como flechas que apuntan al centro de la diana.
Hay casualidades que destruyen un sentimiento
para dar luz a un nuevo mañana.
Las circunstancias se trenzan como un laberinto de incertidumbre;
mezclan felicidad y nostalgia, compasión y rabia, amor y desesperanza.
Hay casualidades que irradian emoción y nos emborrachan;
nos atan a un hilo invisible que guía nuestro destino,
nos ciegan bajo un sol que deslumbra sin poder ver el camino.
Hay casualidades que son corazón de nuestros deseos
porque esclavos de nuestras ensoñaciones buscamos tesoros
y cavamos fosos para desenterrar nuestros anhelos,
pero solo encontramos el mismo vacío al que caemos.
Hay casualidades que nos sorprenden como truenos,
casualidades que nos desvelan olvidados secretos.
Hay casualidades que amarran en puertos de nuestro interior
para evocarnos de nuevo una ilusión.
Existen casualidades que son un feo tapiz de nuestra verdad.
Coincidencias que nos desgarran y enferman nuestro juicio,
coincidencias que nos engañan sin alterar la realidad.
Hay casualidades y delirios, coincidencias y designios,
pero siempre oculto entre el caos la inteligencia y la soledad.
La razón que no encuentra razones y la locura de ver más allá.