Nocturno Secreto

miércoles, 12 de julio de 2017

Claro de Noche

La noche encendía su oscuridad
entorno a la luz de la luna.
La noche con su manto cubría
el limbo de la pausada ciudad.
Ahuyentaba la áspera negrura
a la suave claridad del día.
El delgado fulgor lunar mecía,
con sus hilos, la ensoñaciones
de un reino de ilusoria belleza.
Apartada de la noche y la tristeza,
en medio de la vacía soledad,
una dama de nívea piel de luna
dormía despierta y apoyada
sobre el alfeizar de la ventana.
Enfrascada en la fragancia de sus ilusiones
su mirada conservaba el aroma de su juventud.
Mientras la luna velaba la sensible luz,
del alma de la dama,
ella acariciaba el destello
que, cual blanquecino espectro,
en su ánimo irradiaba un delirio
contaminado de pureza;
un bacilo de feliz melancolía
que sanaba su sensibilidad enferma.
La oscuridad sollozaba el brillo
de su radiante nieve.
De la bohemia soledad de la plaza
alumbrada por la mortecina claridad
surgió una figura de elegante identidad
que mostraba a la dama
el haz de una rosa ardiente.
Cual llama de pasión enamorada
ella descendió las escaleras
enfrascada en la perfecta flor
cuyos pétalos se tornaban perlas
bajo el centelleante fulgor.
Acudió al encuentro de su amor
arropada con la fría desilusión
de descubrir que no era flor y tallo
sino daga, con una rosa de decorado,
apuñalándose en su sangrante corazón.
Así cierra la tragedia su desenlace
con la gélida y carmesí sangre
bañada por la clara luz de una traición.

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