Nocturno Secreto

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Un extraño y fiel amigo

Apareciste en mi vida como una caída en el vacío. 

Llenaste mi corazón de silencio y me quebraste en la soledad del mundo. 

Recuerdo las horas lentas que me tragaban, 
mis pupilas oscuras contemplando el vértigo del abismo; 
contemplando una oscuridad invisible en cada sitio. 

Me enseñaste la inconsciencia de mi yo en un espejo empañado; 
me mostraste un camino hacia la libertad con grilletes de tristeza. 
Juntos nos exaltamos, celebrando cada instante que le robábamos a la muerte. 

Pasó el tiempo y una hormiga en mi alma soñó con vivir en el cielo. 
Habíamos matado a la razón en vez de asesinar al gran ego. 
Y en la inmensidad de lo ilógico nos volvimos radicalmente pequeños. 

En mi corazón habitaba el gusano y en mi cerebro el árbol del bien y el mal. 
Sencillamente infecté mi cabeza para transformarme en crisálida y protegerme del dolor. 

Después, de tanto admirar el hueco entre el espacio, de tanto soñar con disolverme, caí al pozo de la miseria. Húmeda crisálida que frenó la metamorfosis de mi locura. 

Entonces, intenté desentenderme de tu telaraña. Pero cientos de ojos me miraban hambrientos. Un dios más terrible me devoraba en cada sueño. Un monstruo que se alimentaba de mi cordura. Un ser que me enseñó el miedo a vivir en la mentira. 

Al final, tú siempre permaneciste a mi lado como una sombra de la existencia. Como un veneno que alimenta cada sentimiento. Y me mostraste que el mayor tesoro siempre debía seguir existiendo cuando todo sea polvo. Pues no hay mayor gloria que saber vivir lejos de la grandeza. 

Ahora, vago solitario en el carril de la indiferencia, con el recuerdo de que tu verdad es ese corazón de piedra, que llora agua y existe para ser arena. 

Circulan los días y no deja de dolerme tu compañía. Pero he aprendido que no hay valentía sin sufrimiento, que no hay merecida belleza sin sufrimiento, que no hay crecimiento sin sufrimiento. Y se presente como se presente ese sufrimiento, ya sea tristeza, miedo o delirio; no hay verdadera moral que funcione sin tu vacío que arrebata el sentido. 

Gracias, amigo que moras en la niebla de la nada y que cada día me acompañas.

domingo, 24 de octubre de 2021

En guerra con el mañana

Cada día me enfrento a la esperanza. 

Despierto con el corazón compungido, 
sangrante como una cascada de sangre, 
triste, por abrir los ojos a la soledad. 

Cada día contradigo las promesas de mi alma. 

Desayuno, como añorando el dulzor de la vida 
mientras bebo el amargo café que me inyecta energía. 

Soy un pozo oscuro y húmedo donde resguardo mis lágrimas. 
Soy una cárcel con barrotes que encierran mis ideas. 
Soy el trance de un río de nostalgia. 

Cada día me esfuerzo por desmentir la belleza del amanecer. 

No se si encontraré mi destino, 
cuando solo encuentro un yermo océano 
con un cementerio de ilusiones que me han arrancado. 

Llevo un año caminando un laberinto de palabras 
esperando encontrar un feliz final. 
Pero temo que simplemente será otro desierto. 

Cada día sueño por besar lo real con los ojos abiertos. 

Pero despierto, ando, vivo y duermo… 
Con el sentimiento en conflicto con cada pensamiento. 
Con la certeza de que cada día… será otro día sin nuestro encuentro.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Sentimiento

Todavía flotan los sueños en la ingravidez de mis pensamientos, 
todavía lloran mis ojos como dos perlas del océano. 

Me siento cautivo de mi inconsciencia, 
enamorado de un fugaz destello 
que dibuja la belleza. 

Soy un desordenado sentimiento, 
una sombra, un viento, una tormenta. 

Me despliego como dos alas negras 
que vuelan en la ingravidez de mi conciencia; 
como una pálida y fulgurante estrella, 
la cual irradia el reflejo mi difusa huella. 

Todavía siento un fuego en mi corazón, 
un resplandor que marchita la oscuridad 
y que con su ardiente calor, a mi alma envenena.

viernes, 27 de agosto de 2021

Un desgastado poema

Echo de menos la felicidad. 
Escribir navegando sin naufragar. 
Llorar tan solo por feliz nostalgia 
y nunca para llenar un decadente pozo 
donde duermo y despierto cada mañana. 

Echo de menos ser estrella que ilumina el vacío, 
corazón de diamante veteado en destellos, 
hoguera que calienta los más tranquilos sueños. 
Echo de menos ser pasión y caudaloso río. 

Las noches son distanciada alegría, 
calles sin vida que se esconden en rincones sombríos, 
soledades de cemento con cristales de botellas 
y restos de basura que ensucian mis pegajosas suelas. 

Pero los días son más ciegos que las noches en vela. 
Quema el sol incipiente quemando en tormenta, 
abrasa con el sofoco de remordimientos de conciencia. 
Y son ciegos los días porque no alcanzo a ver mis metas, 
solo un destino que más allá del horizonte se aleja. 

Echo de menos la suavidad de la vida, 
la sombra que serpentea tranquila 
proyectada por el resistente latido de mi existencia. 

Han pasado meses que he naufragado sin hallar una isla, 
que me he bañado en un océano de tristeza 
bajo un cielo sin aves, ni ninguna estrella que en la noche ría. 

Echo de menos el cariño de un abrazo que yo entregue a otra persona. 
Echo de menos mi esperanza. 
Echo de menos la belleza. 

Echo de menos sentirme poesía y no como ahora, 
que solo siento ausencia y melancolía dentro de un desgastado poema.

lunes, 21 de junio de 2021

Fui...

Fui valiente 
y caí al precipicio. 
Ahora, solitario en este infierno incandescente, 
intento ser cuerda para escalar mi abismo. 
Fui ciego en mi libertad 
de tanto admirar al sol, 
de tanto soñar con la oscuridad 
y confundir esa estrella con una bella visión. 
Fui cielo en mis ojos por un instante, 
en el que la belleza me besaba 
con su maravillosa mirada, 
en el que el amor se convirtió en arte. 
Fui espejo del sentimiento 
que me abrazaba mecido en su cuna. 
Reflejo del destello de lo eterno 
que se grabó en la noche oscura. 
Ahora, remo en la arena de cada duna, 
persiguiendo el océano para dejar atrás el desierto, 
persiguiendo el aroma del mar que sopla el viento. 
Pero vago en círculos de soledad, 
errático y aplastado por un sol de tempestad. 
Deshaciéndome en el vapor de sueños sedientos 
que con el fuego del cielo se desvanecen, 
que de la alegría de ser me desprenden, 
y me secan con la sed de beber falsos recuerdos. 
Fui vacío 
y caí en el hueco. 
Ahora, busco escalar más allá del vértigo, 
intento, 
llenar mi silencio con un intenso y profundo río.

jueves, 10 de junio de 2021

Abatido

He caído al pozo de la miseria moral. 
Me he bañado en barro y bebido soledad. 
He desnudado, en el aire gélido, mi conciencia 
y ha tiritado culpa respirando indiferencia. 
He vomitado apatía bajo la náusea del tiempo. 
He llorado ácido corroyendo cada recuerdo. 
He quemado mi alma y comido sus cenizas. 
Me he perdido en el laberinto de mis heridas. 
Me he despertado hundido en el secreto etéreo 
que cada día gravita incógnito en mi cerebro.
He arrancado de mi pecho el sol de la esperanza 
para apagar la luz de mi delirio que me abrasa. 

He arrullado mi interior con la luz de la luna 
para escribir versos que se deshacen como polvo en la duna. 

He bailado con torpeza en cada peldaño 
tratando de engañar mi desengaño. 
He sollozado como un niño asustado 
recordando fantasmas de un castillo olvidado. 
He paseado por el cementerio de mi melancolía 
guardando luto por mi enterrada alegría. 
He luchado contra mi desequilibrada mente 
y me he caído al abismo como siempre. 

Y en definitiva… 
He amado la tristeza como extraña belleza 
y aunque no deseo su paupérrima riqueza 
persiste siempre entregándome un tesoro como emblema. 
Pero ese tesoro es solo poesía… 
y estoy cansado de tanto enajenado poema.

viernes, 4 de junio de 2021

Vacuo

He terminado cayendo en lo vacuo, 
como un poema sin alma. 
El día brillante irradia pálido 
en mi monotonía blanca. 

El paisaje se desgasta 
como una erosión de mis emociones. 
No queda intensidad en mi pasión, 
solo un pozo empedrado de decepciones. 

El recóndito sendero hacia mi interior 
es yermo y árido, como el sol de mis ilusiones. 
Estrella cegadora que todo lo quema, 
como ha incendiado mi pena 
con más dolor. 

Y una vez más he caído en lo vacuo 
porque mi caminar es superficial, 
porque en lo egocéntrico divago.  

Soy preso de mi soledad descorazonada, 
de la rutina en esta ciudad que día tras día me grita, 
del cemento y el ladrillo que sepulta mi esperanza. 

He terminado cayendo en lo vacuo… 
porque he perdido el ánimo de continuar hacia algo.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Flores de nostalgia

El camino que se extiende ante mí 
es extraño, lejano e incógnito. 

He sentido emerger una paz 
en mi interior pantanoso, 
una paz que ahora se extingue 
como la ilusión de un oasis. 

Me he sentido renacer al presente 
y entregarme a una nostalgia alegre. 
Me he sentido como una hoja que se desprende. 

Pero el tiempo ha degradado la primavera de mi otoño, 
Me ha arrancado la felicidad de mi melancolía, 
posando sobre el suelo de mi alma marchitos pétalos 
de mis emociones desarraigadas. 

La libertad por el camino que se extiende 
se ha sepultado con mis lágrimas. 

El camino es extraño, lejano e incógnito, 
lleno de soledades sin esperanza, 
lleno de hojas que se confunden con flores sin alma, 
poemas que se degradan.

martes, 27 de abril de 2021

Melancolía

Desanimado y confundido, 
como ebrio y melancólico, 
siento el mareo y la pena 
que me hunden en el delirio. 

Locura de no ser mi sino, 
sino solo ser charco estancado, 
camino brumoso y opaco, 
soledad crucificada sin martirio. 

Desgarrado está mi pecho, 
corazón roto que bombea nocturno 
el insomnio que bebe silencio oscuro. 

La ciudad, intensa, brilla con el destello 
de luces que son artificio y murmullo 
del dolor maquillado por el consumo. 

El vacío del estrellado cielo 
se traga todo don diurno. 

¡No hay felicidad con estrella! 
¡No hay realidad que sea bella! 

El amor se quebró en el crepúsculo.

sábado, 17 de abril de 2021

Muerto en el interior

Muerto en el interior, 
como un cadáver en un pozo, 
como un gusano dentro de mi corazón. 
Cavo hundiéndome hondo, 
cavo para enterrarme solo, 
mi oscuridad ciega cada rincón. 

Veo un vacío en cada cristal, 
un frágil destello que quiebra, 
veo mi rostro demacrado de soledad, 
mientras escucho cantos de sirena 
ahogándome en el fondo del mar. 
No hay hogar, no existe hospital, 
Llegó pronto el inerte metal de mi condena, 
Llego tarde, no hay solución que disuelva tristeza. 

Quise ser feliz amarrado a tus piernas, 
pero solo desgasto ilusión, esposado a las tinieblas. 
Quise ser feliz y nunca lo consigo, 
Quise, solo quise morir contigo, nunca solo y deprimido. 

Ahora el camino es un sucio destino 
donde perderme ya no sorprende, 
donde morir pone fin al abismo. 
Toco el fondo, me desprendo de mi mismo, 
me aferro a todo, pero nada me prende. 

No hay fuego, solo hielo y un infinito negro cielo. 
No hay fuego, solo hielo y un estropeado trágico espejo.

domingo, 11 de abril de 2021

Tercera parte y final de "El carro de Helios"

Primera parte: Nocturno Secreto: El carro de Helios

Segunda parte: Nocturno Secreto: Segunda parte de "El carro de Helios"


- Zeus, te habla Atenea. Ulises ha restaurado el carro de Helios, ha domado a los caballos, amarrándolos al carro. Es verdad, ha sido necesario que primero cayera al inframundo, destruyéndose así el carro de Helios, para que, reparándolo después, pudiera ganarse el afecto de los corceles. Como consecuencia se ha convertido en dueño, al igual que Helios, del carro centelleante como el sol. Ha dominado a unos caballos que solamente los dioses eran capaces de apaciguar. El cuidado que les ha ofrecido, el tiempo que ambos han convivido en las tinieblas del inframundo, les ha unido con lazos de amistad. Hemos visto como los fieles corceles: Flegonte, Aetón, Pirois y Éoo defendían a Ulises de las tres cabezas de Cerbero. Con sus cabellos flameantes han sido antorchas, para guiar al joven Ulises en el reino de las sombras. Él los ha serenado, cantándoles canciones acerca de las maravillas del cosmos, las cuales, presenció la primera vez que condujo el carro de Helios. Es cierto, la primera vez cometió falta, pero ha enmendado su error, erigiéndose virtuoso al conducir el carro hasta aquí, el olimpo. Helios debería sentirse orgulloso de la inteligencia de sus corceles; pues han comprendido que, sin el gran Ulises, no habrían conseguido escapar de la baldía tierra del inframundo. Lo mismo de orgullosa estoy yo de Ulises, pues ha cumplido mi profecía, que conseguiría controlar el carro de Helios, y no solo eso, sino que lo ha devuelto al refulgente hogar de los dioses. Sin ninguna duda, también se cumplirán las demás hazañas que el futuro le promete.

Solamente pide un favor, que los dioses le permitamos conocer la verdad acerca de la belleza.

- Estoy impresionado con ese joven, Atenea. Pero mucho me temo que me decisión, respecto a si ese formidable joven puede conocer la belleza, va ser negarle tal conocimiento.

- Pero Zeus, debo contravenir vuestro mandato. Es cierto que sois el padre de todos los dioses y que merecéis obediencia; en vos reside el gobierno de este cosmos. No obstante, debéis saber, que son igual de poderosas las razones por las cuales yo creo en este joven. Su ambición se ha corregido, su prudencia ha madurado y su valentía siempre ha sido certera. Es fecundo en ingenio y noble en temperamento. Ya sabéis vos que traerá la armonía a Ítaca con un excelente gobierno. Controlando el carro de Helios ha conseguido lo que ningún mortal ha logrado jamás. Ni siquiera Aquiles, a pesar de su sorprendente agilidad y gran destreza en el combate, llegaría tan lejos como aquel de quién yo os hablo. Tampoco Hércules, pese a sus doce forzosos trabajos, sería capaz de igualarse a este joven en inteligencia. Y sabéis como yo que también arduos trabajos le esperan a Ulises.

- Todo eso que decís es posible que sea cierto, Atenea. Pero dime una cosa ¿por qué habría de recompensar a ese joven con un don que a todo mortal le está vedado? Este joven, Ulises, aunque haya conseguido mayor hazaña que cualquier mortal, incluso sin ser un semidios, no me parece que sea más noble que otros mortales. Conozco los esfuerzos a los que le van a enfrentar los hados, y en todos esos esfuerzos, siempre va a anteponer su interés a los demás. Realizará grandes proezas únicamente siendo fiel a su deseo de volver al hogar, no hará como Hércules, que realizará trabajos por el bien de los demás. Es cierto, llevará a Ítaca a la armonía, pero ¿es que acaso no debe todo rey traer felicidad a su pueblo y gobernar con justicia? Yo diría que un gobierno justo y feliz es lo mínimo, a cambio de todas las comodidades que el pueblo le ofrece y le permite ¿Por qué recompensarle por haber controlado el carro de Helios, cuando, si lo ha logrado, solo ha sido porque primeramente ha errado en su cometido? Le observo y es arrogante, habla con prepotencia, no parece haber corregido ese defecto en su cuidado por corregir su ambición. No, Atenea, me temo que Ulises no será recompensado, tal vez haya ganado vuestra confianza, pero yo soy el padre de todos los dioses y debe ser mayor el mérito para que yo le premie. Ahora discúlpame porque debo hablar con los Hados.

- Zeus se ha marchado. Reconozco que hay verdad en lo que dice, pero yo creo en ese mortal y pienso ayudarle a mi modo. No debe olvidar Zeus que, si bien él es padre de todos los dioses y es el rayo y el cielo su gobierno, el mío es la inteligencia y la astucia, es por ello que admiro a ese joven, porque, de entre todos los mortales que son príncipes, él es quién más busca ejercitar su intelecto. Hablaré con él, ya que espera en la entrada del Olimpo una respuesta.

Ulises ¿Es profundo tu deseo de comprender el misterio de la belleza, o, por el contrario, es solo caprichoso y pasajero, fruto de un remordimiento de tus errores, y, cuando te sea concedido destapar tal secreto, olvidarás lo aprendido únicamente para servir a tu beneficio? Dime ¿Por qué anhelas comprender tal misterio? existen miles de mortales que también lo persiguen, y, sin embargo, no son recompensados, sino que mueren en penosos esfuerzos a pesar de que su honradez era pura.

-Atenea, es cierto que son el pesar de mis remordimientos, el sufrimiento y la angustia que me ha sobrecogido, las razones por las que persigo esclarecer el misterio de la belleza. La herida que me ha causado es grave y profunda, no comprendo cómo puede, algo tan puro como la belleza, ser capaz de habitar en este vacío que siento. Efectivamente, no es posible que habite en tan negra morada; la propia oscuridad de mi pecho ha corrompido lo que antes era precioso. Lo que no deja de sorprenderme es que ha sido la misma belleza la que me ha destruido. Por ello busco entender su misterio; albergo la esperanza de que, comprendiéndola, sea capaz de atesorarla, llegando a existir una posibilidad de curación en mi alma. Pero no es vanidad o capricho lo que me empuja, sino un deseo de hacerme mejor persona. La verdad del misterio que descubra en este lugar pienso transmitirla y hacer ejemplo de ella. Creo que solo así conseguiré tornar en realidad, el esplendoroso futuro de Ítaca. Aunque dentro de mi corazón pienso que es un vano cuento de hadas ese futuro. Por ello necesito conocer el misterio, para reanimarme y poder llevar a cabo mi destino.

- Entonces esmérate en comprender el misterio de la belleza. Me has convencido y yo creo en ti; de modo que te pienso ayudar a alcanzar tu objetivo. Escúcha lo que vamos a hacer. De entre todos los dioses, solo Apolo y Afrodita son poseedores del misterio de la belleza. Sin embargo, Afrodita siente una especial devoción hacia Paris, príncipe de Troya, y si descubriera que tú, Ulises, enemigo de la ciudad de Ilión, persigues su secreto, jamás te permitiría alcanzarlo y se volvería contra ti. Por ello debes conseguir embaucar a Apolo para que te confíe su misterio. Pensarás que él también es tu enemigo, ya que es defensor de Troya, pero, joven mortal, ignoras cuan persuasiva resulta la atracción de un alma gemela. Si actúas con ingenio lo entenderás.

Lo primero que voy a hacer es cambiar tu apariencia por la de el dios Helios. Después, distraeré al verdadero Helios acostándome con él, mientras tú encuentras la manera de cautivar a Apolo, para que te revele su conocimiento. Buena suerte Ulises, tu camino está marcado por los Hados.

- Ya me veo reflejado con la forma de Helios. Gracias por tu ayuda Atenea y adiós. Ahora a buscar a Apolo. Ah, ahí se encuentra. Espero que no sea arduo mi cometido, pero a cualquier obstáculo me pienso enfrentar, ya que es poderosa la necesidad que me guía.

Apolo, dios de la razón y la belleza, qué alegría encontrarte aquí en el Olimpo. Lo cierto es que te andaba buscando. Dime ¿no consideras ridículas estas viejas querellas entre mortales; qué si somos Apolo y Helios un mismo dios o distintos dioses; qué si no es justo que Apolo sea identificado con Helios, ya que tú encarnas el fulgor invisible, la luz de la razón, en lugar de la del sol, arrebatándote así todo domino de la physis y recluyéndote a un reino puramente ideal; mientras que, a mí, Helios, se me imposibilita ser poseedor de la luz de la verdad, con la que alumbrar cada día a los mortales? Es injusto que a ambos se nos confiera un mismo poder, pero dividido en diferentes dones; que, por culpa de esa diferencia, nuestra memoria quede distorsionada en las diferentes epopeyas con las que nos confunden y nos recuerdan los humanos ¿No crees, fiel amigo?

- Tienes razón, Helios, cien veces he detestado como, a capricho de la voluntad de mortales, edifican templos con la errónea creencia de que somos idénticos, cuando debía ser, por todos conocidos, que mi divinidad es diferente a la tuya.

- Pero dime, amigo ¿no detestas, también, que, a capricho de mortales, nos nieguen a ambos una parte de la luz que el destino de los númenes nos ofrece, a ti lo inteligible y a mí lo terrenal, en vez de compartir, con idéntica fuerza, los mismos poderes?

- Tienes mucha razón, más glorioso sería para nuestra unión y más poderoso ejército para defender el Olimpo formaríamos si, como tú dices, ambos compartiéramos nuestros dones.

- Pues te propongo un pacto que afianzaría nuestra alianza, hermano. Permíteme que conduzcamos juntos el carro de Helios, yo te mostraría mi secreto para templar a los corceles y, a cambio, tú me desvelas un misterio que escondes y que me es muy preciado conocer. Yo te honraría, obsequiándote para tu libertad, el conducir el carro cuantas veces te plazca. Pensarás, ¿pero qué favor puede ofrecerme ser dueño del sol? Yo te responderé, ser testigo de todas las maravillas del cosmos, así gobernarías, no solo en intelecto, sino, también, en materia más sólida. Imagina que progreso para tu ciencia y tus artes.

- Me atrae la idea, Helios, pero, solo si verdaderamente me place, te desvelaré algunos de mis secretos. Así mismo, ea, contemplemos las maravillas del cosmos.

- Y bien Apolo, ya has visto cuan inmenso es el universo y como abriga el sol la vida de los seres de la tierra. Pero, antes de contarte mi secreto y pedirte que me reveles tú el tuyo, se me ocurre ofrecerte un galimatías que sé que a ti te divertirá.

- Estoy ansioso por escuchar.

- ¿No es cierto que los dioses poseemos el don de transformar nuestra apariencia y la de otros?

- Sí, es verdad, pero dime ¿a dónde quieres llegar?

- ¿Cómo puedes estar tan convencido, entonces, de que yo soy Helios, no podría ser que algún enemigo tuyo, tal vez Aquiles, o el mismo Ulises, te engañara para burlarse del gran dios Apolo?

- Tienes razón, pero te engañas en un detalle. Solamente Helios es capaz de conducir este carro y veo que te manejas con destreza. Así que es claro que tú eres Helios, sin duda no me engaño.

- Cuan profundo es vuestro pensamiento. Pero dime ¿cómo puedo estar yo seguro de que vos sois el divino Apolo? Antes de desvelaros mi secreto me gustaría cerciorarme.

- ¿Te basta esta muestra de mi música? solo el dios de las artes sería capaz de tocar la lira con tanta maestría y belleza.

- Tenéis razón, sois Apolo entonces.

- Ya veis que no hay galimatías que se me resista, Helios. Ahora contadme ¿Cuál es el misterio que poseéis para dominar a los corceles y no descarriar el carro?

- Antes decidme, cómo puedo estar seguro de que me contaréis vuestro secreto. Pudiera ser que os aprovecharais de mi confianza y después de contaros yo mi secreto me negarais el vuestro.

- Helios, si no os cuento mi secreto u os miento, os doy mi permiso para que destruyáis todos los templos dedicados en mi honor y, así, mi deidad desapareciese por completo del proyecto de los dioses. Dicho esto, no os queda más remedio que confiar.

- Tenéis razón, pero antes de contaros el secreto de Helios, me temo que debo contaros yo el mío.

- ¿Cómo decís?

- Me temo que no soy Helios, sino Ulises, hijo de Laertes, fue Atenea quién me hizo tomar la apariencia de Helios y lo hizo para ayudarme. Solo bajo la apariencia de Helios habríais aceptado contarme vuestro secreto, pero, engañar al dios de la razón y la belleza, habría supuesto un fuerte castigo para mi conciencia. Aún estamos en el carro de Helios y todavía podría coaccionaros, amenazándoos con estrellar el carro en las profundidades abismales del cosmos, si no me revelarais el misterio de la belleza. Pero no sería capaz ya que, sois una deidad que admiro tanto como a Atenea. De modo que os devuelvo al Olimpo.

- Esperad, joven. ¿Sois el príncipe Ulises, aquel que descubrirá el modo de franquear los inexpugnables muros de Troya y que traerá paz y prosperidad a Ítaca?

- Eso dicen las profecías de los Oráculos, pero yo ya no creo en tales designios.

- Y ¿por qué no? Sin duda sois un joven ingenioso y valiente. Decidme ¿cómo habéis conseguido dominar a los corceles? ¿Por qué aquél que ha logrado lo que ningún mortal, aquél que se ha ganado la confianza de una diosa, aquel que es capaz de engañar a un dios y al mismo tiempo ser honrado contándole la verdad, por qué ese hombre merecedor del honor no iba a alcanzar tales logros?

- Porque ya no creo en la belleza de la vida. Antes era feliz, creía que estaba destinado a grandes hazañas, pero me doy cuenta que esas hazañas solo se gestaron en mi fantasía. He confiado ciegamente en un sueño que, creía, me mostraba la belleza. Esa belleza me hirió y pensaba que sería capaz de fortalecerme para defenderla, de luchar por un ideal de amor que supuestamente me había transformado. Pero me engañé. La herida que me hizo es muy profunda. Ahora todo me pesa o es ajeno a mi felicidad. No creo en mí mismo para poder salir de mi propio inframundo. Pienso que no ha merecido la pena haberme arriesgado en poseer la belleza. Estoy rendido. No me ayudan las artes, ni la naturaleza y la fraternidad de los humanos me es distante. Todo a mí alrededor posee la forma de lo trágico. Todo es insuficiente para curarme. Pues la belleza me ha repelido y no la encuentro en ninguna otra parte.

- Entiendo tu pesar. Aunque me temo que no puedo desvelarte el misterio de la belleza, ya que no existe mortal a quién se le conceda tal privilegio, puesto que la belleza en sí es intangible y únicamente los dioses podemos percibirla con los sentidos.

- Esa era mi última esperanza y la he desperdiciado.

- Nunca se desperdicia la esperanza cuando se es joven, Ulises.

- Sí se desperdicia. Sobre todo, cuando no encuentro nada en este mundo que me ayude a levantarme. Todo lo que es precioso se asemeja a una vulgar imitación de lo que amo y he perdido. Nada destella con la suficiente fuerza para maravillarme. No sufro de depresión, pero estoy malherido. Existo resignado por una derrota que me tumba en la tristeza de un frío océano. Ya no hay felicidad auténtica, solo instantes de alegría y largos momentos de infelicidad. No quiero morir, pero siento que solo tras la muerte encontraré una paz verdadera. La que me ofrece la vida es insuficiente, plagada de intranquilidad e insatisfacción. Lo dicho, no me queda esperanza, o si me queda, es un vano intento por luchar contra lo inevitable.

- No voy a mentirte. No existen palabras de alivio cuando uno se siente tan afligido. El pesar que sientes es profundo y por ello más profundo debe de ser tu esfuerzo por salvarte. Pero no cometas el error de creer que no existe escapatoria a tu tristeza. La vida, si por algo se mide, es por su inconmensurabilidad. No puede ser medida, ni tampoco acotada, no es posible preconcebir toda una vida anticipándose uno a la experiencia que va a vivir.

- El problema es que, en toda esa inmensa inconmensurabilidad, yo no encuentro hueco para la belleza; porque la auténtica, la que merezco que me hiera para hacerme más afín a ella, ya me ha abandonado. Es posible que la vida cambie, que conozca nuevas maneras de enfrentarme al mundo y de como vivir; pero en ese camino, siento que caminaré solo, porque he perdido la capacidad de amar. No quiero creer que seré rey, ni siquiera un rey justo. No soporto pensar que seré esposo y padre, porque esa vida es solo una fantasía. Siento que caigo en la locura, por no encontrarme en este sendero repleto de piedras. Una vez, no hace mucho tiempo, pensé que sería capaz de imitar tu gloria, Apolo. Pensé, que sería capaz de encarnar tu inteligencia y habilidad para aprender a vivir. Al final, lo que ha quedado de realidad, es mi interminable caída hacia la derrota. No veo al alba que salude, con su luminosa sonrisa, al futuro.

- Eso es porque aún vives en el instante más oscuro. Tu corazón habita entre tinieblas. Una vez te contó Atenea que Homero perdió la visión cuando contempló la belleza; que después de ese infortunio, buscó en la poesía recuperar la sensación que había perdido. Tú, ahora mismo, estás ciego, envuelto en oscuridad. Lo más que te puedo decir es que no afrontes con temor esa oscuridad. Tampoco que la abraces, sino que te permitas perderte en su opaco vacío. Para que cuando, algún día, por fin brille el alba en el cielo y te maquille con su fulgor, sienta tu alma recuperar toda la sensación de belleza que habías perdido. Es un camino difícil y también doloroso. Pero es el mejor camino que prepara a los héroes y reyes para enfrentar el mal de este mundo. La belleza no es una, indivisible e inmutable, Ulises. Sino que es plural, como todas las maravillas de la vida. Puede que ello implique que no haya dos seres idénticos, paro también quiere decir que no existe una única felicidad para una misma vida. Lo que se ha perdido se puede recuperar en otro lugar. Lo que debes tener siempre cerca de ti, lo que sí debes abrazar, es a ese afán tuyo por encontrar la belleza, aferrándote al tiempo. Tu sufrimiento puede encontrar un sentido y ese sentido encontrar un destino.

No es esto el misterio de la belleza, pero sí podría ser un camino que podéis recorrer vosotros, los mortales, esperanzados por hacer honor, con vuestros actos, a la verdad.

- Creo que entiendo lo que me dices. Gracias, muchas gracias Apolo. Puede que no me sienta mejor dentro de mi ser, pero si se ha abierto hueco para una nueva belleza en mi vida. Es pequeña y también muy difusa, como la luz que se difumina en el cielo del amanecer, pero es esperanza.

Solo una cosa más. ¿Por qué no me has castigado por haberos engañado? ¿Por qué ayudarme, si, también somos enemigos en la futura guerra de Troya? 

- Porque hay algo en tu personalidad, algo que reluce en todas tus aventuras y en todos los logros que Atenea narra, que me recuerda a la clase de hombre que admiran los dioses más sabios. Te he conocido y lo he entendido, no me extraña que seas el favorito de Atenea. Adiós Ulises, espero que continúes haciendo siempre de tu intelecto, tu virtud.

domingo, 4 de abril de 2021

Segunda parte de "El carro de Helios"

(Primera parte de "El carro de Helios") :  Nocturno Secreto: El carro de Helios

-He caído al abismo del Hades. Me prometí a mí mismo que dejaría libre a los caballos cuando condujese el carro de Helios, pero, en su lugar, he intentado dominarlos. He faltado a la promesa de felicidad que me ofrecía el destino. Ahora entiendo que nadie, ningún ser humano está preparado para conducir el carro. Cuando me he visto en la cima, contemplando el cosmos, el miedo a perder tan maravillosa visión me ha empujado a maniobrar las riendas. Pero ha sido inútil, he perdido el control de mi destino y he sido castigado a caer al fondo del inframundo. Del destello de aquella felicidad, que vislumbré en mi sueño, solo queda la ilusión. La imperfección dolorosa que ha dado respuesta estéril a la duda de si merecía la pena. El carro de Helios se ha destruido, los caballos han huido perdiéndose en las yermas llanuras nubladas por la bruma del inframundo.

- ¿Tan pronto te rindes? ¿Después de que los dioses te confirieran el don de salvar a Ítaca y de poseer la belleza?

- No me conferisteis ningún don. Ahora lo entiendo, fui lo suficientemente estúpido como para creérmelo, pero la realidad es que solo soy un humano que necesita de la ayuda de los dioses para dar luz a mi ingenio. Nada, ningún mérito de mis obras ha recaído en mí. Acosé al tiempo anticipándome al destino; me vestí con los ropajes de Dionisos para tan solo caer en el ridículo de mi propia embriaguez. Ítaca solo ha sido una ilusión de mi enfermiza mente. Mi futuro con esa mujer, Penélope, es una sombra que me repele con su oscuridad. He confundido tragedia con comedia y ahora, muchísimo antes de lo que cuentan las profecías, solo me queda vestirme con las prendas de la pobreza, para regresar derrotado a mi hogar.

- El camino que ofrecemos los dioses nunca es sencillo.

- No, es cierto, es escarpado, cansado, agobiante, incierto, pone a prueba todo el potencial del intelecto amarrándonos a las cavernas de las que nacemos. Pero yo ya no creo en mí mismo, al igual que tampoco creo en mi futuro en Ítaca o en el amor recíproco de la mujer que amo. La verdad es que todo se asemeja a una vana y vulgar apariencia. Pidiendo libertad y gloria me he cegado con la luz de Apolo. Me han engañado los rayos de Zeus creyendo vislumbrar a Apolo en sus destellos. Ahora existo atrapado en la tormenta de los cielos.

- Los Dioses todavía confiamos en ti, Ulises, se te ofreció conducir el carro de Helios porque sabíamos que tú descubrirías el secreto para poder conducirlo. Has pecado de imprudente y ambicioso, pero eres consciente de tu mal y vencer esos dos males es erigirte como un sabio en la victoria.

- O podría sucumbir a esos males. La imprudencia y la ambición son los dos vicios de la tiranía. No, si debo vencer esos males será huyendo para evitarlos, porque en mi corazón no queda espacio para la fortaleza, se ha quebrado después de que perdiera el control del carro de Helios. El cáliz de la ilusión se ha hecho añicos. El destino puede que exista, pero no deseo que sea el delirio quien funde mi camino.

- Si de verdad pensaras que es un delirio no estarías aquí, hablando con los dioses. Veo en tus ojos una esperanza.

- Esa esperanza solo es el sentimiento de mi inconsciencia, la naturaleza irrevocable de mi corazón. Soy humano y no puedo renegar de esa naturaleza. Pero no tiene sentido que yo sea el elegido por los dioses. No tiene sentido que mi futuro esté destinado al lado de ella. Tal y como yo lo veo, no es derrota o rendición, sino la victoria que me coronaría con el equilibrio de mi mente. Debe de ser otro Ulises aquel a quien buscáis. Yo solo soy un joven con delirios de grandeza, solitario y apático.

-  ¿Y piensas rendir batalla contra el destino?

- Pienso recuperar mi cordura. Si realmente fuese mi destino, entonces no tengo de qué preocuparme. Pero no soporto seguir viviendo esperando un mañana que nunca alcanzo. Restauraré el carro de Helios, domaré a los caballos que han escapado, pero no pienso volar más alto que el propio suelo. Ya veo aquí, en el inframundo, la cantidad de almas que sufren por pretenderse grandiosos. Repararé el daño, pero demasiado tarde para reparar mi propio daño. Vosotros, los dioses, poseéis y prometéis la belleza porque nada puede heriros, sois inmortales, pero los mortales pagamos caro nuestros errores. La belleza nos hiere y esa herida, a veces es demasiado honda, tanto como para no querer poseer la belleza de nuevo.

domingo, 21 de marzo de 2021

Tengo que afrontar que el tiempo todo lo deshace

Tengo que afrontar que el tiempo todo lo deshace, 
que la vida está inmersa en el cambio 
y no puedo seguir amándote. 
Porque no es real que me extrañas, 
no es cierto que somos una sola llama, 
sino que me consumo solitario. 
Tengo que afrontar que soy un extraño, 
ya no me miro al espejo como a un hermano, 
y tampoco veo el cielo en tus ojos y labios. 
Lo vería… si los dos nos amáramos. 
Pero camino abandonado y taciturno 
cada día sobre los rieles de la melancolía, 
cada día sollozando la ilusión rota, de que tú eras mi mundo. 
Tengo que afrontar que no eres mi mar 
sino que me ahogo en tormento y daño, 
que este dolor me asfixia en llanto, 
que pensarte solo es arena 
y me quemo en este desierto que es soñar. 
Tengo que afrontar la amarga pena 
de que el tiempo todo lo afronta 
sin compadecerse de mi existencia. 
De que la vida no ha nacido para que nos besemos, 
no ha querido que con nuestros ojos nos hechicemos, 
sino que me atormenta en la locura 
de martirizarme, confundiendo tu piel con cada duna, 
tus ojos con la verdad más profunda 
y tu sonrisa con una felicidad pura. 
Tengo que afrontar que ni siquiera eres ceniza, 
que eres un fuego invisible que no arde ni se apaga, 
que para que esta tristeza termine, debo arrancarte de mi vida. 
Por favor ¡ayuda! no sé cómo vivir entre mis ruinas.

lunes, 1 de marzo de 2021

Nudo de amor en mi garganta

Camino por la ladera del vértigo 
ahogando nudos de amor en mi garganta. 
Camino por la ladera ciego 
y llorando poesía, derramando mi alma. 
Derramando un alma que ha envejecido 
más allá de la anciana luz del mañana. 
El futuro es como un río 
que se precipita hacia el abismo; 
una tristeza que maquilla el alba. 
Me siento temblar sobre este precipicio, 
me siento tiritar de nostalgia. 
Camino por la ladera del vértigo 
ahogando nudos de amor en mi garganta. 
La muerte es gélida y pálida, fría tez blanca 
que hiela la sangre de mi corazón 
pero que enamora con su dulce calma. 
No se conciliar metáfora y razón, 
no se lidiar con el amor, inerte corazón en ámbar. 
El cielo se tiñe de madrugada 
mientras la luna se desmaquilla de nácar; 
mientras el sol nace como un resplandor 
que marchita las luciérnagas de mi interior. 
El día es fulgor cruel y deslumbra al vacío 
que bordea mi acantilado; 
me incita a perderme en su frágil destino, 
a asfixiarme, con el nudo de amor desanudado.

lunes, 22 de febrero de 2021

Laberinto de soledad

Me he perdido en un laberinto 
de recuerdos sin pasado ni sentido. 
Atrapado entre muros que enredan 
mis sentimientos con mis delirios. 

Habito entre palabras que envenenan 
emociones contaminadas de tristeza. 
Encerrado en este laberinto sin destino 
la vida se nubla en un camino de pereza. 

Odio mi alma mezclada con mi ego, 
la claustrofobia de ser un perro ciego. 
Ladrando versos y llorando oscuridad 
mi ser roe los barrotes de la realidad. 

Realidad distorsionada por la paranoia y la soledad.

martes, 26 de enero de 2021

Lágrimas

Guardo en mi corazón una pena, 
saber que no he llorado todas mis lágrimas. 

Me siento aislado y confundido, 
difuminado en un recuerdo onírico. 
La realidad es inestable y pierdo equilibrio; 
me deslizo por un túnel de secretos prohibidos. 

Solo anhelo ver el final de mi tristeza, 
cruzar, aunque vencido, la línea de meta. 
Poder abrazar a lo intangible, 
igual que hace mi trastornada cabeza. 
No sangrar más mi corazón sensible; 
besar esa ilusión que desborda belleza. 

Pero guardo en mi corazón una pena; 
saber que me queda llorar más lágrimas.

sábado, 16 de enero de 2021

Palabras en poesía

El camino de mi esperanza se difumina 
a través del brillo apagado de tus pupilas. 
Sigo adicto al veneno que me inspira, 
con palabras herirme hasta sangrar vida. 

El mundo claro oscuro se observa distinto 
desde la ventana íntima de mi abismo. 
Las lágrimas ácidas se desprenden de mi río, 
fluyo escribiendo hasta sentirme extinto. 

Allí donde el amor con el cielo se confunde, 
muere el océano en la línea del horizonte. 
Solo queda el vacío que a mi ser irrumpe, 
el reflejo perdido que mi conciencia rompe. 

Mi mente naufraga en cada recuerdo 
que mi inconsciente ahoga en el tiempo. 
Sueño con atrapar de tus ojos el destello 
pero lo toco y siento el odio a mi reflejo. 

Sigo adelante ciego, infeliz y sin ánimo, 
esforzándome por caminar desorientado. 
Persigo un sueño que nunca alcanzo 
y que su cenit no me irradia esperanzado. 

El viento cálido ha cesado de soplar 
y queda estático el frío de mi realidad. 
La tristeza helada me congela invernal 
y no hay fuego que me retorne amar. 

Pero todavía siento el espejismo 
de tu voz en el interior de mí mismo. 
Y camino entre la grieta del delirio 
que ha cortado mi vida como un seísmo.  

El sol ha besado a la luna en el firmamento 
y la luna… le ha robado su brillo eterno.