Me he bañado en barro y bebido soledad.
He desnudado, en el aire gélido, mi conciencia
y ha tiritado culpa respirando indiferencia.
He vomitado apatía bajo la náusea del tiempo.
He llorado ácido corroyendo cada recuerdo.
He quemado mi alma y comido sus cenizas.
Me he perdido en el laberinto de mis heridas.
Me he despertado hundido en el secreto etéreo
que cada día gravita incógnito en mi cerebro.
He arrancado de mi pecho el sol de la esperanza
para apagar la luz de mi delirio que me abrasa.
He arrullado mi interior con la luz de la luna
para escribir versos que se deshacen como polvo en la duna.
He bailado con torpeza en cada peldaño
tratando de engañar mi desengaño.
He sollozado como un niño asustado
recordando fantasmas de un castillo olvidado.
He paseado por el cementerio de mi melancolía
guardando luto por mi enterrada alegría.
He luchado contra mi desequilibrada mente
y me he caído al abismo como siempre.
Y en definitiva…
He amado la tristeza como extraña belleza
y aunque no deseo su paupérrima riqueza
persiste siempre entregándome un tesoro como emblema.
Pero ese tesoro es solo poesía…
y estoy cansado de tanto enajenado poema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario