Te escribo desde mi sentimiento
desde la prisión en la que estoy preso.
Atrapado en la cárcel de tu recuerdo
marginado a la soledad del deseo.
Te sueño en cada instante de tiempo
en cada suspiro de mi pecho.
La tristeza que siente mi alma
duele menos que el dolor de olvidarte
y te sueño, soñando poder curarme.
Soñando que tu beso beba cada lágrima
y de la negra melancolía me salve.
Te sueño como sueña el cielo la mañana,
ya te soñaba antes de encontrarte.
Y anhelo, tornar pasión insoportable
este intenso deseo de amarte.
Pero tengo miedo… miedo de no volver a verte,
de mirarte y nunca poder conocerte…
Te escribo… añorando la libertad de tus alas.
Tocado por las musas que te idolatran
que me obsequian la virtud de quererte.
¡Mi sed solo sacia en la pureza de tus aguas!
Te quiero… pero sé que ya te he perdido.
Te he perdido porque eres superior a mí.
Porque no existe belleza en la tristeza
porque me miro y solo veo a un infeliz.
Por ello no son estos los últimos versos que te escribo.
Pero sí es este, el último poema que te dedico...