III
Aquella
noche, envuelta en la noche,
que
aprisionaba su vida en la celda.
Cuando las
lágrimas de las estalactitas
goteaban
tímidas su profunda tristeza.
Sus pesados
párpados cerraron su vista
y el sopor del sueño holgó su cabeza…
He despertado a lo fútil de la
materia
Susurraba dormida su conciencia…
a la gran podredumbre de la gran tierra.
He despertado rendido del largo letargo
y harto, me encamino a rendir mi guerra.
Armado del flexible ingenio de mi arco
y de la virtud certera de cada
flecha.
Y mientras
él, nacido del frío mármol
pero criado
en materia de natural barro,
soñaba con
la sombra de su grandeza.
Mientras su
luz proyectaba oscuridad
en la
penumbra de su conciencia.
Otra luz
menos pura que la felicidad
y menos
oscura que la turbia tristeza,
bañó aquel
alma del calor más extraño
llenando su
ser de compañía y soledad.
Así
sucedió, tal como siente un poeta,
acurrucada
su alma, nacida sin cuna,
que en la
profunda noche de su pena
su nostalgia besó el aura de la luna.
Despierta de la vanidad de tu sueño
que soñar en esta noche espesa
es engañar con soledad a la tristeza.
Cuantos alzan su mirada al cielo,
bajo la sombra de este opaco techo.
Cuantos como tú hunden su mirada,
igual que hiere la mortal espada,
hiriendo su ánimo de dolor ciego.
Cuantos sangran sin rasgar el velo…
Así su
brillo sollozó en palabras
la radiante
musa de blanco nácar.
Sus ojos
eran grises como perlas
bajo el
negro océano de niebla.
Su pelo
azabache y su mirada alma.
Grácil su bella figura de hada.
Habitas en el abismo de la caverna
abismo de silencio y abismo de piedra.
Despierta de la vanidad de tu sueño,
despierta de esta noche de tristeza.
Recoge, aprende a tensar tu arco
y alcanza con fluidez tus flechas.
“Sé en la agudeza certero,
claro
en la dirección del disparo,
sangre en el corazón del
sentimiento”
Para que te brinde Apolo el milagro
de su mayor reconocimiento.
Alma de vida, espejo de barro.
Tú, nacido del frío mármol,
criado en materia de tiempo.