Nocturno Secreto

lunes, 11 de enero de 2016

La Quimera



Se contemplaba en el deprimido reflejo de la ventana del último tren hacia la última estación. Rallaba cada minúsculo detalle de su rostro  con pensamientos que martirizaban a traición.
Una horrible quimera germinaría aquella noche destrozando cada fibra de su más alta estigma, corroyendo cada fibra de su cerebro, ahogando en cinismo helador cada fibra de su empatía. Su esperanza muerta, difusa en los páramos de su melancolía, radicaba en dar de beber al mundo el agrio veneno que enturbiaba la mismísima sangre.
Seguía torturándose mirando su horrible faz. Una cara merecedora de desaparecer de la faz de la tierra. No existía expresión de alegría ni de dolor, tan solo una mórbida ansia de rencor que obstruía sus vasos sanguíneos y le oprimía de ansiedad.
Se odiaba como no podía ser de otra manera confinado en aquel delicado cuerpo.
Se lamentaba, sufría ofuscado en su deseo de ser otra persona. Sus manos acariciaron temblorosas sus empapadas mejillas y se contrajo vomitando el odio de su dolor.
¿Quién pudiera querer a alguien como él? lo sabía desde hacía muchísimo tiempo, desde que nació estaba maldito. Siempre estaría solo. Nunca su piel rozaría la sedosa piel. No conocería la cálida embriaguez de soñar en los brazos de una hermosa mujer.
Su rostro era una sádica burla del destino y una ociosa infección para sus pensamientos que rallaban el luminoso cristal de su reflejo.
El tren había finalizado su trayecto.
Salió del metro y se sentó en el banco de un parque cercano a su oscura suerte. Allí continuó bebiendo de su sufrimiento mientras dejaba pasar las horas en la noche. Hasta que de pronto un amable señor se sentó a su lado. Transcurrió un espectral silencio para nuestro protagonista. La noche ennegrecía con mayor intensidad en la densidad de su alma,y sus pensamientos daban un vuelco sobre continuos intentos para despachar la incómoda presencia del anciano sentado a su lado.
El anciano interrumpió a la melódica armonía de la noche comenzando a hablarle. Al comienzo su  voz, templada y amable, serenaba los nervios de nuestro protagonista. Le contó sus más personales vivencias, sus estímulos más secretos , sus noches de tragedia y soledad y compartió con él sus pensamientos más hermosos de la vida. Quizás este notable anciano atisbó en los ojos de nuestro protagonista un espejo donde reflejar su dolor y así, cansado de los pesares de su vejez trataba desesperadamente de encontrar un amigo. Sin embargo, nuestro protagonista mientras escuchaba sus relatos, buscó desesperadamente huir de su martillean te y tranquila voz. La horrible quimera que germinaba en sucabeza había comenzado a adoptar forma en sus pensamientos, y la voz del anciano había sido el desencadenante. Oírle narrar aquellas experiencias con semejante serenidad le irritaba y no solo su voz, también sus historias le desplomaban.  Pues veía en sus relatos y cada vez más en su persona un espejo empañado por la alegría. Un espejo que era necesario destruir.
Envidiaba al viejo y eso le consumía. Así que educadamente y con palabras amables le pidió que le acompañara.
EL anciano parecía contento pues creía haber encontrado por fin un amigo. No obstante cuando llegaron al rincón de una calle y el viejo comenzó a sospechar, ya era tarde.
Tiró con una zancadilla al anciano al suelo y con su maletín del trabajo aplastó la cabeza del anciano con agresividad. La golpeó continuamente sin descanso descargando todo el odio que gangrenaba en su interior.
No era un psicópata, no había morbo en su cruel acto ni indiferencia hacía lo acometido. Pues lloraba, lloraba por todo el mal que había sufrido y el dolor que se veía empujado a arremeter.Pero que culpa tenía el pensaba. Su madre esquizofrénica, su padre le maltrataba, la tragedia estaba escrita.
No, no había sadismo, solo una neurosis reprimida durante toda una vida, una vida de celos, soledad y horror hacia sí mismo.
Terminó con la vida del anciano, ¿pero había terminado todo ahí? Se vengaría, la sangre significaba una nueva salida menos cruda que su dura vida. Terminaría con todos aquellos que se habían burlado de él, con la superficial chica que le partió y hundió el corazón, con el profesor que le ridiculizó delante de sus compañeros y le llamó inútil.
Saciaría su sed con la sangre de los culpables que dieron vida a la quimera.



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