Era una noche tan silenciosa que las
estrellas palidecían temerosas. Los cielos brillaban oscuridad con tanta
intensidad que finalmente fueron cegadas las estrellas y solo sobrevivió el
narcisismo fulgor de la luna. Un destello de muerte tan gélido como la soledad
y tan triste como un funeral sin velas que alumbraran siquiera un minuto de
aquel atronador silencio.
Tanto sufría de soledad, la luna, que comenzó
a apagarse y morir de pena.
Entonces sonó un profundo lamento que retumbó
en el cielo como un aullido proveniente de un frondoso bosque de oscuras hojas
que ennegrecían todavía más la noche...
La Ninfa
No es un hada ni una criatura de los bosques,
no es un ángel de la oscuridad. Es una esclava que muy lentamente se apaga y
desaparece en la noche. Era una bella luz hasta que palideció su alma y como
veneno de la melancolía gangrenaron sus alas. Descarriada en su grácil
fragilidad enamoraba a quién es sensible a la belleza. Sus ojos... eran pulido
azabache que impregna la mancha de su desconsolada esencia. Nunca un mortal
sobrevivía al mirar en su interior y hasta los más fuertes se rendían para
morir de pena. Entonces ¿Por qué resistía? cuando la soledad era el cáncer que
marchitaba sus deseos de volar... cuando el amor era la cicuta del injusto
juicio del destino. Cuando soñar era despertar de la vida a la muerte... Cuando
ella misma sabía que hay un final escrito... Quizás porque el viento de la
tormenta avivaba su fuego, porque cuando llovía sabía llorar en silencio.
Nunca renunció a la vida aún cuando la vida
parecía renunciar y la marcó profundo como una huella en la playa del horizonte
de su memoria, esperando la ola que le inundara de felicidad.
La Ninfa paseaba por aquella playa soñando
como quién sueña con la vida que en su interior le falta y nunca debió haber
muerto. Dejando otra marcada huella en su recuerdo. Ella solo sueña jugando a
ser niña y empezar de nuevo, pues ha renunciado a la esperanza de volar lejos y
sus alas, lento, cada vez más lento, muy lentamente, se van pudriendo.
El Poeta
No es un escritor sino un escriba que mezcla
mitos y leyendas, no es un retórico sino un orador de la belleza, en esencia,
un poeta. Un amante que roba el secreto de los labios con un beso y se le
escapa en vacías palabras adornadas. Y es este consternado muchacho que entre
la lírica de su nocturna taciturnidad cose con el hilo que teje sus sueños,
pero que su intenso miedo corta y desprende en versos. Buscando auxilio en un
poema que le exilie a ser poesía y le haga libre más allá de esta vacía
realidad sucia, donde se asfixia en el denso polvo de la monotonía.
Un sensible ser que pende de la locura y se
balancea bruscamente entre el sentimiento y la razón. Unos ojos encharcados sin
la fuerza para derramarse, un corazón ensangrentado en su interior. Un ser
escrito con la tinta de su frágil conciencia sobre el húmedo y deshecho papel
de su alma.
Busca en la inmortal noche un refugio donde
hospedarse y dormir hasta que muera la eternidad. Camina sobre la maleza, evita
hundirse en la ciénaga de su tormento y escala la montaña de la libertad...
Hasta que paupérrimo de amor encuentra sobre un acantilado, en el punto más
cercano a la luna y a la dolorosa muerte, la perfecta figura de una ninfa, que
con las alas rasgadas tantea hacer realidad su último vuelo.
- ¿Morirías en una noche sin luna llena?-
Preguntó el Poeta.
- Moriría soñando con vivir. Ya estoy
muerta...- Respondió la Ninfa.
- ¿Cómo puedes estarlo? Si vives en mi
corazón.
- Esa es tu historia poeta, no la mía.
(Auuuu...) La luna por un instante brilló
completa. (Auuu)
- ¿Truena el cielo?- Preguntó el poeta.
- No hay nubes en el cielo.
- ¿Cómo lo sabes si no se ve ninguna
estrella?
- Porque resplandece la luna.
- Ah pero mitad de la luna parece esconderse
tras ese opaco techo.
- Entonces... Poeta...
- Entonces ¿por qué llueve el cielo de tus
ojos e inmediatamente suena la tormenta? ¿Por qué en esa oscura niebla
encuentro el destello que no veo en las estrellas?
- Yo no lloro, ya no me quedan lágrimas.
- Entonces explícame porque tengo yo que
sufrir las lágrimas que a ti te faltan...
- No
lo sé...No debí ser tan niña. De veras que lo siento...
-¿Pero?
- Pero te has encaprichado de
una fantasía.
Volvió a tronar un aullido en el
cielo de la noche...
La noche era todavía más densa
en la negra espesura del bosque.
- ¿Tengo que ser yo el culpable?-
Preguntó el Poeta.
Donde la fértil semilla de la
imaginación echa hondas raíces en el alma.
- No quieras convertirme en el
origen de tus males- Respondió la Ninfa
Donde florecen espinas que
desgarran el corazón.
- Sólo quiero saber por qué es
justo que me sienta culpable por creer todo lo que me decías.
Y flores que germinan en el
jardín de la ilusión.
- Sabes que tenía mis razones y
que están justificadas.
Donde se halla la roja fuente de
mi nostalgia.
-¿Y a qué justifico yo mi dolor?
Y bebe de ella una oscura
criatura que acecha y comenzó a tomar forma aquella noche.
- A que el desamor te ha vuelto loco...
La Criatura
No es un hada ni una bella alma, no es un
demonio de ojos rojos, no es corpóreo. Es un grito de rabia anciana que desnuda
los árboles e inunda de terror el bosque. Es lamento, es etéreo.
Es el vapor gélido del invernal viento y la
húmeda tristeza del tiempo otoñal. Es el castigo del peor preso, la desesperada
súplica de auxilio en el desierto o el silencio en el cementerio. Es ese
diminuto y aislado punto en el destino, ese caos informe en que la vida y la
muerte se confunden. Ese peligroso delirio que causa el aroma de un recuerdo y
nos agota, nos debilita, consume nuestra alegría y ahoga en un pozo eterno.
Prisión informe como la laguna que reflecta
entera la luna y su marginal destello. Donde habita en la profundidad de sus
aguas una criatura. Mitad vampiro, mitad sirena. Mitad imperfección, mitad
angelical belleza. Mezcla de mitos y leyendas... De sueños diluidos en el
turbio lago de las pesadillas, que emponzoñan el alma de la Ninfa. Entre una densa
niebla del color de la tristeza. Se oculta la rosa de la luna, que desprende el
aroma que persigue ansioso el poeta.
Pero no encuentra el alma que desnuda la luz
divina. Solo una espinosa rosa marchitándose en la sangre de una sirena. Engaño
de la criatura...
La Loba
No es un demonio de la noche, no es una
criatura de la oscuridad. No es enemigo de la sociedad, la sociedad es enemiga
de su libertad. Fiel colmillo que desgarra la soledad.
Era, una sombra de la naturaleza que soñó una
noche sin luna llena con una noche sin estrellas. Soñó con dos almas
descarriadas que soñaron ser una sola llama pura y blanca como el nácar de la
luna. Soñaron con dos paisajes separados por el mar pero unidos por un mismo
cielo, una misma luna. Cada alma soñaba con el sueño de la otra alma pero una,
pobló su paisaje con las criaturas que soñaba la otra. Hasta el punto que se
mezclaron sus sueños y ya no distinguían los suyos propios. Sus almas se
convirtieron en reflejo la una de la otra y la luz de una se ensució con la
mancha que ocultaba la otra. Pero a pesad de la distancia, cada noche miraban a
la luna sabiendo que ahí estaba y que por tanto también la otra alma miraba. Un
pacto de amor secreto, un hechizo que centelleaba pero nunca se conjuraba.
Hasta que una de las dos almas decidió
despertar y olvidarse de la otra que todavía soñaba.
Como consecuencia la luna se partió igual que
quebraron las alas de la Ninfa, que permanecía esclava en el paisaje del Poeta,
donde se ocultaba el alma de ella.
La loba despertó y fugaz se distanció de su
manada adentrándose en el tupido de la noche. Hasta llegar a una laguna donde
vio a un poeta atrapado en las garras de una odiosa criatura que había tomado
forma de sirena.
Entonces la loba mirando a la luna emitió un
silbido que se elevó a un intenso aullido del que floreció una rosa blanca como
el nácar de la luna y cual idénticas plumas de las alas de la Ninfa.
El poeta maravillado al ver el verdadero
brillo de la rosa blanca, escapó de su engaño clavando la falsa rosa en el
negro corazón de la criatura. Y por fin, como quién apaga con un soplo una pálida
llama en una vela, logró acabar con la criatura.
La Luna
- ¿Morirías una noche de luna llena?-
Preguntó el poeta.
- Viviría por ver una luna así - Respondió la
Ninfa.
- Entonces vive para ver esta bella noche -
Dijo el poeta mientras le entregaba la rosa de la luna a la Ninfa - Antes de
que preguntes, recuerda que eres la envidia de la luna...
De pronto las alas de la Ninfa recuperaron su
brillo y con destellos en los ojos se despidió del poeta -Y mira siempre la
luna...
Una luna que por siempre desde entonces, no
deja de alumbrar la memoria del poeta y admirar la perla que refleja la feliz
nostalgia de su alma...
- Nunca he dejado de mirarla - Dijo el Poeta
mientras un cuervo volaba hacia la luna.