todavía lloran mis ojos como dos perlas del océano.
Me siento cautivo de mi inconsciencia,
enamorado de un fugaz destello
que dibuja la belleza.
Soy un desordenado sentimiento,
una sombra, un viento, una tormenta.
Me despliego como dos alas negras
que vuelan en la ingravidez de mi conciencia;
como una pálida y fulgurante estrella,
la cual irradia el reflejo mi difusa huella.
Todavía siento un fuego en mi corazón,
un resplandor que marchita la oscuridad
y que con su ardiente calor, a mi alma envenena.