Nocturno Secreto

lunes, 22 de mayo de 2017

Destierro de mi secreto

Soy el destierro de mi secreto
la sangre marchita de lo eterno.
La lluvia que incendia tu mirada
la nieve que quema cada lágrima.

La belleza reclusa en el espejo
el cristal afilado por tu pelo.

El néctar, la miel de tu savia
el sabor que tu corazón sacia.
El diamante de fulgor ciego
el mineral, el fuego, el ego.

Me pierdo en un mar de soledad
me vacío en la honda tristeza.
Despliego mis alas al océano
y me desnudo en la tempestad
bañado por destellos del lienzo,
pincelado por tu fragilidad.

Nutrido por lo sensible
que alimenta tu belleza.
Decorado por lo invisible
descrito en cada poema.

Misterio de la noche incierta
exhalo en cada hálito.
En mi oscuridad de verso tácito
e inocencia de vejez muerta.

Desterrado de mi secreto
exiliado de tu misterio
añoro ser la voz 
que me retorna el viento.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Vida

Vida
¿Alguna vez me quisiste?
Aquí solitario, apagado y triste
anciano en mi paupérrima vitalidad
sin metas ni triunfos me viste.

Vida
¿Alguna vez me quisiste?
No encuentro tu respuesta
tu río no sigue ninguna senda
que trascienda todo lo que existe.

Vida
Monótona existencia
dolor y pobreza
hambre de esencia.

Vida
Te ruego
te rezo… ¡existe!

martes, 16 de mayo de 2017

Recóndito

Escribió taciturno desde la tibia melancolía que alumbraba su prisión. Escribió, mas no añadió ni una sola palabra más. Su celda, no permitía traspasar la luz sobre el cemento y el ladrillo que encarcelaba a nuestro humilde y abatido residente en la oscuridad. Tan solo un insignificante y minúsculo haz, pálido destello de esperanza proyectado desde el resquicio del desgastado techo, iluminaba las frías palabras que desde hacía bastante tiempo, ocupaban toda su realidad. Existía una pila completa de encuadernaciones y papeles ajados, impregnados de tinta, con bellos matices que configuraban en su intelecto sombrías representaciones de paisajes, ciudades, seres y secretos que se desvanecían en la humedad, de aquella condensada atmósfera que largos y tediosos días se veía obligado a respirar. Una pila, ubicada tan solo a ojos de la intuición, en una esquina de aquella oscura y mugrienta celda. No existe necesidad alguna de mencionar que cada esquina cumplía una determinada función. Siendo la esquina de enfrente, la más alejada a la esquina donde comía y destrozado día y noche sollozaba y musitaba escalofríos, la que se encargaba de las escabrosas necesidades y deshechos que produce día tras día la naturaleza. Sólo así, clasificado en esquinas, podía situarse y distanciarse lo más lejos posible del asqueroso hedor que le había troncado a una miserable y desgraciada vida. La más miserable y desgraciada que dentro de los parámetros de mi cordura me permito atreverme a imaginar. Podría hacer mención en su lugar de desastrosas condenas, torturas y mutilaciones que desgarraran no solo el cuerpo sino también la fortaleza del alma, pudriéndola en un grotesco infierno. Pero no existe ser humano que merezca tal castigo. Ese infierno, escrito con el más profuso detalle en cada uno de sus ajados cuadernos, era un infierno reservado solo para reyes.
Pensareis que no es justicia castigar a los que condenan con una mayor condena, que la justicia, como el común de los hombres piensan se basa en el equilibrio y nunca en el sadismo.
Pero helo aquí el verdadero castigo, que no es solo pagar por lo que a él han hecho, sino también pagar por todos los crímenes que a la sociedad cometieron. Pagar por cada tortura, cada vida recluida en la gélida oscuridad de forma injustificada, cada vida asesinada por el hambre, cada traición a la libertad y cada vida mutilada en una guerra de la que sólo eran los reyes responsables. El macabro delirio de la más elevada justicia germinaba en su cabeza.    
La celda constreñía cada pálpito de vida. Su corazón, convertido en el frío metal de una máquina, bombeaba sentimientos contaminados por el odio. Sus pulmones, chirriaban oxidados con el fin de exhalar el último hálito de la venganza. Aquel tétrico lugar le había convertido en lo más alejado que podía de su esencia humana. Había perdido toda fe y ciencia como esperanza y tan solo soñaba con la masacre. La misma masacre que quedaba grabada en la tumba de su alma.
Demasiado tiempo ah que dejó de rasgar, sobre la lisa superficie que tapaba el ladrillo, cada uno de los monótonos días de su encarcelamiento. Puede que la soledad fuera su amante secreta durante su tierna infancia y seguro que lo hubiese sido en su juventud y adolescencia. Si no fuese porque gracias a su encarcelamiento, la soledad dejó de ser un nostálgico secreto para convertirse en un real tormento. No obstante, no fue la soledad la que terminó minando su ánimo. La trágica causa de que sus pensamientos se convirtieran en una sofocante apisonadora que aplastaba su alma, fue la perpetua oscuridad mezclada con el silencio que sabía a la traición de sus seres más cercanos.
Transcurrió toda su juventud y parte de su adolescencia confinado en aquella sala que le recluía en la más ínfima existencia. Aferrándose a la vaga esperanza de que algún día, quizás, le rescatarían bajo la absoluta certeza de su inocencia. Pero nunca, ni una sola voz, ni un solo gesto o mirada, ni una sola presencia llenaba el vacío de su horrible estancia.
El fino hilo del haz de luz se tiñó de la palidez de la luna. De pronto, como si de vampiro o lobo se tratara, despertaron sus instintos y abalanzó hacía el tenue destello. La cicatriz redonda de la grieta de su mirada se dilató y admiró la única, solitaria y débil claridad de la belleza. La única verdad que no le cegaba. Largo tiempo bañó sus ojos bajo la luz que templaban sus lágrimas. Largo tiempo escribió su carta.
El derrotado presidiario acababa de terminar de escribir su carta. La había plegado y posado a su lado con un cuidado como no había atendido sus anteriores escritos. Sabía reconocer el auténtico valor de su carta y no cabía en sus deseos el horror de deteriorarla entre toda aquella basura mohosa. No, la guardaría en el lugar donde podría estar siempre consigo, a buen recaudo. Su excesiva minuciosidad y consideración parecían brotar de un poderoso delirio que dominaba sus pensamientos. Concentrándose su paranoia en el miedo y la suspicacia. De tal modo que no sentiría segura la carta si no la guardaba, con manos temblorosas, en el hueco de su bolsillo. A su lado, completamente a su lado, aún cuando nada podría, en aquel ruinoso sitio, arrebatársela. Aun cuando significaran aquellos meticulosos trazos el roce mortal de la locura, aun cuando su contenido significase la entera determinación de su desgracia. Nuestro pobre miserable reía empapándose de heladas lágrimas y se abrazaba abrigándose bajo la sombra de la miseria. Definitivamente había perdido toda esperanza. Vivir solo significaba resguardarse inútilmente en una terrible trampa hacia la eternidad.
Pero quiso la eternidad devolverle un curioso eco del destino…
Había observado en el suelo, el mismo suelo ensuciado por el barro y otros desechos, justo en el punto donde incidía la luz, una sombra. Una simple y minúscula sombra deformada en ocho articulados filos que la sostenían y que había conseguido exaltar a nuestro protagonista.
Se quedó paralizado. Contuvo cuidadosamente su respiración y alzó la mirada hacía el agujero del techo. Contempló cómo elegante descendía y suave se deslizaba sobre el haz de luz.
Nuestro protagonista atendió con su mirada el lento descenso de la tarántula. La observó con el más absoluto detalle, atendiendo a su fisonomía, su comportamiento receloso y ávido de oscuridad. De niño le habían horrorizado por completo las arañas y una tarántula seguramente le habría espantado, se habría asqueado, acto seguido paralizado, encadenado por neuróticos pensamientos de viscosidad y carne picada, temblores y hormigueos en su cabeza o espalda.
Y en cambio, sin encadenamiento sino ligado a un único y turbio pensamiento, la veía descender directamente hacia su mano.
No cometáis el error de suponer que era una metáfora la araña, pues una metáfora era lo que nuestro preso buscaba, guiado por una maldición romántica que diese, al menos, un mínimo de sentido, si no a su vida, a su final. Pero la realidad era que tras tragar el veneno, solo un montón de ajados papeles con delirantes escritos, una carta y un putrefacto cadáver, fue lo que llenó el vacío de aquella horrible estancia. Y nada más…

lunes, 15 de mayo de 2017

Fantasma

Dios mío, he visto a un fantasma… Tenía la cara pálida y demacrada, con unas profundas ojeras negras de muerto viviente. La barba abundante envolviéndole prácticamente el rostro y un aire peculiar, quizás sería su atractivo… Sí, esa apariencia irreal a lo Stanley Kubrick, esa deformación grotesca de la personalidad en su estigmatizada mirada de genio loco. Pero sobre todo y lo que más terror me evocaba era, aquel destello, brillo distraído en sus ojos, aquella endemoniada lucidez con que me estudiaba. Aquella sátira ironía, absorto en el infinito que asesinaba con cada débil pestañeo. Era la expresión de un enfermo. Enfermo porque por primera vez en mucho tiempo había comprendido el significado real de lo que implicaba despertar. Enfermo porque me miraba y escudriñaba cada vez más hondo, penetrando en mis martilleantes pensamientos. Enfermo porque estaba allí, justo en el espejo y no podía evitar llorar al verlo.

Destellos sobre un corazón desgastado

Apágate breve vela  (Macbeth - William Shakespeare)

Mi inmortal recuerdo es tu luz
diamante de la noche tristeza.

Mi mayor don es mi maldición
ambición de ser Hamlet
y servir a la ironía de mi tragedia,
llorar junto al ataúd de mi desamada Ofelia.
Mi destino me guía cual Macbeth
a desmerecer el trono de mi conciencia.
Mi inmortal recuerdo es tu luz…
Por favor… apágate breve vela…

Mi inmortal recuerdo es tu luz
diamante de la noche tristeza.

Emperatriz de nocturna niebla
astro de pálido fulgor gélido.
Nausea de la noche bella…

martes, 9 de mayo de 2017

Sensible

Mi corazón destila la nostalgia
de escribir tristeza en cada lágrima.
Mis ojos derraman la sed
que bebe el dolor de mi alma.
Me ahogo en el lago del llanto
y me baño en su suciedad.
En la pureza de su oscura soledad.

Soy el alma de lo inerte
la vida de lo artificial.
Una pasión sin esencia
una abstracción de mi ideal.

Estoy cansado y harto
de buscar… esperar…
De encontrar sin recompensa
de alienarme para madurar.

Estoy cansado y harto…

Estoy… soñando.