Nocturno Secreto

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Un extraño y fiel amigo

Apareciste en mi vida como una caída en el vacío. 

Llenaste mi corazón de silencio y me quebraste en la soledad del mundo. 

Recuerdo las horas lentas que me tragaban, 
mis pupilas oscuras contemplando el vértigo del abismo; 
contemplando una oscuridad invisible en cada sitio. 

Me enseñaste la inconsciencia de mi yo en un espejo empañado; 
me mostraste un camino hacia la libertad con grilletes de tristeza. 
Juntos nos exaltamos, celebrando cada instante que le robábamos a la muerte. 

Pasó el tiempo y una hormiga en mi alma soñó con vivir en el cielo. 
Habíamos matado a la razón en vez de asesinar al gran ego. 
Y en la inmensidad de lo ilógico nos volvimos radicalmente pequeños. 

En mi corazón habitaba el gusano y en mi cerebro el árbol del bien y el mal. 
Sencillamente infecté mi cabeza para transformarme en crisálida y protegerme del dolor. 

Después, de tanto admirar el hueco entre el espacio, de tanto soñar con disolverme, caí al pozo de la miseria. Húmeda crisálida que frenó la metamorfosis de mi locura. 

Entonces, intenté desentenderme de tu telaraña. Pero cientos de ojos me miraban hambrientos. Un dios más terrible me devoraba en cada sueño. Un monstruo que se alimentaba de mi cordura. Un ser que me enseñó el miedo a vivir en la mentira. 

Al final, tú siempre permaneciste a mi lado como una sombra de la existencia. Como un veneno que alimenta cada sentimiento. Y me mostraste que el mayor tesoro siempre debía seguir existiendo cuando todo sea polvo. Pues no hay mayor gloria que saber vivir lejos de la grandeza. 

Ahora, vago solitario en el carril de la indiferencia, con el recuerdo de que tu verdad es ese corazón de piedra, que llora agua y existe para ser arena. 

Circulan los días y no deja de dolerme tu compañía. Pero he aprendido que no hay valentía sin sufrimiento, que no hay merecida belleza sin sufrimiento, que no hay crecimiento sin sufrimiento. Y se presente como se presente ese sufrimiento, ya sea tristeza, miedo o delirio; no hay verdadera moral que funcione sin tu vacío que arrebata el sentido. 

Gracias, amigo que moras en la niebla de la nada y que cada día me acompañas.