Nocturno Secreto

martes, 7 de enero de 2020

El carro de Helios

-Me siento extraño y diferente. Mis pensamientos me pertenecen más que mis sentimientos ahora mismo. Creo que he despertado de un sueño prodigioso que me ha hablado de la verdad de este mundo. He conocido el valor de estar vivo, su fundamento y su inmortal belleza. Porque siempre esa belleza eterna me sonríe cada mañana con sus brillantes ojos inspirándome el mayor poema de mi vida. Siento un intenso deseo de abrazar esa belleza que me ha consumido hasta encontrarme a mí mismo. Estoy enamorado del mayor ideal y de la mayor realidad fundidas en un ser que me completa por dentro como la luz de la luna.

-Entonces ¿por qué no aceptas el regalo que te ofrecen los dioses?

-Porque estoy asustado. Noto como me alieno y ahora mis pensamientos me pertenecen más que mis sentimientos. Mi corazón sufre una contradicción que me corta en tristeza. Quiero entregarme con todo mi deseo y que me posea la belleza de este mundo. Quiero ser feliz, ahora que entiendo realmente la felicidad. Despertarme cada mañana con la felicidad a mi lado y acostarme con la pasión de su delirio. No sueño en otra cosa. Pero he despertado. Lo que antes era una obsesión ahora solo me mece plácidamente con la pavorosa voz del paso del tiempo.

-Los dioses te han ofrecido el mayor don. Muchos lo han anhelado con toda su alma. Conducir el carro halado del dios helios y contemplar en persona el misterio del cosmos.

-¿Y si resultase que no puedo aceptar el obsequio, aunque ese obsequio fuese lo más preciado? Muchos lo desean pero también existen quienes lo lograron y se cómo acabó. Nadie ha conseguido dirigir el carro sin evitar que sus llamas arrasaran la tierra. Yo no quiero ser responsable de esa tragedia. No quiero alterar el orden ni la armonía de este mundo. Una vez me perdí a mí mismo hasta el punto de querer gobernar como un tirano en Ítaca.

- Atenea te ha confiado su conocimiento porque ha visto en ti la misma sabiduría que algún día derrotará a Troya y traerá la paz a la ciudad de Ítaca.

-No creo en el destino. Lo que me cuentas parece la voz de un loco fantasioso, un delirio peligroso que ningún imprudente se atrevería a creer. La megalomanía y la ambición son los padres de la miseria y el sufrimiento.

-Dices no creer en el destino ¿entonces por qué sí afirmas creer en los dioses hablando con ellos?

-Porque necesito consejo, comprender mis sentimientos. Quiero entregar toda mi conciencia y pasión a ese sueño del que te he hablado al comienzo. Mi felicidad ya no me pertenece pero sí el miedo. Ahora que he despertado de ese maravilloso sueño me asusta la realidad. No creo estar preparado para contemplar la verdad de este mundo a los ojos.

-Pero por dentro lo ansías.

-No sé qué es lo que ansío. Recuerdo el sueño y me siento renacer, pero no soy ingenuo ¿Cómo voy a creer en la perfección? Y si en realidad no es perfecto, quiere decir que no es real y solo fue un sueño.

- Dime ¿Ves arriba en el cielo al sol?

-No, veo como resplandece, pero nunca he visto claramente al sol, no puedo porque mirarlo me ciega.

-Dicen en un diálogo que Homero quedó ciego después de contemplar la belleza, y que desde entonces, buscó en la poesía recuperar la visión de todo lo que había perdido. Todo lo que es bello en este mundo no es perfecto. De lo contario no nos importaría. Es necesario que la belleza, que no es perfecta, nos hiera hondo para poder aprender a amar. Así, el sol jamás brillaría con toda su intensidad si no fuese su intensidad la fuerza misma de todo lo que está vivo. No voy a mentirte, aquella perfección de la que hablas fue un sueño. Pero creo que la belleza que contemplaste fue demasiado real e intensa. Tan intensa que el precio a pagar ha sido perder la perfección.

-Entonces mi temor es cierto, si no ha sido perfecto, no es eterno ¿y si aquella felicidad se ha acabado? ¿Y si porque ya no es perfecto ya no soy capaz de sentir?

-La belleza en sí, aquella que es ideal y no ocupa un lugar en este mundo es perfecta y eso es lo que has aprendido en tu sueño. Pero la belleza que participa de los seres, la que nos hiere por ser real es la que nos importa y por tanto merece nuestro temor. ¿Quieres saber si además merece la pena? Lo sabrás si logra que encuentres el valor para contemplar la verdad a los ojos. Todo lo que es verdaderamente importante merece de nuestro temor y por tanto también de nuestro valor.

-Creo que voy a aceptar vuestro obsequio.

-¿Cómo te has decidido de repente?

-Porque creo haber entendido cual es el sino de este mundo y el medio para no caer derrotado cuando conduzca el carro de helios. Antes me atormentaba vuestro mandato porque no me creía en verdad digno de ello. He entendido que el carro de helios es ingobernable; el hijo de Helios sucumbió y arrasó la tierra, pero yo no pereceré porque sé que es ingobernable. No perderé el tiempo tratando de controlar a los caballos y los dejaré libres. Puede que sea cierto y el destino exista; sin embargo, todavía hoy comprendo que ese destino depende de nosotros. Lo sé porque siento temor y ese temor me suplica que encuentre el valor para luchar por lo que me importa. Creo en esa belleza de la que hemos hablado. Gracias.

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