paseaba con nocturna poesía en el parque.
La luz de las farolas me incendiaba,
el corazón vibraba un fuego que ahora late.
Y de aquella negra niebla, difusa bajo una luz blanca,
solo queda el tesoro de la nostalgia.
He vuelto a sentir la inocencia de la palabra
en un poema que de belleza se desgarra.
A escribir metáforas en la distancia
de amores que ahora son solo nada.
Y de aquella feliz, espléndida magia,
solo queda el tesoro de la nostalgia.
He vuelto a ser la locura en mi alma
y el dolor en el lugar que nunca calma.
El placer donde el deseo no acaba,
el delirio que expresa eterno un cielo malva.
Y de aquella gama de sensaciones y hemorragia
solo queda el tesoro de la nostalgia.
He vuelto a llorar tu perfecta mirada,
tu ansia que por dentro me extraña
excitándome en la armonía de una llama.
Y de aquella luz que en mi ser araña
solo queda el perdido tesoro de la nostalgia.
Moriré como un cielo que se oculta de la claridad
y solo la nostalgia será mi inmensidad.
Moriré,
con el sentimiento roto de un poema imperfecto,
con la belleza que sangra mi empañado recuerdo.
Y vagaré,
solitario y sin esperanza,
en el extenso vértigo de mi profunda nostalgia.
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