Tengo que afrontar que el tiempo todo lo deshace,
que la vida está inmersa en el cambio
y no puedo seguir amándote.
Porque no es real que me extrañas,
no es cierto que somos una sola llama,
sino que me consumo solitario.
Tengo que afrontar que soy un extraño,
ya no me miro al espejo como a un hermano,
y tampoco veo el cielo en tus ojos y labios.
Lo vería… si los dos nos amáramos.
Pero camino abandonado y taciturno
cada día sobre los rieles de la melancolía,
cada día sollozando la ilusión rota, de que tú eras mi mundo.
Tengo que afrontar que no eres mi mar
sino que me ahogo en tormento y daño,
que este dolor me asfixia en llanto,
que pensarte solo es arena
y me quemo en este desierto que es soñar.
Tengo que afrontar la amarga pena
de que el tiempo todo lo afronta
sin compadecerse de mi existencia.
De que la vida no ha nacido para que nos besemos,
no ha querido que con nuestros ojos nos hechicemos,
sino que me atormenta en la locura
de martirizarme, confundiendo tu piel con cada duna,
tus ojos con la verdad más profunda
y tu sonrisa con una felicidad pura.
Tengo que afrontar que ni siquiera eres ceniza,
que eres un fuego invisible que no arde ni se apaga,
que para que esta tristeza termine, debo arrancarte de mi vida.
Por favor ¡ayuda! no sé cómo vivir entre mis ruinas.