Mentiría si dijera que necesito tiempo para conocerte porque no te amo.
Mentiría si afirmase que “Si amar a una persona es aceptar envejecer con ella, yo no soy capaz de semejante amor.”
Miento si te digo que tú no me impresionas en cada gesto de tu personalidad, en cada destello intenso de tu mirada, en cada pensamiento que guardas.
Porque es verdad cuando te confieso que el mayor terror, que he sentido a arrepentirme de mi vida, ha sido cuando he sopesado un futuro en el que te perdía.
Es verdad si te digo que estoy arrepentido de ser el mayor idiota; de contemplar un rostro que lloraba después de expresarme lo más puro; de escuchar cómo estábamos hechos el uno para el otro mientras yo vagaba en un cementerio de ilusiones y recuerdos.
Es cierto que mi felicidad es la libre expresión de tu amor, que me maravillo con tus anhelos, con tus vicios, que solo soñar con nuestros errores ya me proporciona una feliz noche.
Es real que no conservo ningún mal recuerdo por tu parte; que es auténtico este sentimiento porque he caminado perdido tres años y lo único que ha cambiado de mi amor tras recordarte es que ahora es mucho más intenso.
Mentiría si te dijera que nunca ha sido verdadero, si expreso que al recordar cómo nos amábamos no le veo sentido a esta historia.
Pienso que sólo mis defectos son los que nutren el absurdo de nuestro pasado; que lo único extraño es que tú te enamores de mí, pero nunca que yo caiga rendido ante tus piernas, tu sonrisa y tus bellos ojos, ante tus húmedos labios que expresan amor en todas sus formas y lenguajes.
Quiero ser esclavo de tu persona, de tu risa, de tus ideas y de tus secretos. Siento terror de ser libre, de liberarme de este sentimiento.
Aun así, admito que vivo en un laberinto donde cada pasillo tiene su distorsionado espejo y que me confundo con mi propio reflejo.
Porque te sueño por necesidad cada día mientras tú moras lejos.
Admito que soy un dolor vacío, un corazón desierto, un terror y una valentía que me tensan y me quiebro.
Solo busco al ángel que con sus alas de luz y oscuridad me arrope en su pecho.
Busco ser, en cada ciclo, eterno.