Nocturno Secreto

domingo, 3 de enero de 2016

El Viento en el Espejo



Fue en aquel mismo instante cuando Jaime descubriría como era en realidad. Un simple brillo que espera extinguirse atrapado en el cristal. Tan solo una mirada le bastó  para apenarse mientras al otro lado ella se reía burlonamente. Sus manos rozaron el contacto y solo quedó la distorsionada imagen de una huella palpando la eternidad. Sobreviviendo al paso constante del tiempo, aún cuando nos es empujado al olvido y nos empaña en el final. Ya todo para él sería lo mismo y nada, le daría igual...
Salió del cuarto de baño tras permanecer ausente, frente al espejo inmerso en sus pensamientos. Regresó a la solitaria y vacía habitación  mientras se esforzaba por dormir bajo el acolchado perfume que enturbiaba sus recuerdos. Sabía el difícil día que le aguardaba mañana y pensar que pronto volvería a verla no le ayudaba en absoluto a reposar sobre aquella cama. Donde intensas noches disfrutaron unidos la fragancia.
Al día siguiente el ensordecedor ruido del despertador le arrancó de la plenitud de sus sueños y taciturno, un día más, se aseó y vistió preparándose para lo que seguramente sería una triste y dolorosa despedida que envenenaría su memoria el resto de su vida.
A fuera el seco paisaje otoñal y su fresco viento lo arrastraban al duro encuentro en la cafetería del parque mientras ella le esperaba. Sentada en la misma mesa donde una feliz tarde floreció su amor entre el calor de un abrazo y un dulce beso. Lamentablemente ella había deshecho los pétalos de aquella flor y marchitaría clavado en el corazón de él. Nada lo ayudaría a desprenderse del tallo, protegido por puntiagudas espinas que rozó, cuando al verla volvió a respirar su dulce aroma a rosas que flotaba en el viento. Ella muy fría le devolvió el saludo y se sentaron para ahogarse en una diluida discusión que cristalizaba sus miradas en el espacio y a él le perdía en el tiempo. En cierto modo era culpable de que ella se marchara, pues nunca vio lugar para ella en la abstracción de sus pensamientos que lo inundaban día y noche haciendo de la realidad una aburrida obra de teatro. Ella se había hartado y con una última frase impronunciable en su recuerdo, se marchó poniendo fin al drama.
Allí plantado escribió, Jaime, otro cuento esperando hasta que se descargara la batería de su portátil. Escribiendo, empujado por su imaginación, las palabras fluían sobre la pantalla con la misma elegancia con que flotaban las hojas secas del parque.


     Fue en aquel mismo instante cuando Jaime se descubriría a sí mismo como era en realidad. Un simple brillo que espera extinguirse atrapado en el cristal. Tan solo una mirada le bastó  para apenarse mientras al otro lado él se reía burlonamente contento por reconocerse una vez más. Sus manos rozaron el contacto y solo quedó la distorsionada imagen de una huella palpando la eternidad. Sobreviviendo al paso constante del tiempo, aún cuando nos es empujado al olvido y nos empaña en el final. Ya todo para él sería lo mismo y nada, le daría igual....

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