Hay un dolor agudo en mi pecho.
Es como
una luz afilada que se clava hondo
y atraviesa
mi corazón deshecho.
Desnudo
ante la verdad que he asesinado,
ante
unos ojos que me miran con desprecio
a pesar
de que sean del cielo los más bellos.
Yazco en
el inconsciente de mi averno
nadando
olas de caos, espuma y misterio
hasta
convertirme en disociados reflejos.
Alienado
sin sabiduría ni espejo,
sin amor
ni belleza que llore dentro.
Errático,
por una voz que me guía en el desierto.
Triste,
por una soledad que comparto en el remordimiento.
Abatido,
porque ambos ganamos perdiéndonos.
Victorioso,
aun sin conocer qué hay detrás de los ojos
de quien
me mira como a un gemelo.
Daño, eso es lo que siento.