No creo que vaya a pasar página, pues está tan marcado en mi memoria la sensación de que algo sucedió que, si es posible que otros hechos que me ocultan sean ciertos, terminaré creyendo que se ha decidido ocultarme la verdad de los recuerdos relacionados contigo. Por eso y porque no quiero forzar nada, si es mejor que no estemos juntos, si yo sería un estorbo, una molestia o si amenaza tu felicidad mis deseos, por favor, házmelo saber, yo me alejaría sin estar en contra. Solo así puedo pasar página.

jueves, 23 de marzo de 2023

Un poema de añoranza

Enzarzado en una promesa, 
que trémula se deshace cada noche en pedazos, 
trato de despertar con alma mi propio corazón. 

Persigo la respuesta que siembra mi desesperanza 
con la duda de no saber si sueñas mi mañana. 
Si fue verdad ese rubor helado que petrificaba nuestros corazones 
en una hoguera de cálidas miradas. 

Si es más cierto que solo eres sombra de un deseo 
y que reo me desgrano como tus lágrimas 
cuando yo soñaba que me añorabas. 

Si eres hechizo de una vivaz llama 
que arde en tu felicidad y en tu tristeza 
y yo bebo la suerte de ser mísero sin tus anhelos, 
porque no hay amor que complete mi alma 
si tú no incendias la pasión que me abrasa en nuevos incendios. 

Porque no hay medida que medie entre sentimientos extremos 
cuando sólo tú eres la medida de cada aliento, de cada recuerdo, 
de cada dolor interno, de todos los voraces fuegos.

La medida sin cordura, de cada dolor interno de todos los voraces fuegos que siento.

domingo, 19 de marzo de 2023

Quiero creer en el destino incógnito e indomable

Quiero creer en el destino incógnito e indomable, 
para dejar de hablar del destino y comenzar a vivir. 

Pienso que el camino es empedrado y cansado, 
que la promesa del mañana es un amanecer que extingue fugaz su belleza, 
pero es el sendero que recorren los príncipes para merecer heredar la tierra. 

Porque cobijado se acurruca un sueño en mi corazón, 
una luz que me muestra un reino de inocencia 
y un valle de esplendorosa riqueza. 
Busco hacer realidad la imagen que despierta mi interior 
como no ha prendido ninguna llama cualquier otra ilusión. 

Creo que he comprendido el nocturno secreto de cada uno de mis poemas; 
el rayo de luz que me quema y al mismo tiempo me alienta; 
la verdad escurridiza que me inflige soledad y cadenas. 
Pues no habría victoria si no despertase sincero mi corazón, 
si cada latido palpitase tan solo por un estallido que vuelve frágil un gran amor. 

Deseo creer en el destino que agita mi interior 
como una promesa de felicidad y redención. 

Anhelo escribir versos de amor en una piel que acaricia una emoción perfecta.

martes, 14 de marzo de 2023

Mi reino por un corazón

 

Yo, que siento, sufro, escribo y luego canto,

vosotros pedirle a Dios que no os cuente la verdad.

(Crema – al límite)

 

Yo no sé si ésta es una historia que merece la pena o si por el contrario es mala. Muchos que lean esta historia no estarán de acuerdo con su trasfondo. Otros, extraños en su condición, extraviados en el camino de la naturaleza, tal vez comprendan su filosofía, aunque nada evitará que se rían de la ingenuidad de las palabras que contiene. Hay una verdad que aliena, pero al mismo tiempo nos vuelve felices en el pecado. Este cuento es un pequeño fragmento de esa misteriosa contradicción.

 

“Padre, me he enamorado.” Habló el niño de siete años una noche en la que los sentimientos no le permitían dormir. Su padre, de ojos inocentes y moreno de cabello, sonrió al escuchar a su hijo. “Padre, ella es la chica más guapa que he conocido. Su sonrisa, su pelo, sus ojos, su voz dulce cuando me habla. Creo que acabo de comprender qué es lo que sentís tú y madre cada vez que os besáis con la mirada.”

El padre oía maravillado cómo su hijo confesaba lo que llenaba su corazón. La madre reía emocionada de que hubieran despertado tales emociones en su preciado cachorro, tal y como llamaba a su hijo. Ambos padres se sentían orgullosos de que la vida hubiera sonreído con la fortuna a su familia y que su hijo, cada día un poco más, siguiera el curso de hacerse mayor.

“Pero hijo ¿no crees que eres demasiado joven para desear a alguien?”

“Cachorrito mío, si el amor es engañoso. Primero se muestra radiante y esplendoroso, pero luego es ácido y amargo cuando no se siente correspondido.”

“Lo sé, padres. Me aterra mucho pensar que no vaya a poder amarla. Pero la miro y no es suficiente, deseo que me quiera como yo a e ella. Cuando la pienso me derrito imaginando que al mismo tiempo me piensa a mí. Lo que dice mi amigo Cayo es mentira. El amor no es un tirano. Porque es ahora cuando me siento libre.”

“Ya sabes, Marco, que en toda la ciudad de Polis las personas piensan que no hay mayor tiranía que la de estar enamorado. Pronto el mundo ya no es bastante y solo es hermoso si se comparte.”

“Pero papá, eso es porque hay un fuerte individualismo. Quién ama de esa manera es alguien que no soporta entregarse a la persona amada. Si deseo compartir el mundo con ella es porque sé que mi solo yo no podría llenar la vida. Menos ahora que la he conocido.”

“Claro cachorro. Me alegra que te esfuerces por recordar las lecciones que te enseñamos. Mas déjame que te diga que la tiranía y el amor son similares y no por ello el amor es menos hermoso. Sino que esconde un poder que no es mesurable y que es comparable a la ambición de un gobernante.”

“¿Significa eso que papá va a contarme otra historia?” Habló con ojos abiertos por el interés.

Lucio y Diana se complacieron felices porque sabían cuánto le gustaba a Marco escuchar las historias que cada noche Lucio le contaba.

“¿Deseas entonces que te cuente una historia, pequeñajo?” Dijo Lucio a su hijo mientras le hacía cosquillas y él se divertía.

“Sí pero que sea de amor, deseo aprender sobre ese tema. No quiero otro cuento de dioses.”

Diana cogió de la mano a Lucio y él se aventuró a narrar el cuento.

 

Marco, esta historia es una que llevo mucho tiempo deseando contarte. Pues hay una verdad en ella que apela al fuego que enciende nuestros corazones. Es un cuento que posee un resquicio de verdad y del que me siento muy feliz cada vez que pienso en tu madre. ¿Te has enamorado? Yo te deseo esta extraña felicidad que se oculta en los corazones de ella y de mí. Hay personas que nos han juzgado porque piensan que nuestro amor es corrupto. No obstante, te prometo que es tan bello como el más angelical. Es lo que sucede cuando dos almas gemelas encuentran una conexión a sus misteriosos deseos. Todo sucedió mucho antes de que tú nacieras. Cuando tu madre y yo no nos habíamos casado y un terrible tirano gobernaba el imperio. Polis estaba sometida a Cesar Aulo y un destello de tragedia brillaba en sus ambiciosos ojos.

Pero comenzaré el relato cuando Aulo todavía era un niño y yo un muchacho que se divertía leyendo a Homero y a Virgilio. Ovidio había sido la fundición de mis fantasías en mi alma. Aunque jamás sentí curiosidad por aprender de Cicerón ni de otros filósofos. Mi sabiduría estaba escrita en la poesía y nunca en mi mente. Era parco en palabras y torpe en mis discursos. Aun así, gozaba del talento para entretener al público con mi oratoria. Pues, aunque no dominaba la fluidez sí hablaba por mí la razón de ser de lo que comunicaba.

“Pero Padre, si tu sabiduría no estaba escrita en tu mente ¿Cómo podías conocer la razón de ser de lo que expresabas?” Por lo que Diana rio y yo una vez más no escapaba de mi asombro.

“Porque mi discurso se limitaba a la poesía que había aprendido. Conocía la esencia de la retórica, los efectos que imprimían en nosotros las pasiones y repetía lo que leía. No obstante, por algún extraño instante de lucidez, mientras hablaba concentrado en lo que decía, me inspiraba alguna musa la verdad de mi tema. Al final lo olvidaba.”

“Es oscuro, pero creo que entiendo lo que dices. También yo alguna vez me he sorprendido a mí mismo hablando con palabras de algún extraño Daimon.”

“Así fue como escribí mi primer libro, aunque nadie lo valoró. No era una historia completamente orgánica y todavía debía pulir mi estilo.”

“No te desvíes del tema, deseo escuchar la historia.” Habló Marco impaciente por divertirse con el relato.

Como te decía yo era un joven loco de sueños y con ilusiones aún por perder. Si era así de sonámbulo, no fue solo porque mi mente no creciese al mismo ritmo que la de los demás. Fue también porque mi padre murió antes de que yo naciera, mi madre falleció el día de mi nacimiento y partiendo de aquellas dos tragedias un oráculo vaticinó que yo quemaría la ciudad de Polis. Por ello fui marginado, temido y odiado. De suerte que tan solo el consuelo de la literatura obraba paz y esperanza a mi alma. Me pusieron como nombre Lucio. En señal de una extraña religión que deslumbraría al mundo y del ángel de aquel dogma que lo haría arder.

Solo un filósofo que no creía en el fatalismo, pero si en la importancia del destino de cada uno me acogió en su academia. Se llamaba Publio, imagino que porque los dioses le concedieron el amor incondicional a su pueblo. Debo decir que él nunca me trató como un hijo, ni yo puedo decir que fuese un padre. Porque su mayor deseo era que aprendiera a afrontar la crudeza de la realidad y a fortalecerme a pesar de mi vacío. Se preocupaba por que sus alumnos fuesen nobles ciudadanos. De modo que sí fue un gran maestro. Aunque su aparente indiferencia fue difícil de aceptar. Yo deseaba ser quién destacase y él me recriminaba atisbando en mí los defectos de un tirano. En ocasiones sí me observaba con el temor de que fuese a incendiar la ciudad. Pero por lo general para él no era diferente de los demás alumnos; pues si dos son similares a un tercero, todos son similares entre sí.

Me enamoré varias veces en mi juventud. Mi primer amor fue un juego infantil en el que ella y yo descubrimos la ingenuidad del enamoramiento y también lo que significa la cobardía. Las otras veces el fuego fue intenso, pero entraba dentro de los límites de la razón. Fue al cumplir los dieciséis cuando tu madre y yo nos conocimos. Nos entregamos a una pasión en la que verdaderamente descubrí lo que significaba amar. Nos contemplábamos como dos reos que desean perder el juicio si son separados. Ella me confesó que me amaba desde hacía tiempo, nunca creyó en la profecía del oráculo, aun así, creo que habría incendiado Polis conmigo si hubiese sido necesario. No fue muy diferente su forma de declararse.

“Pero esa clase de amor es contraria al amor que deseáis para mí. ¿De verdad eras así madre?”

“No habría quemado Polis, hijo. Lo que quiere expresar tu padre es que el amor puede conducir a la locura. El amor debe ser bello, pero no garantiza el mundo que nuestras emociones siempre lo sean.”

“Entonces es como mi amor por ella. Me hace sangrar si no la veo, aunque no me imagino corrompiéndome. ¿Qué es entonces la cordura?”

“Escucha la historia de tu padre, cachorrito.”

Yo terminé perdiendo el sentido común porque la familia de Diana deseaba alejarla de mí. Publio no aprobaba nuestro amor porque me reconocía peligroso. “Confundes los sentimientos con las palabras.” Me repetían todos. Ella terminó alejándose por una razón que no conseguía comprender y yo terminé odiando Polis. Me desterré y decidí vagar buscando mi propio camino. En mi corazón se encontraban las enseñanzas de Publio, las cuales ayudaban a mitigar el dolor por Diana. Pero no comprendía por qué el bien debía ser desinteresado, como tampoco que cada individuo tuviera una razón de ser. Me embarqué en un viaje abandonando a mi maestro, para poder reconciliarme con sus enseñanzas. Solo un último extraño suceso; Arco, un compañero de la academia; aquel a quién yo envidiaba y también temía; pues era el más inteligente de los que conocía, el más sabio y también el más orgulloso; aquel que siempre me miraba con ojos despectivos, me miró con ojos de reconocimiento el día que supo que buscaría mi sino en la vida. Extrañamente fue quién se despidió de mí. Muchas veces he intentado entender si aquella expresión era ilusión mía o si aprobó el cambio que veía había nacido en mi interior. Ambos compartíamos una ambición y aunque seguíamos sentidos diferentes, por una vez me juzgó similar a un hombre honrado. Me alejé de Polis y de Diana, me acercaba a mi destino y la paciencia guiaba mis pisadas.

Pasaron diez años cuando regresé a Polis, que para mí fueron una eternidad. La ciudad estaba más marchita y gris. La pobreza resaltaba en las calles. Su miseria se concentraba en los paupérrimos sentimientos de sus ciudadanos. Los comercios cerraban y de vez en cuando se veía el cadáver de un perro tirado en el suelo. Los centinelas que custodiaban la entrada parecían perdidos, distraídos sus ojos en las fútiles llamas que crepitaban como una emoción solitaria en medio del frío. Recuerdo a una mujer rezar en mitad de la calle como añorando un cariño que ahora solo le devoraba las entrañas. El mundo había sido profundo y esplendoroso lejos de aquella ciudad, pero allí reinaba con altos estandartes la miseria.

Primero caminé en busca de Publio, pero cuando llegué a la academia tan solo el vacío de sus enseñanzas meditaba en aquel silencio. Completamente en ruinas y con la desgracia de oler la ceniza de cadáveres. Rápido sentí terror. A mis ojos se asomaban minúsculas gotas que tímidas les dolía abrirse al exterior. Un nudo enfermizo apretaba mi corazón. Caí de rodillas sin conseguir despertar de la pesadilla que no cesaba de afectarme desde que había vuelto a Polis. Salí de la academia y me acerqué a un vagabundo.

“¿Qué es lo que ha sucedido?”

Pero aquel hombre rumiaba un corazón destrozado y no conseguía entender sus palabras. Las lágrimas me escocían en mis ojos sin asomarse a la belleza de llorar. Rápido un terror vertiginoso se apoderó de mi ser. Recordaba el lugar de la casa y corrí esforzándome por huir de la desesperación que acariciaba mi ansiedad. En aquel hogar una luz más cálida que cualquier consuelo brillaba desde la ventana. Llamé a la puerta. La oscuridad de la noche desprendía frío y una pavorosa soledad. Me abrió una mujer que en el pasado había lucido alegría en su mirada y que ahora vestía la expresión de una docilidad amarga.

“¿Por qué has vuelto?” Me acusó la madre de Diana con su pregunta. “¿No ves el cambio? ¿No está lo bastante destruida esta ciudad? ¿Quieres que también se reduzca a cenizas?”

“¿Dónde está Diana?” Pregunté asustado. “¿Qué es lo que ha ocurrido?”

Ella me reveló la verdad a cerca de Aulo. Del rumor de que había asesinado a su familia para poder heredar el imperio y de sus medidas que oprimían a los ciudadanos. La madre de Diana estaba alterada, pero sentados los dos me contó cómo la guardia había atacado la academia tras sus revoluciones en las calles. Se rumoreaba que Aulo estaba gastando el oro del estado y arrebatándoselo a los comerciantes. Quienes conseguían verle los ojos atisbaban una sombra de odio en su semblante. Después me confesó que Diana había sido secuestrada por los soldados y llevada al palacio.

“¿Por qué?”

Diana había liderado las rebeliones contra Aulo, pero lo que su madre sospechaba era que se trataba de otro motivo. No había noticias de su muerte, no se encontraba en prisión y mucha gente comentaba que, antes de que Diana fuese secuestrada, una negra respiración abrumaba a Aulo cada vez que se cruzaba con ella. Entonces la madre de Diana lloró. Observé el dolor torturándome con la verdad de mi alrededor y las tímidas lágrimas resbalaron suaves por mis mejillas. Cerré los ojos mientras una agonía me apuñalaba el pecho. Con tan solo dos gotas fue la primera vez que de verdad bebí el amargo sabor de la tristeza.

Aquella noche la madre de Diana me permitió dormir en el cuarto de su hija. Extraños recuerdos me mortificaron y mi sueño se tornó áspero. En mitad de la noche desperté y una idea se definió en mi mente. Miraba la ciudad desde la ventana. Comprendía que el mundo no era justo, pero despreciaba las razones del sufrimiento que había desolado a aquellas personas. No conseguí descansar más. A la mañana siguiente me despedí de la madre de Diana.

“Voy a ir a palacio. Creo que tengo un plan para traer de vuelta a Diana.”

La madre no quiso escuchar mis palabras y descorazonada lo único que me pidió fue que abandonara la ciudad. No quería que también su hogar quedase reducido a cenizas.

 

 

Despotismo

 

“He venido para hablar con Cesar Aulo.”

“Y ¿Quién eres tú para que el emperador desee perder el tiempo hablando contigo?”

“Soy Lucio, hijo de Aurelio y de Gabriela.” Detecté el temor en el soldado cuando me reconoció. No se atrevía a hablar, pero siguió firme en su obligación.

“Nadie puede entrar a molestar al emperador.” Hablaba tartamudeando. No parecía convencido de sus propias palabras. “Solo puedo dejarle un mensaje. Si lo desea puede esperar mientras le informo.” Parecía temerme más a mí que a su propio tirano. Le dejé el mensaje. El sol brillaba en el cielo, un cielo que auguraba el fuego de un infierno; solo que yo todavía no lo sabía. Pasados unos momentos se abrieron las puertas. Entré vigilado por dos guardias. Dentro del palacio el mármol del suelo, las columnas, todo era de una elegante exquisitez. Mosaicos que representaban escenas de la mitología adornaban las paredes. El blanco de la serenidad plañía en cada estancia. Caminé hasta llegar a un pasillo donde se veía una estatua que representaba al dios de los emperadores. Allí me encontré con Aulo. Él estaba sentado frente a una mesa y firmaba documentos. Era irónico verle escribir postrado frente a sus propias leyes. No me inspiraba ningún respeto, ni tan siquiera el sentimiento de la compasión. Pero su presencia imponía. Ataviado con sus ropajes de emperador y su corona de laurel semejaba Apolo. Sus labios finos y delicados, sus pómulos afilados y su expresión afeminada por unos ojos que penetraban en el corazón dibujaban el rostro de Adonis. Me miró con la seriedad de un gobernante que estudia la estrategia antes de convencer. Se levantó y dio unos pasos por la sala. Se movía con la elegancia que había aprendido de su noble familia, con la exquisitez de un hombre calmado y el porte de la aristocracia. Retornó su mirada a mí y esbozó una suave sonrisa.

“No sabía si volverías algún día. Te he echado de menos.” Me hablaba como si hubiéramos sido amigos. Atendía a sus ojos y estos me respondían con empatía. Su tímida sonrisa me obligaba a desconfiar mientras que su mirada me invitaba a creer en él.

“He vuelto porque ya no tenía sentido alejarme de mi hogar. No esperaba que este estuviese destruido.” Hablé acusándole de las desgracias que había contemplado. Su mirada permanecía impasible. Tan solo asintió con la cabeza y se desplazó como un león que pasea en la sabana, igual de tranquilo y poderoso. Se sentía cómodo en su palacio y no mostraba la menor inseguridad.

“Entonces has vuelto porque ya encontraste las respuestas de tu querido maestro.”

“He encontrado respuestas, pero no son las que defendía Publio.”

Aulo sonrió complacido.

“Brillante, al final sí te has decidido a seguir tu propio camino. Pensaba que siempre serías el perro faldero de la filosofía.”

“No he venido a discutir sobre lo que he aprendido.”

“Oh, has venido a rescatar a Diana imagino.” Durante un instante sus ojos se quebraron en una mirada que dirigió a un lado de la estancia. No mostraban felicidad sino un odio que se esforzaba por reprimir. No sabía explicar a qué estaba dirigido ese sentimiento, aunque comprendía esa obsesión que le abstraía. Recuperó la compostura y siguió hablando. “Resulta que no voy a permitir que Diana sea liberada.” Cerró los ojos en un intento de contener su rabia.

“Sé que no la liberarás. No has cambiado Aulo. Sigue torturándote la profecía que me acompaña. Por eso me has permitido entrar ¿no es así?”

“¿Cómo no iba a envidiar a aquél que temen hasta mis propios súbditos? Polis siempre ha estado más sometida por ti que por mí.”

“Yo todavía no he quemado la ciudad, tú en cambio la has arrasado con la miseria.”

“Y aun así te siguen temiendo más que a mí. ¿Cómo iba a negarle la entrada a aquél que no se atreven a negar nada? Me inspiras curiosidad Lucio, ese el motivo por el que estás en esta sala.”

“He venido a hacer un trato.”

“Oh, que locuaz.”

“Quédate con Diana, si yo no cumplo lo que voy a prometerte.”

“¿Y qué vas a prometerme? Tengo todo cuanto quisiera. Tú no puedes regalarme el amor de ella. ¿Me regalarías tu miseria? Quédatela.”

“Te ofrezco la posibilidad de ser un tirano amado por todos. De que ningunas de tus crueldades se vean impedidas y que el pueblo se confunda queriéndote.”

Aulo se sorprendió. Me escrutó con la mirada y después rio.

“Y a cambio esperas que libere a Diana. Sabes que si lo consigues lo primero que haré será acostarme con ella y luego asesinaros a ambos ¿verdad? Si voy a ser amado igualmente ¿por qué no hacerlo?”

Esta vez era yo quién sonreía.

“Cuento con ello.”

“Está bien Lucio, te dejaré hacer. Sólo por la curiosidad que tengo de comprender tu plan. ¿Cuánto calculas que durará este proceso?”

“Tan solo lo que dure este día. Mañana serás coronado dios.”

Se me había despojado de cualquier arma. La guardia custodiaba constantemente a Aulo y habían recibido orden de asesinarme si intentaba matarle. Imagino que nada les traería más consuelo que atravesarme con sus espadas. Desde que nací había convivido con el miedo de ser atacado, por el terror que inspiraba mi sombra sobre los demás. Estábamos en una sala plagada de comodidades. Poetas con su lira cantaban los poemas de las distintas hazañas que había presenciado Polis. La música llenaba de una incógnita alegría nuestros corazones. El mío nervioso por poder ver acometido mi plan; el de Aulo tal vez por esa melancolía que embriaga a los solitarios.

“De modo que a lo largo de este día me convertirás en amado cónsul. Jamás había oído plan tan mal estudiado. Debo admitir que me divierte. Ten esto presente. Si en algún rato soy víctima del tedio me afanaré por cumplir un terrible castigo sobre Diana.”

Yo seguía sonriendo con los ojos mientras mi corazón latía en un cuerpo mudo de pulso.

“Aulo ¿Qué voy a decirte? Te comprendo y te envidio.”

“¿Piensas adularme para ganarte mi afecto?”

“Pienso que el terror y el crimen son consustanciales al poder. Es ridículo pretender ejercerlo con la inocencia.”

“¿Qué te hace pensar eso, si puede saberse?” Preguntaba con cierto aire de indiferencia.

“Es muy sencillo, nunca un líder podrá verse como un igual a sus ciudadanos, del mismo modo que estos jamás podrán ver a su líder con los mismos ojos con que miran a sus semejantes.”

“¿Estás diciendo que un gobernante tiene derecho a verse por encima de sus súbditos?”

“¿Y por qué no? No te diferencias de tu pueblo por tu sangre o tu mente. En tus ensoñaciones florecen los mismos anhelos que en el más desafortunado ser de la tierra. Claramente es porque ocupas un alto lugar por lo que estás por encima de los demás.”

“No todos los tiranos han gobernado con tanto despotismo como creo es necesario hacerlo. Esos jamás han concebido las mismas ideas que yo.”

“Gran parte de las limitaciones de una persona provienen del lugar que ocupan en el mundo. Tú has comprendido tu lugar, el de los privilegiados. Los demás todavía soñaban estar junto al pueblo. Ese fue el error de ellos. Sin embargo, no existe individuo que no pierda la noción de la realidad desde el punto de vista más elevado. Como dios, piensa en la perspectiva más sublime, la más elevada, la más lejana del resto del mundo para poder contemplar todo el orbe, enseguida comprobarás que el universo se convierte en un minúsculo punto. Es necesario contemplar a los demás seres, desde esa perspectiva, para ejercer el poder sobre ellos. Nunca un individuo podrá desplazar el globo entero, siempre un bebé será capaz de jugar con una canica.”

“¿Eres consciente que desde esa perspectiva tú y tu queridísima Diana y todos los que has conocido salvo yo, no sois más que seres insignificantes?”

“Soy consciente de que no podrás desplazar el globo, Aulo; que el secreto de tu poder, de tus ínfulas de dios, proviene de la creencia compartida por tus súbditos de que nosotros somos insignificantes.”

“Déjame recordar por qué nunca lograbas el reconocimiento de Publio ¿Tal vez porque tú siempre has destruido cualquier acto importante de esta vida? Tienes razón… adivino lo que vas a decir, que yo soy igual de insignificante que todos vosotros. Me atrevería a aventurar incluso que piensas que soy el más débil. Pero seres más débiles que yo han quemado ciudades enteras, han hundido en hambrunas poblaciones, así como han salvado vidas, ofrecido riquezas, coronado esfuerzos en los demás.”

“¿Y no crees que en todas las guerras los méritos eran de sus ejércitos, en todas las hambrunas sus manos eran lo demasiado pequeñas para todos los bienes que arrebataban, que ya eran glorificados sus súbditos, por sus hazañas, antes de ser premiados por sus tiranos?”

“¿Y por qué crees entonces que como ovejas de un rebaño siguen al perro que los ladra?” Sentenció Aulo con el orgullo desmedido de su arrogancia.

“Yo sé la respuesta, lo que desconozco es si tú eres consciente de la causa que te da ese poder.”

“Tú mismo lo has dicho antes Lucio. El poder no puede ejercerse nada más que desde la abstracción. Sucede que no podemos renunciar a ese poder porque si no, no habría disciplina, no habría orden. Piensa en todos los logros que han conseguido los imperios antiguos y lo fácil que ha sido derrotar a las poblaciones más bárbaras. Pero para ello hay que reducir el mundo a una abstracción de la que solo el gobernante es el que tiene el derecho verdaderamente legítimo. Todos vuestros demás derechos, que habéis conseguido, han sido concedidos con el permiso de todos los tiranos a los que despreciáis. Nuestra moral está disociada. Por un lado, vosotros debéis ser dóciles, serviles con el prójimo, porque de lo contrario os destruiríais. Así que confiáis en una idea de bien que da sentido al lugar que ocupáis en la sociedad; mientras que luego estamos los gobernantes, quienes como tú has dicho, no tenemos más remedio que contemplar la sociedad desde lo abstracto. Esa lógica obliga a subsumir la moral a un estadio superior que el del siervo y si queremos gobernar con lógica debemos ser consecuentes con esa idea. No somos nosotros, sino el pueblo quien entiende que es insignificante, porque no puede verse así mismo nada más que como una idea.”

“He visto revoluciones levantarse por ideas más grandes que las de una sola sociedad.”

“Sigues siendo el mismo, aún adoras los sofismas. Me sorprende mucho que hayas llegado a algún punto en tu viaje. Ahora entiendo por qué has regresado. Necesitabas simplemente dar una vuelta.”

“No tengo intención de perderme en sofismas. Solo quería conocer tu punto de vista.”

“¿Y qué has sacado en claro? Todavía no veo el modo en que puede esto convertirme en un tirano muy querido. Recuerda que la vida de Diana pende de tu hilo.”

Yo dejé de sonreír. Miré a un punto de la sala. La música de los poetas llenaba los huecos de nuestros pensamientos. Aulo bebía vino moderadamente. No semejaba un tirano entregado a sus pasiones, esclavo de sus sentidos. En la belleza de su mirada, se filtraba una tristeza que buscaba capturar una ilusión. Pudiera ser que haber sido alumno de Publio le hubiera permitido comprender el sentido oculto de cada idea. Si poseía el porte de la aristocracia, también escondía la falsedad de las hienas. Comió unas uvas y me concedió este largo silencio de reflexión. Aulo se veía cortado por la ansiedad. Juraría que reflexionaba acerca de nuestra conversación. Pidió a los músicos que se marcharan y solo quedamos nosotros dos y los guardias que le protegían.

 

 

Manía

 

“Ven conmigo, Lucio. Creo que nuestra fingida amistad puede ser fructífera en este día. Por ello juguemos a ser amigos y, para que tú puedas ser partícipe de este juego, acompáñame. Quiero mostrarte algo.”

Los guardias nos siguieron y le acompañé bajando unas escaleras que comunicaban con las mazmorras. El lugar era oscuro y frío. Se respiraba la opresión de sus celdas. Imaginaba que allí era donde se encontraba encerrada Diana. La ansiedad me habría traicionado de no ser porque Aulo estaba demasiado abstraído en sus ideas. Del fondo de un pasillo se escuchaba el lamento de una persona. Sus gemidos sonaban agónicos, aunque de vez en cuando se escapa una risa que chirriaba como la locura.

“¿Por qué me has traído aquí?”

“Quería que exploraras este lugar subterráneo. Aquí dentro se puede conocer bastante del alma humana. Adivino que a los dos nos interesa. Paséate por este infierno, quizás así puedas comprender mejor qué clase de persona soy. Imagino que sabes a quién te encontrarás en alguna de estas celdas. Pero te lo ruego, explora todas las que te llamen la atención.”

Una especie de asco me invadió al comprender que Aulo hablaba de la gente de aquí como su colección privada. La único que creía que iba a entender era la mente enferma de un tirano que deseaba verse a sí mismo como un ser especial. No creía que pudiera haber nada que fuese de mi agrado encerrado en aquellas gélidas celdas. Pero quería ver a Diana y era necesario que obedeciera a Aulo. Suponía que él mantendría extrañas conversaciones con aquellos presos y, como había expresado, conocerlos podía ser una forma de conocerle a él. Me acerqué a la celda donde se oían los grotescos lamentos; me encontré con un hombre desnudo que escribía con la débil luz de una vela sobre un gran pergamino.

“Te reconozco…” Hablé sorprendido al ver a aquel vejado escritor; preso de los delirios más insólitos y retorcidos que hubiera imaginado mente alguna.

Aquel hombre sonrió con una mueca de desagrado. Su cuerpo tiritaba, pero se esforzaba por desoír el frío que sentía.

“Yo también te reconozco. Tú eres aquel de quién tan irritante vaticinio pesa sobre el destino de Polis.”

“Adivino en qué sentido piensas que es irritante.”

“Entonces no me conoces solo por mi fama, sino que has leído mi obra.”

“Parte de ella.”

“¿Pero la has leído como un filósofo o como un estúpido que juzga lo que no comprende?”

“La he leído atendiendo a tu filosofía y también la juzgo como quién no la comprende.”

“Pareces hábil en el juego de las palabras chico. No obstante, no me creo que si la has leído con filosofía la juzgues sin entenderla. ¿Crees que yo no leo literatura y que los demás libros que he leído no soy capaz de entenderlos? Aunque me parezcan debilidades simplonas de quienes no aceptan el crimen como única felicidad, también comprendo a los que no son como yo.”

“Entiendo que estás enfermo. Que no puedes ver el mundo como lo vemos los demás.”

“Es curioso que aquel que acabará quemando la ciudad me juzgue por apreciar el crimen. ¿Por qué me has leído entonces? Déjame adivinar ¿eres otro que piensa que nada humano es ajeno al ser humano?”

“Si pensase así ¿no crees que desearía liberarte de tu prisión? Sería hipócrita negar tu condición en la vida.”

“Oh, entiendo. Tú crees que la cárcel es una forma de proteger al ser humano, una prueba de que no todo lo humano os es propio; pero mientras crees eso las cárceles se siguen llenando. ¿Qué te hace diferente del resto de personas? Un día, cuando juegues con el fuego, podrías terminar en una celda helada.”

“Te he leído, no porque crea que nada humano me sea ajeno, sino porque al ser humano no puede comprendérsele sin conocer sus diferencias.”

“Yo pretendo destruir a ese animal que se dice sano y desprecia a su semejante escusándose en las diferencias. Tú pretendes caer en la hipocresía de que somos diferentes, aunque debamos compartir una misma moral. Cuando la única moral que puede unirnos es la del desprecio, el placer por el placer, la misma excitación que nos conduce al crimen beneficiándonos.”

“No, yo defiendo que hay cualidades entre los humanos que compartimos y otras que nos diferencian; he creído necesario remarcar que entre nosotros dos es más importante lo que nos diferencia.”

“Y ¿qué hay de la moral? ¿Esperas que encuentre un hilo conductor en esa red con cortes? Yo te diré la verdadera moral. Si seguimos la virtud, el sacrificio por mor de un bien será necesario, si seguimos el crimen todos buscaremos nuestro propio beneficio y estaremos más cerca de la felicidad. Esa es una verdad que todos compartimos.”

“No es correcto, porque es básico que si todos fuésemos virtuosos la felicidad prosperaría.”

“Cierto, la felicidad más pueril, ridícula e irrisoria que pueda sentir uno. La naturaleza no nos ha entregado los dones del placer para no aprovecharlo; ésta nos grita pidiendo perdernos en el mayor goce. Si todos fuésemos virtuosos no habría excitación, solo delirio por el deseo de delirar. ¿Y si se te concediese dos posibilidades? la de cometer todos los crímenes que pueda ocurrírsele al más poderoso de la tierra y nunca ser condenado; o la alternativa que implicase ser justo y padecer todos los males del mundo. No habría nadie que no corriera hacia el placer; nadie que corriese hacia el bien. De lo que se infiere que el crimen es más provechoso que la virtud. Siempre será más bello el vicio, más real e intenso, más apetecible que una alegría meramente intelectual.”

“Solo en un mundo infernal es provechosa esa disyuntiva y no valdría la pena vivir en un mundo que se asemejase al infierno.”

“Hipócrita, por decirme que preferirías la virtud. Veo que es cierto que dominas las palabras, lo que no estoy seguro es si sucede lo mismo con tu corazón. Aunque estés convencido de que es así como actuarías, permíteme un añadido. ¿Y si fuese la misma disyuntiva? pero en vez de cometer todos los crímenes tú solo, compartieras la tiranía con la persona que más amas; en ese caso el mundo no sería un infierno, sino que reinarías en un…

“En un paraíso…” Exclamé sobrecogido por la idea. No estaba seguro de hasta qué punto el mundo me importaba por el bien del que este dependía o porque en él habitaba una musa que me había elegido.

“Me parece que al final será verdad que incendiarás Polis, Lucio.”

La luz de la vela se apagó. La voz de aquel hombre se difuminó en las sombras. Yo bajé a las celdas inferiores acompañado por las llamas de las antorchas. Me topé con una celda donde reconocía a otro escritor. Esta vez se trataba de alguien a quien estimaba desde mi adolescencia. Había leído parte de su obra con celo y admiración. Se me partía el corazón viéndole tan acongojado, hundido en la miseria con la sola luz de su imaginación, sin mayor riqueza que ásperas palabras que prorrumpía en las tinieblas. Me vio acercarme y se quedó quieto con los ojos bañados en lágrimas.

“¿Quién eres? Pareces joven…”

“Soy Lucio. Siento lo que te ha pasado. ¿Por qué estás aquí?”

“¿Eres amigo de Aulo?”

“No.”

“Dices no ser amigo de Aulo, pero ya ves que tú estás libre y yo me veo encarcelado.”

“No te lo mereces.”

“¿Y qué vas a hacer a cambio? No sé porque estoy preso. Un día tras terminar la función de una de mis obras la guardia de Aulo me arrestó y desde entonces me encuentro melancólico en medio de este frío que desnuda la oscuridad.”

Yo le escuchaba aturdido. Veía sadismo en el placer de encarcelar a las personas. ¿Era posible que Aulo encontrara diversión en conversar con la miseria que él mismo causaba? Debía de ser alguien que sólo se deleita con el sufrimiento infligido. Su corona de laurel jamás conmemoraría al esquivo amor de Apolo.

“¿Por qué has venido a verme?”

“No puedo hablarte de mi propósito. Lo siento, solo puedo asegurarte que no es el mal lo que me mueve.”

“No es el mal… Mucho me temo que no sabes que el bien y el mal solo son ficciones de nuestra mente.”

“Así es como habla uno de tus personajes.”

“Por tanto, mientras tú dices no cumplir con el mal, sigo aquí encerrado viendo como no cumples con el bien de ayudarme. Tu visión de la moral parece una ficción más. Desearía volver a ver el sol. Antes, me enamoraba como todo poeta de la inconstante luna, pero ahora que las tinieblas abruman mi corazón, lo único que deseo es el calor de esa estrella que despejaría la niebla de la noche como un destello de alegría.”

“No sé cómo puedo consolarte.”

“No podrías, a menos que me liberaras. El único paupérrimo consuelo que tengo es escribir esta obra de teatro. La he titulado Marlowe. Mira, comienza así <<soy William, no… me llamo Marlowe, nací el 6 de febrero. No, no, espera no. Soy William, no Marlowe. Me llamo Marlowe, nací el 6 de febrero. Will i am…Soy Marlowe…>> No sé cómo continuar esta historia, Lucio.”

Se apartó de la verja y siguió mascullando aquellas inconexas ideas que no era capaz de hilar en mi cerebro. Sus susurros se olvidaban con cada nuevo paso que daba para avanzar hacia la siguiente celda. Entonces fue cuando me encontré con un hombre a quién yo consideraba mi amigo, pero que nunca supe comportarme como tal en su compañía.

“Publio…”

“Lucio… entonces has vuelto. ¿Qué haces en este lugar?”

Su rostro estaba enjuto y pálido. Sus ojos hundidos en la tristeza, a pesad de las derrotas que habían quedado impresas en su mirada, permanecían suplicando por conquistar el horizonte. Dentro de aquella cárcel ni siquiera el tormento había marchitado su esperanza. En ocasiones seguía pareciendo el mismo maestro que expresaba las razones por las que continuar incorruptible ante el mal. Seguiría igual de filósofo aun cuando la luz de la razón no fuese suficiente.

“He regresado. No sabía nada de todo esto. Cuando volví lo primero que quise fue ir a la academia, pero ya he visto como ha acabado esta ciudad. Cuéntame ¿Qué nos ha conducido hasta aquí?”

“Aulo terminó por ceder a su locura. Hay algo extraño que resulta idéntico en él y en ti.”

“Yo no veo el sentido de lo que quieres decir.”

Publio miró a un lado y asintió para sus adentros. Su expresión mostraba un pequeño dolor.

“Me extraña que no lo hayas percibido, tú que siempre has preferido observar más que prestar atención. Cada vez que tus ideas atacaban al mundo, tú las liberabas del pozo de tu silencio, pero Aulo las llenaba en su corazón y en su febril cabeza. Supongo ambos sois mis dos fracasos.”

“Yo no creo haber fracaso.”

“¿Qué quieres decir?”

“No he olvidado nunca tus enseñanzas, cada vez que aprendía algo nuevo, en seguida veía que tú me facilitaste las herramientas para hacer de la razón la medida de todas las cosas. Es cierto, he conocido caminos que han empedrado el pensamiento, quizás me han sorprendido a mi ignorancia muchas formas de racionalizar esos caminos. A veces dudo de que exista una sola racionalidad que pueda dar sentido a la vida, si las ideas son históricas entiendo que es necesario que los contenidos de la razón no sean absolutos. Pero nunca he cejado en el empeño de creer que exista posibilidad de entendimiento, de conciliación entre dos filosofías que dialécticamente conjuguen una nueva, más clara y distinta.”

“¿Encontraste las respuestas que buscabas? ¿Crees ahora que el bien es servir a los demás desinteresadamente y que la vida tiene sentido?”

Yo respiré profundamente, pues debía ordenar la emoción que acompañaba a mis pensamientos clarificando lo que pensaba.

“Entiendo que el bien sea desinteresado. Pues siempre será más bello servir al débil con el fin de ayudarle, que hacerlo por esperar algo a cambio. El bien debe ser la mayor belleza, pues todos deseamos la justicia y esta no puede lograrse sin la contemplación de lo correcto. De modo que es posible que valga más vivir justamente que vivir lejos de la belleza. Aun así, nada de esto creo que justifique el mundo, ni su moral. Es aquí donde difiero de ti. Un corazón egoísta es capaz de encontrar felicidad en su maldad, mientras que un corazón bondadoso puede vivir creyendo que su existencia ha sido absurda.”

“Creía que habías reconocido que es más importante vivir justamente que vivir.”

“Y lo pienso, una vida justa no es una vida indiferente con los demás. No es justo quién solo vive para sí mismo sin hacer daño al prójimo, también ha de haber servido al otro. Creo que sin la justicia la indiferencia no puede ser superada. Si la belleza del mundo se degrada, si solo nuestros actos nos trascienden, encuentro aquí otra razón para pensar que el bien corresponde con lo más bello, porque lo que da significado a nuestra vida es lo que hagamos. Del otro modo, vivir sin ser justo, sería traicionar a la verdad de este mundo. Pero esa visión de la moral es frágil en un corazón endurecido, en un corazón que ha respirado sangre por seguir viviendo. Así que dará igual toda la belleza de una filosofía que defienda la moral, todo el amor por la verdad, por la razón, siempre habrá gente que prefiera hacer coherente su vida con el egoísmo, porque solo así se vería recompensado. La muerte tiene una forma muy corrosiva que distorsiona la belleza. No sabría cómo persuadir a alguien de ser virtuoso, si éste no desea serlo por sí mismo. La vida es inconmensurable y siempre estaremos perdidos en el intento de darle un significado. Pienso que para que vivir sea fructífero, y existan multitudes se posibilidades, es preciso que no exista un sentido en la vida. Solo que de este modo lo arriesgamos todo.”

“Yo he visto personas que no han soportado el terror de su conciencia por un crimen, no veo que sea más válido el egoísmo, ni tampoco más sencillo. En cuanto a tu intento por dar sentido al mundo, sigues buscando en el corazón de la vida un diamante que sea más bello que la vida. Pero es por esa razón que el bien se vuelve más necesario. La vida se abre a múltiples sentidos y el vértigo de actuar erróneamente nos debería hacer desear el camino correcto.”

“¿Dices que busco un diamante más bello que la vida?”

“Parece como si tras nuestra conversación solo te importara el problema del absurdo.”

“No es cierto, creo que la moral debe ser un sistema y que en muchos principios éticos hay supuestos que no esclarecemos, son esos supuestos los que deseo resolver. Pero y si te dijera que he encontrado ese diamante que es más bello que la vida.”

“Te diría que serías de los humanos más afortunados que he conocido y también de los que más frágil es su felicidad. Creo que adivino quién ese ese diamante.”

“¿Está ella en una de estas celdas?”

“Sí, Lucio, pero ¿Qué es lo que planeas?”

“No puedo contártelo. Aunque me temo que no será la filosofía la que triunfe en esta batalla, si es que hay alguna posibilidad de victoria.”

“Hubo una posibilidad...” Publio respiraba angustiado recordando. “Arco iba a derrocar a Aulo, se vaticinaba que tras el hundimiento del tirano habría rebeliones en las calles por un pueblo dividido. Una guerra Lucio, Aulo está descuidando su política tanto que existe el riesgo de que estalle una guerra civil. Por todo ello, cuando Arco derrocase a Aulo, restauraría el poder al senado para que dividiera sus privilegios concediendo voz a los ciudadanos, recuperando la confianza en el pueblo y tratando de resolver el latente conflicto de una guerra mediante el diálogo en lugar de las armas. Aun así, el día que se iba a producir el derrocamiento el senado reveló la posición de Arco, fue condenado y ejecutado.”

“¿Arco ha muerto?” Una pena se clavó en mi pecho. El silencio fue inevitable. Había muerto la persona que más había admirado a pesar de nuestras grandes diferencias. Recordaba todos sus juicios contra mí y como nunca había sabido defenderme de ellos. Reconocer mis defectos por sus críticas habían marcado un punto de inflexión en mi vida. Ahora resultaba que él había muerto y yo no tenía ni idea de cómo honrar su memoria. Un nuevo terror me ensombreció. “¿Por qué el senado traicionó a Arco?”

“No lo sé, es verdad que hay senadores que han ascendido desde el ejército por el favor de Aulo, pero existen otros que no tiene sentido que le sean fieles. Lo que es claro es que fueron esos otros senadores quienes traicionaron a Arco. Porque nadie más sabía de su posición. Después de aquello la academia se cerró y sus alumnos, desprovistos del apoyo de un ejército, se exiliaron en algún lugar fuera de la ciudad. Los que no tuvieron suerte fueron condenados junto con Arco.”

“¿Pero Diana?”

“Hay quién cree que Aulo pretende extraer de ella la información de dónde se ocultan los estudiantes rebeldes. Pero la verdad es que él se ha enamorado y eso le ha vuelto loco. Desde que ha comprendido que no puede poseer a Diana la ciudad se ha degradado aún más. Ha abandonado el poco compromiso político que le quedaba. Algunas noches que baja aquí le oigo delirar entre las sombras. Cuando conversa con nosotros su pensamiento es desorganizado, razona como un anárquico en cualquier cuestión. Tan solo cuando contempla a Diana hay algo de luz en sus palabras. El resto del tiempo no es capaz de encontrar el equilibrio ni en el gobierno de los demás, ni en el de él mismo.”

Me quedé pensativo. Las palabras de mi antiguo maestro no me desconcertaron. Únicamente la traición de aquellos senadores que presumían de no ser fieles a Aulo me extrañaba.

“¿Dónde está la celda de Diana?”

“Es la siguiente. Lucio… no sé qué esperas hacer, nunca he confiado plenamente en ti pues no podía estar seguro de la luz de tu corazón, pero recuerda durante el tiempo que permanezcas en este palacio lo que te digo: ¡No la pierdas nunca! ¡Aférrate!”

De la misma forma que recuerdo como Arco una vez me miró como a un igual, no quiero olvidar el consejo que Publio me dio aquel día. Pues en sus palabras reconocí un pequeño punto de afecto.

Finalmente llegué a la celda de Diana. Una pálida luz iluminaba el lugar donde la veía tumbada en el suelo y recogida sobre sí misma. No la veía la cara pues me daba la espalda, pero adivinaba lo que debía estar sintiendo. Debía de tener los ojos cerrados concentrada en encontrar una paz que se volvía imposible en cada instante. Su mente, inquieta y puramente instintiva, ardiendo en el deseo de ser una llama que nunca se apagase, pero que la quemaba de ansiedad y tristeza. Estaría distanciándose de sus fuertes sensaciones con la prisión de una rutina que en aquel gélido lugar se volvía muchísimo más necesario. Soportando una tensión interna, que solo se apaciguaba si cerraba los ojos cuando el mundo respiraba silencio y era coherente estar quieto, soñando con soñar el cielo.

En cualquier otro momento, donde ella fuera libre y expresase su propio incendio, habría calmado mi alma contemplándola, sin despertarla de su propio paisaje interno. Pero en aquella cárcel que oprimía cada suspiro y ahogaba la pasión por la vida creo que recibió mi voz como un aullido que despertó su perdida alegría.

“¿Lucio?”

“Diana, he vuelto. Lo siento, nunca debí haberme ido. Te quiero, te amo, siento mucho todo por lo que has pasado.”

Ella se acercó serena y mirándome fijamente. Veía sus ojos sorprendidos, aquellos dos espejos de su alma que hechizaban con contradictorios sentimientos.

“Lucio…” Apenas pronunció mi nombre se quebró en lágrimas y un pequeño rencor brilló en su intensa pero siempre apacible mirada. “¿Sabes todo lo que he sufrido? Tu ausencia me hizo daño. Te marchaste tan inesperadamente, estábamos tan unidos, éramos reflejo el uno del otro y de repente te fuiste sin ninguna explicación. ¿A dónde te fuiste? ¿Dónde estabas? ¿Por qué ni siquiera avisaste…? Diez años en los que he tenido que hacer mi vida de nuevo con la tristeza, encontrando nuevas rutinas, nuevos deseos y heridas que cerrar y nunca sabiendo qué sentías ni dónde te encontrabas.”

Yo respiré hondo corroyéndome el remordimiento.

“Estaba perdido y necesitaba encontrarme. Me ha costado encontrar el camino de regreso, pero no podía quedarme siendo un cobarde que huye de quién realmente es. No tengo justificación por haberme marchado, solo puedo decirte que fue tu rostro, sonriéndome una mañana que despertaba, lo primero que me hizo querer volver.”

Diana también respiró hondo. La huella de un dolor desconcertante se había impreso en su rostro. Deseaba curarse de ese sufrimiento. Me miraba y podía entender que anhelaba volver al tiempo donde la felicidad se fundía al sol y el amor a la luna. En cambio, dentro de aquella prisión el frío de la oscuridad congestionaba los sentimientos en desesperanza.

“Diana, ¿Por qué Aulo te ha aprisionado?”

Los ojos de Diana brillaron con el odio cuando oyó aquel nombre. Toda la fuerza de su inteligencia se desprendía en un sentimiento profundo que concentraba su mirada, devolviendo un amargor al mundo.

“Aulo está loco. Después de que tú te marcharas pasé varios años en mi nostalgia tratando de convivir con la fuerza de mis impulsos. En ocasiones sentía una cascada de felicidad y otras veces una lluvia de amargura me empapaba. Encontré el equilibrio en mi dedicación a la política. Usé mi inteligencia y mis conocimientos para guiar a Polis. Pero mientras yo trataba de liderar un cambio, Aulo se emponzoñaba cada vez más en un oscuro sentimiento. Siempre me espiaba en sus ensoñaciones nocturnas. Me perseguía, acosaba mi tranquilidad y me suplicaba que le amase. Al principio traté de zafarme, quise ser comprensiva y hacerle entender que yo no le amaba y que menos podía querer a alguien que había asesinado a su familia para tiranizar la ciudad. Poco a poco sus ojos fueron cogiendo el tono sombreado del insomnio, su mente… se turbaba en repetidas pesadillas que, creo, le acosaban aun estando despierto. Un cambio se proyectaba en él más amenazante que su obsesión por el poder. Nadie en toda Polis se revelaba contra él. El senado pugnaba de vez en cuando con sus mandatos, pero siempre terminaba siendo un príncipe en un trono que nadie sabía cómo desposeerle. La guardia recibía grandes privilegios, el ejército se entregó a varias conquistas en honor de su retorcido líder. Podría decirse que lo único que de verdad atormentaba a Aulo era el tenerlo todo menos el poder poseerme. Hubo muchas noches que yo te recordaba Lucio… en una de esas noches me sorprendió Aulo con una enfermedad negra en su pecho.” En ese instante Diana lloró y yo traté de abrazarla lo mejor que pude, franqueados por los barrotes de la jaula. “Después de aquella odiosa noche todo mi corazón, cada impulso irrefrenable de mi cuerpo, mi mente, encontraron la armonía en un odio completo y eterno hacia Aulo. Él supo darse cuenta… nunca mostró arrepentimiento por lo que me hizo aquella noche, jamás pareció comprender el terror y lo que sufrí, pero en su enajenada obsesión quiso reconocer mi total rechazo hacia él. Terminó perdiendo el juicio, hasta el punto que me encerró donde hoy me ves. Cada noche amenaza con arrasar la ciudad. A veces grita tu nombre, Lucio. Me amenaza con encontrarte y asesinarte. ¿Por qué estás aquí? Desea arrasar esta ciudad con mayor fuerza que la que te ata a ese destino.”

“Tranquilízate. Tengo un plan. Pero tienes que ayudarme, creo que comprendo a Aulo, sé cómo se siente porque, tal vez sea cierto lo que Publio siempre advirtió en mí, quizás sea un alma hermana. Pero pienso aprovecharme de esa monstruosa alma. Escucha, este es mi plan.”

Ella acercó su oído; se lo conté todo mientras ella escuchaba con un rostro que reflejó incredulidad y desconcierto. Me miró con ternura, reviviendo los recuerdos de todas nuestras pasadas experiencias. Cuando recordó el plan que yo le había contado su expresión cambió por el de la sorpresa.

“No va a funcionar.” Me dijo. “Lucio, es un disparate. Habría que ser idiota para creer en esa idea. ¿No serás idiota?”

“¿Qué?”

“Que eres idiota del todo si crees en ese plan.”

“Confía en mí. No sé cómo detenerle de otro modo, su guardia siempre está protegiéndole, no veo ocasión de matarle y si no hago nada acabará con todos nosotros.”

Diana se sumió en un silencio profundo. Se notaba que trataba de calmar una angustia que no era capaz de identificar, pero que debía contener si no quería que le destruyera.

“Lucio, tú eres mi armonía, por favor haz que funcione. Te quiero.”

Era la primera vez que, desde hacía tantos años, escuchaba de los labios más puros aquella expresión. En medio de la latente ansiedad, separados por aquellos barrotes, le expresé mi amor con un beso. Nuestros ojos se encontraron, los suyos brillantes y sorprendidos, los míos pálidos y enamorados.

Volví sobre mis pasos agazapado en la oscuridad de la mazmorra. Mientras regresaba a donde me esperaba Aulo escuchaba los lamentos de aquellos dos escritores. Uno seguía preguntándose quién era, el otro emitía extraños gemidos de placer que se confundían con el lamento. Subí las escaleras y allí estaba la imagen esclava del tirano. Su rostro sombrío me miraba con la tristeza de una súplica que no supe esclarecer. Ambos regresamos a la cómoda sala donde, custodiados por los guardias, volvimos con nuestras discusiones. Yo sentía presente la muerte de Arco, el encarcelamiento de la persona a la que debía mi sabiduría y el recuerdo de Diana, frágil y expuesta al sufrimiento. Tanto se arremolinaba en mi dolor aquellos recuerdos, que solo deseaba escupir mi desprecio a quién buscaba, por un capricho, el hundimiento de Polis.

“Adivino el horror que estás sintiendo, Lucio” Su mirada parecía terrible, como si la pasión que estaba sintiendo se alimentase de un veneno. No me inspiraba ninguna lástima. “Adivino ese horror porque es el que yo he estado sufriendo desde que me enamoré de Diana.”

“¿Qué sabes tú de mi amor? Nunca mis sentimientos me llevarían a encarcelarla.”

“Yo antes no era así… Antes de atreverme a matar a mi familia yo conservaba un amor puro por las cosas.”

“Recuerdo que Publio ya advertía en ti la maldad que ahora expresas con arrogancia.”

“También pensaba él lo mismo de ti. Dime ¿Se ha cumplido? Temo que Publio solo es un loco que, cegado por proteger a Polis, veía en cada uno de nosotros un potencial tirano o un posible ciudadano, nada más. Pero a pesar de su paranoia yo buscaba encarnar como un príncipe la virtud.”

Yo suspiré en un sentido de desprecio.

“Qué deseo más frágil ha resultado ser”

“¿Frágil? tal vez… pero por entonces no creía que se quebrara en mi corazón. Después de que te marcharas, no adivino a entender por qué, tuve un sueño… Yo despertaba en mi palacio y tan solo una presencia me sorprendió. No veía a nadie más, el mundo permanecía silencioso, pero frente a mí veía a una chica. Aún recuerdo sus ojos oscuros como si reprimiesen un dolor. Un dolor tan fuerte que habría aniquilado su alma de haberse permitido entregar a su sentimiento. Aquellos ojos expresaban una personalidad que en el pasado había sido inocente, pero que en aquel momento destellaba una confusión de odio y apatía. Sin embargo, brillaban con tanta belleza… Porque sí, aquella mujer era la encarnación de la belleza; en la herida que acariciaba con su mirada semejaba perfecta. Nada nos dijimos, simplemente nos comprendimos con solo vernos. ¿Qué hacía falta contarse? Yo sabía cómo era ella por sus ojos y ella me hablaba con su deseo. Aquel acto de amor era un estado que nunca había experimentado en la tierra, solo podía sentirlo en un sueño. Porque de pronto, de la apatía que yo respiraba, con mi aliento mezclado con el suyo, creció en mí multitud de sentimientos que sabía que estaban prohibidos, aun así, me desesperaban. No era su odio lo que me atraía, sino una pasión por compartir con ella la melancolía y el odio hacia el mundo. Hasta perdernos en el delirio de ese extraño amor. No se explicarte de qué sentimiento se trataba. No lo comprendo y quizás se trate solo de un sueño. Pero habría ahogado a mi padre y mi madre si aquella mujer, de ojos marcados por el sufrimiento, me lo hubiera suplicado. De hecho, suponía que me lo suplicaba. Ambos disfrutábamos con un amor que era más bello cuanto más nos corrompía. Como una constante en nosotros, nos entendíamos, enamorándonos con nuestros sentimientos. Estábamos tan embriagados el uno por el otro, que nos excitábamos contemplando una ciudad que se consumía por las llamas. A ella, todo aquello parecía satisfacerla y yo solo pedía que aquellas sensaciones fuesen eternas. Fue así, hasta que desperté en mi cama abatido por la soledad. La tristeza me devoró por dentro como un cuervo picoteando mi corazón. Desde aquel momento, nada dentro de mí volvió a ser igual. El mundo se asemejaba a un cementerio.”

“¿Ese sueño qué tiene que ver con Diana?”

“Después de aquel sueño vagué por Polis melancólico. Buscando cómo olvidar aquella sombra de mi subconsciente. Por mis venas corría una sangre que quemaba mi corazón. Cada llama de aquel sueño ardía en mi interior como el deseo. Me deshacía en el anhelo que se escondía en mí como una sombra escurridiza. Nada me satisfacía. Veía a mis padres como seres que se interponían en mi ascenso en la vida. Pero todavía no los habría asesinado. No hasta después de fijarme en Diana. Yo os envidaba, a los dos. Porque nunca una felicidad en la tierra podría igualarse a vuestra pasión. Tal vez aquello fue con lo que soñé, con una pasión que me desbordaba y lo consumía todo. No soy capaz de comprender su significado. Vosotros os entregabais como un torrente al placer, mientras que yo me evaporaba secándome. Después del sueño, del delirio que no podía soportar, reconocí en Diana los mismos rasgos que la mujer de mi sueño. ¿Podría ser que aquella diosa de mi fantasía fuese real? Es cierto que sus ojos no semejaban los mismos. Los de Diana sorprenden con su belleza, mientras que los de aquella indómita dama eran sombríos, más acordes a mi descarnado corazón. Traté hablar con ella, sabía que no podía ser su amante, pues su corazón te pertenecía, tan solo deseaba respirar el mismo aire que ella. Herirme por dentro con las dos flechas de sus ojos, sentir algo más que esta prisión de mi instinto. Ella apenas me trataba como a un extraño. Desde aquello me desquicié todavía más. Ya solo he buscado la tiranía, porque Lucio, el amor y la tiranía son similares, ambos nos desposeen de nuestro raciocinio y confundimos esa pasión con la felicidad.”

 

 

Despotismo

 

El anhelo de ser siempre más, de empequeñecer en un universo de deseos. Eso es lo que sentía Aulo, esa es la pasión que me destrona de mi mismo para coronarme con los sentimientos más radiantes. Marco, el amor y la tiranía son similares, pero desembocan en distintos océanos sus cauces. Yo lo había aprendido en mi viaje. Durante los diez años que viví fuera de Polis, en todas las familias que me acogían, radiaba el amor como un ideal, mientras que aquellos espíritus que despreciaban a sus semejantes vivían constreñidos por la cárcel de su ambición. Pero ¿Qué es un ideal? ¿Por qué siempre se ha denostado el idealismo por quienes presumen de comprender el mundo? ¿Por qué se piensa que solo un idealista podría ayudar a mejorar la vida? A un crío se le educa para que crezca con ideales, porque si no, cuando crezca destruiría cualquier principio. Es el mayor modo que conocemos de potenciar el altruismo, antes de que la materia del sufrimiento nos corrompa.

 

Marco miraba a Lucio desconcertado. No sabía comprender el sentido de las palabras de su padre, que parecía haber caído en un dilema que lo absorbía. Lucio volvió en sí y continuó contando su historia.

 

Acompañé a Aulo al senado. Allí dialogó con los senadores en una discusión plagada de intereses encontrados.

“Nosotros somos Polis, Aulo. Nunca debes olvidarlo. Si no fuera por nosotros habría caído tu gobierno.”

“A veces desearía que Arco hubiese disuelto este circo para deshacerme de todos vosotros.” Habló Aulo.

“Sin nosotros ¿qué sería de tu trono? Hicimos un pacto, recuérdalo. La muerte de Arco a cambio de nuestra seguridad en el senado. Nosotros somos la columna vertebral de este gobierno, de nada sirve una cabeza si se disloca de nosotros.”

“Y pensar que yo acepté pactar con vosotros. Sois unos hipócritas que deseáis una cabeza para evadiros de vuestras responsabilidades políticas. Para vosotros es sencillo, no buscáis la felicidad de Polis nada más que pasando primero por vuestros placeres. Y me requerís para que yo haga de vuestra cabeza de turco.”

“Te confundes, Aulo. La misma razón por la que tú reinas es por la que debe la felicidad de nuestros ciudadanos pasar primero por nuestros placeres. Porque nosotros somos quienes representamos a Polis, sin nosotros Polis no existiría. No se fundó la ciudad cuando se reunieron unos campesinos con sus cabañas, sino cuando se estableció el senado. Solo entonces cobraba sentido ser un ciudadano. Polis es más el sueño del senado que el de quienes viven de este sueño.”

“Sois vosotros quienes vivís de ese sueño, a los demás los consumís.”

“Brillantes palabras para quién ha traicionado a sus hermanos, ha asesinado a sus progenitores y todo para ser tirano de una ciudad que vería arder con complacencia.”

“Fue mi ejército, el mismo que me es leal quién ha forjado este nuevo senado y ha permitido que muchos de vosotros sigáis en el cargo.”

“Es cierto, has concedido puestos importantes en este gobierno a militares de altos rangos, pero con ello has creado tu propia trampa. Porque te reduces a ser una cabeza política solo en el escenario. Un escenario que necesitamos para mantener unido el sueño de Polis. Al final, sea tu seguridad, Aulo, o el beneficio de nosotros, diplomáticos, el corazón de este organismo es el senado, que siempre se mantiene constante en cualquier democracia o tiranía. Comprométete con tus defectos, que nosotros elogiamos como virtudes, y no te excedas con la verdadera Polis que somos nosotros y a la cual sirves.”

“Claro, os sirvo, pero no os obedecen vuestras verdaderas decisiones… la última orden es mía y la ejecuta el militar de mayor rango que es próximo a mí.”

“No nos asustan tus amenazas. No fueron los hados quienes depositaron la gloria de destruir esta ciudad en tus manos. Las manos que se deban manchar de sangre hace años que emigraron lejos de aquí.”

 

 

Gomorra

 

Se había avecinado la noche. Aulo y yo habíamos cenado y el vino corría en nuestros vasos. Nunca había visto a aquel individuo tan enajenado en sus pensamientos. Sus ojos rojizos semejaban la mirada aviesa de un águila. Los guardias nos miraban con extrañeza. Nuestra conversación acerca del despotismo y la manía los confundían. Nosotros mirábamos una ciudad que dormitaba en un silencio nocturno y diluida en el humo de las chimeneas. El corazón salvaje de Aulo se decidió a hablarme.

“¿Cómo te sientes Lucio? El día va a terminar y yo no seré el tirano más querido. Sea cual sea el resultado tú acabarás muerto y yo poseeré a Diana, aunque ella también deba morir. Has sido siempre muy inocente Lucio, creo que sí sigues siendo el perro faldero de la filosofía. Deberías haber explotado más tu antigua faceta de poeta. Habrías avivado la llama de la ambición. ¿Quién sabe a dónde te habría llevado?”

Yo le escuché y acto seguido reí. Fue una risa auténtica, llena de lamento, que resonó en mi corazón con el fuego morboso de lo que aquella escena me inspiraba. Mis ojos, aquellos que siempre sonreían, se iluminaron con la imagen más bella de un narciso.

“No creas que yo soy un vulgar inocente, Aulo. No sabes nada de mí. Hay gente que ha pensado que yo soy una buena persona. Pero nadie en este mundo lo es. Ese ha sido el mayor descubrimiento que he hecho. Porque siempre es más lógico seguir tu beneficio si se tiene el potencial de no sentir empatía por quienes no nos son próximos en nuestras vidas.”

Aulo me escuchaba sorprendido. Creo que por primera vez a lo largo de aquel día comenzó a sospechar acerca de la amenaza de mis intenciones. Sus ojos temblaban, bebió vino y se calmó. Volvió a relajarse confiado en su superioridad no solo política, sino también moral, tal y como él se veía a sí mismo.

“No Aulo, yo soy igual que todos los que han brillado por su egoísmo. ¿Sabes? en mi viaje fui a visitar al oráculo que mora en las montañas. No auguró solo el final trágico de Polis, también me profetizó una maldición de la que, bueno… supongo que el destino me hará pagar poéticamente. Me dijo que tuviera cuidado con mis ideas, porque yo sería la causa de que varios individuos se suicidaran. ¿Qué crees que sentí cuando me lo contó? Quise sentir compasión por aquellas personas, pero de nuevo volví a encontrarme con la abstracción. Mi empatía no es la de una buena persona. Verás… una vez me corrompió un libro. Leerlo me hizo experimentar todo el veneno de la vida, sus angustias y contradicciones. Ser fiel a ese veneno es lo que me ha motivado a seguir viviendo. De modo que sí, tras mi fallido intento por compadecerme de una profecía, acepté aquel destino. Porque odio este mundo. No hay nada en él que me inspire compasión, pues es cruel con el prójimo cuando podría ser caritativo. Porque nos escudamos en la responsabilidad de los demás cuando es responsabilidad de todos rebelarnos contra la injusticia. Si mis ideas iban a envenenar al mundo, a hacer sentir el mismo veneno que yo siento, el veneno de la indiferencia, déjame decirte que me enorgullezco de ello. Pues deseo que el mundo abra los ojos al sufrimiento y, en vez de asumirlo para su beneficio, asumirlo para sufrir por el otro.”

“Creo que te estás contradiciendo, Lucio.”

Yo reía con ojos centelleantes.

“Sí, me contradigo, porque nadie es tan malvado, ni tan honrado. Pero no me he reído ahora por lo que te he contado. Sino porque me inspiras lástima. Pues he comprendido que tú serás una de esas víctimas que el oráculo me vaticinó.”

Los guardias al oírme desenvainaron sus espadas, mas Aulo los detuvo. Sus ojos me contemplaban en una mezcla de temor e intriga. ¿Cómo iba él a sucumbir por una filosofía? Pudiera ser que hubiera delatado demasiadas cosas de sí mismo a lo largo de aquel día… Pero, aun así, conocía su propio corazón. Aunque fuese oscuro seguía siendo esclavo de su propia voluntad.

“Aulo ¿Quieres saber qué es lo que nos diferencia? Los dos desnudamos el alma humana y vemos un espejo de nuestros defectos, pero yo me reconozco en ese espejo sin vergüenza. Pues sé que, a pesar de todos mis desvaríos, de todos mis errores, ambiciones rotas y fracasos, vuela en el cielo de mi conciencia un sentimiento puro e inviolable. Un sentimiento que es fundamento de un ideal que no ha muerto en mi madurez. Mientras que tú… siempre te lamentarás de lo que yo he podido conseguir, aun con mis demás sentimientos sombríos. Porque ese logro que he alcanzado, que es solución de todas las paradojas que hoy hemos hablado, tú jamás poseerás la virtud de conseguirlo.”

“Hablas de Diana ¿verdad?” Habló el tirano, desposeído en un delirio. Su corazón se inflamaba y adivinaba el dolor que se clavaba agudo en su pecho. “Debería ordenar matarte y librarme de ti.”

“¿No quieres antes saber qué es lo que todos los tiranos anheláis y no conseguís a pesar de que poseáis un alma adecuada para ello?”

Aulo respiraba con ansiedad. Su corazón palpitaba como un tambor que sonaba sus últimos instantes con la música de la angustia.

“Diana y yo hemos sobrevivido en Gomorra.”

Aulo no comprendió y, sin embargo, el sonido de aquellas palabras le cortó por dentro.

“Aulo, cuando hemos hablado de todas las contradicciones para dar sentido al mundo, subyacía en el fondo una ciudad que vivió para el placer y nada más que para esa obsesión por el placer. Tú soñaste una vez con ese sentimiento, porque así es tu alma, como es el alma de todos los que tiranizan familias y ciudades; porque, a pesar de todas nuestras sabidurías, de nuestros pobres intentos por racionalizar una vida que nos supera, siempre querremos vernos desbordados por la vida. Diana y yo hemos contemplado el incendio de Gomorra. No fue un dios quien destruyó la ciudad, fueron sus propios habitantes. Porque habían agotado el mundo. La vida ya no les desbordaba y el único deseo que les quedaba por cumplir fue el instinto de destruirse a sí mismos. En las llamas de aquel incendio Diana y yo sobrevivimos. Cuando la volví a mirar a los ojos, cuando la vi tumbada en su celda, tratando de encontrar la paz en su interior, como si hubiese un ruido dentro de ella que la obligase a ser un incendio tanto en su alegría como en su tristeza, supe que seguía añorando el recuerdo de Gomorra. Porque desde que nos conocimos, ambos vivimos en Gomorra. Quizás ya vivíamos en aquella ciudad solitarios, pero nuestra alma ardía con las llamas de esa ciudad. Gomorra sigue viva en nuestros corazones. Ambos nos queremos con la misma belleza con la que Gomorra resplandeció en la historia. Nos necesitamos en un amor que nos protege en el delirio de amarnos. No somos bastantes el uno con el otro, porque solo estar juntos puede ser suficiente.”

En seguida Aulo dejó caer la copa de su mano. Derramó el vino en el suelo y miraba aquel charco rojo como la sangre de un sentimiento que había reprimido. Veía como se sentía agazapado en su propio palacio. Sus ojos se perdían en el vacío y buscaban desentrañar algo que le hiciera feliz. Porque ¿no es eso lo que buscamos todos? Aun así, él se sentía desvalido sin encontrar lo que pudiera ayudarle. Zozobraba en el mar de sus pensamientos. Me miró horrorizado. Parpadeaba sin conseguir aclarar más su vista. Todo se encontraba presente, el palacio ostentaba su lujo y él no cesaba de sentirse atrapado. Los guardias no sabían cómo reaccionar. Ellos habían escuchado la historia y se sentían confundidos por la reacción de su dictador. Se tocaba el pecho y respiraba como exhausto. Murmuraba incongruentes palabras de desesperación. Se lamentaba de que este día hubiera nacido en el cielo. Comenzó a odiar al sol que, con sus rayos cegadores, habían bañado de fuerza la claridad de aquel trágico día. Se abalanzó sobre mí e intentó ahogarme. Los guardias nos miraban inmóviles y consternados, mientras forcejeábamos. De los ojos del tirano se derramaban lágrimas y la saliva escapaba de su boca. Cuando por fin conseguí zafarme de sus manos él permaneció en el suelo retorciéndose, igual que un animal majestuoso que había sido encarcelado en una jaula. Sus alas de águila imperial no batían en libertad, su furia de león tan solo eran gemidos y su odio de hiena lo consumía. Comenzó a reír con un estallido de locura y sufrimiento. Cuando frenó su estado febril se me quedó mirando como un abatido ser enajenado.

“No me lo creo. No puedo creérmelo. ¿Qué es lo que dices, que has vivido en Gomorra y has amado a la misma mujer que yo deseo con mayor fuerza que el destino? Y qué me importa a mí. Yo se consumir el fuego en el corazón, yo deseo la ceniza en el sentimiento una vez se ha extinguido.”

“Bien, entonces ¿qué es lo que te impide hacer realidad ese sueño que te ha envenenado? ¿Por qué no intentas vivir en Gomorra con Diana? Pero no como un odio, una ambición o un delirio, sino como todas esas cosas juntas y también una felicidad en el corazón.”

“¿Qué es lo que quieres? ¡Déjame en paz!”

Aulo corrió deprisa evadiendo a los guardias. Al salir de la habitación, trastornado, arrastraba los pies mientras deambulaba en los pasillos. Miraba todos los adornos de las paredes y se angustiaba en el corazón sin alegría. Todas las horas que había conversado con Lucio, su arrogancia frente a él, presumiendo de un poder déspota y maníaco que era más lógico que cualquier bondad, se quebraba. Lo hacía tan solo porque le habían mostrado una realidad más maniaca todavía, pero que se llenaba de belleza en conjunción con la vida. Le habían hablado de una tiranía que era más déspota con los tiranos que con los corazones. Él se daba cuenta de que jamás podría someter su corazón, porque se rebelaba en cada latido contra sus pasiones con un sentimiento más intenso. Bajó a las celdas. Sus prisioneros lo veían enloquecer y caminar sin noción de sentido en sus ojos. Finalmente se detuvo enfrente de la celda de Diana. Ella lo miraba aterrorizada.

“¿Dónde está Lucio?” Pregunto Diana.

“¿Por qué te preocupas por él? ¿Por qué le amarías a él? si solo es uno más entre la gente.” Aulo estaba destrozado en su aristócrata alma. Diana lo miraba idiotizada. “Lucio me ha contado un secreto que no puede ser cierto. No me lo creeré. Porque esa felicidad está destinada solo a los tiranos y ni siquiera nosotros podemos abrazarla. Júrame que es mentira.”

Tras correr para alcanzar a Aulo conseguí llegar a donde él se encontraba. Diana me miró con sorpresa, pero esperanzada por verme todavía con vida.

“¿Qué es lo que quieres que te jure?”

“Lucio me ha confesado que vosotros sobrevivisteis a Gomorra, porque Gomorra está en vuestros corazones.”

Diana reconoció aquellas palabras y me miró con la misma ternura que cuando estábamos juntos y Polis era más hermosa.

“No puedo jurarte que es mentira porque sería perjurio.” Aulo notó un hierro gélido en su pecho tras escuchar a Diana. “Es verdad que Lucio me ama, como es cierto que yo le deseo. No se trata del deseo de una llama que palidece en la noche, sino de una antorcha que me ha alumbrado en esta celda cada día. Me quemaría con esa antorcha solo para volver a sentirle cerca de mí. Pues mi amor es más cálido que cualquier fuego. Yo ardo en la alegría por sus pensamientos y en la tristeza por su afecto. Da igual cualquier quemadura que yo me inflija, cualquier delirio o dolor que sufra, siempre permanecerá Lucio a mi lado para aliviarme. Mi corazón late por sus ojos, por su cielo de poesía y por sus deseos tan oscuros e intensos como los míos. Ambos vivimos en Gomorra como dos enamorados que no pueden escapar de ellos mismos. Dan igual todas las tragedias que se hayan escrito, todas las ruinas que lapidaron glorias corruptas, juntos sabemos que sobrevivimos al incendio de esa ciudad que garantiza nuestra felicidad. Porque pudiera ser que los tiranos, los déspotas, los traidores y asesinos posean el alma para incendiar Gomorra, da lo mismo, solo nosotros dos poseemos el corazón para hacerla brillar. Si es cierto que Lucio quemará Polis, yo me entregaría a ese crimen con él y no sería bastante, porque solo estar con él es suficiente.”

Tras aquellas palabras Aulo lloró en silencio oculto entre las sombras.

“Solo estar juntos es suficiente…” Repetía Aulo arrebatado por la obsesión que le desesperaba. “Vosotros dos habéis acabado conmigo. Yo podría quemar todas las ciudades del reino, podría conquistar el oro, la gloria y la libertad de las personas… pero jamás podría conquistar un corazón.” Abrió la celda y Diana corrió para resguardarse en mis brazos. Aulo nos entregó las llaves para liberar a quienes se lo merecieran y dejamos vagar a Aulo en su desesperación.

Al día siguiente, Diana se reencontró con su madre que lloraba de alegría al poder estrechar entre sus brazos a quien había creído perdida para siempre. Publio junto con el resto de estudiantes regresaron a la academia para reinstaurarla. Todos contemplamos desde la distancia las llamas del senado. Por orden de Aulo los guardias encerraron a su emperador, junto a los demás senadores y prendieron fuego al lugar. Recuerdo, mientras contemplé aquellas llamas, como muchos de aquellos senadores defendían que ellos eran Polis. Ver el fuego consumiéndoles, cumpliéndose la profecía de que algún día Polis ardería, fue como si me liberase del peso de toda una vida.

 

Marco se quedó mudo tras escuchar la historia de su padre. Diana reía con Lucio y Marco intentaba interiorizar lo que había oído.

“No sé si es una historia para un niño.” Hablo Marco más reflexivo que nunca en toda su vida.

“No lo es cachorrito.” Habló Diana. “Es una historia extraña y pudiera parecer contradictoria. Hay muchos sentimientos violentos en ella. Pero de entre todas esas pasiones hay una felicidad en sus sombras. El amor puede ser tan peligroso como cualquier tiranía, puede trastornarnos. Aun así, es tan poderoso porque su felicidad lo merece, porque es lo único que puede salvarnos.”