Fue en aquel mismo
instante cuando Jaime descubriría como era en realidad. Un simple brillo que
espera extinguirse atrapado en el cristal. Tan solo una mirada le bastó para apenarse mientras al otro lado ella se
reía burlonamente. Sus manos rozaron el contacto y solo quedó la distorsionada
imagen de una huella palpando la eternidad. Sobreviviendo al paso constante del
tiempo, aún cuando nos es empujado al olvido y nos empaña en el final. Ya todo
para él sería lo mismo y nada, le daría igual...
Salió del cuarto de
baño tras permanecer ausente, frente al espejo inmerso en sus pensamientos.
Regresó a la solitaria y vacía habitación
mientras se esforzaba por dormir bajo el acolchado perfume que
enturbiaba sus recuerdos. Sabía el difícil día que le aguardaba mañana y pensar
que pronto volvería a verla no le ayudaba en absoluto a reposar sobre aquella
cama. Donde intensas noches disfrutaron unidos la fragancia.
Al día siguiente el
ensordecedor ruido del despertador le arrancó de la plenitud de sus sueños y
taciturno, un día más, se aseó y vistió preparándose para lo que seguramente
sería una triste y dolorosa despedida que envenenaría su memoria el resto de su
vida.
A fuera el seco paisaje
otoñal y su fresco viento lo arrastraban al duro encuentro en la cafetería del
parque mientras ella le esperaba. Sentada en la misma mesa donde una feliz
tarde floreció su amor entre el calor de un abrazo y un dulce beso.
Lamentablemente ella había deshecho los pétalos de aquella flor y marchitaría
clavado en el corazón de él. Nada lo ayudaría a desprenderse del tallo,
protegido por puntiagudas espinas que rozó, cuando al verla volvió a respirar
su dulce aroma a rosas que flotaba en el viento. Ella muy fría le devolvió el
saludo y se sentaron para ahogarse en una diluida discusión que cristalizaba
sus miradas en el espacio y a él le perdía en el tiempo. En cierto modo era
culpable de que ella se marchara, pues nunca vio lugar para ella en la
abstracción de sus pensamientos que lo inundaban día y noche haciendo de la
realidad una aburrida obra de teatro. Ella se había hartado y con una última
frase impronunciable en su recuerdo, se marchó poniendo fin al drama.
Allí plantado escribió,
Jaime, otro cuento esperando hasta que se descargara la batería de su portátil.
Escribiendo, empujado por su imaginación, las palabras fluían sobre la pantalla
con la misma elegancia con que flotaban las hojas secas del parque.
Fue en aquel mismo instante
cuando Jaime se descubriría a sí mismo como era en realidad. Un simple brillo
que espera extinguirse atrapado en el cristal. Tan solo una mirada le bastó para apenarse mientras al otro lado él se
reía burlonamente contento por reconocerse una vez más. Sus manos rozaron el
contacto y solo quedó la distorsionada imagen de una huella palpando la
eternidad. Sobreviviendo al paso constante del tiempo, aún cuando nos es
empujado al olvido y nos empaña en el final. Ya todo para él sería lo mismo y
nada, le daría igual....
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