Continuó con el
miedo. No
siempre continúa con el miedo. Todo depende del grado de paranoia que sea capaz
de alcanzar la persona que esté sufriendo. La paranoia que alcancé fue mayor
que el oleaje del mar revuelto. Despertaba cada mañana con el sólo pensamiento
de la soledad mientras, monótonamente, con absoluta certeza meticulosa del
destino incierto y caprichoso, desordenaba la ansiedad cada uno de los rincones
de la prisión de mi habitación y cerebro. Me levantaba hastiado, sin ninguna
imagen que emanara cristalina de la fuente de mis ideas. La ansiedad que
sentía, turbaba de pesadillas mi almohada y jamás la luz lograba atravesar la
persiana. Una sombra que te amenaza, una bombilla que se funde, con la
oscuridad. Una puerta que se cierra chirriando o una tele que olvidas apagar y
te despierta asustado. Unas extrañas pisadas que martillean tu techo, un
ensordecedor grito que desgarra tu alma. Una eterna e invernal calma que te
ahoga sin lágrima y cada vez más hondo te aplasta. Un silencio innombrable o un
sordo pensamiento de ese cementerio de palabras que es tu mente. La angustia se
siente en todas partes…Y en ninguna la ayuda que te salva…
Prosiguió con el delirio. Nunca sepas cómo prosigue el delirio. Si
has sentido en tus carnes y alma las cicatrices de mis palabras, nunca
arranques la costra de sus yagas, y no escapes de esta cárcel de los sentidos.
Sin embargo el delirio es fluido, ágil y violento como la imprevista
inspiración. Flujo indefinido del insólito río que desemboca en la frustración.Las
horas del día se tornan largas y tediosas cual hastío que estalla en tu cabeza
y oprime tu corazón. Te levantas una vez más pues cuando te estas muriendo sólo
te queda descansar. El
diáfano cristal que constituye tu alma se torna impreciso y nebuloso. No
reconoces tu rostro y distanciado de tus sentimientos te desvaneces fuera del
cristal…
Concluyó con la fantasmagoría. No es un fantasma y tampoco una
alegoría. Siempre concluye con la fantasmagoría…Desperté una noche helada sobre
un suelo embarrado con charcas malolientes y plagado de cadáveres de ratas.
Desperté allá donde los gusanos se nutren de las inertes almas y el hedor es
tan hondo como el mismísimo podrido pozo en el que desvalido me encontraba. La
humedad se encharcaba en mi garganta y respirar aquella venenosa atmósfera
resultaba una verdadera agonía. Tan idéntico como ese agudo dolor congestionado
en nuestro pecho, que nos vacía asfixiándonos hasta que morimos de ansiedad.Tan
hondo. Tan atrapado en el fondo de este pozo estrecho y gótico. Confinado por
gigantescas negras rocas que al final, tan roto y desesperado, tan afligido y
derrotado, tan desconsolado con el ánimo tan enterrado y tan ansiado de que
este profundo abismo y vacío se llenara y desapareciera... Que no pude
otra cosa más que romperme a llorar. El oscuro y nuboso cielo de mi alma se
quebró abriendo paso a la tormenta. Entonces igual que un milagro caído del
cielo comenzó a llover mientras lloraba. Cuanto más llovía más lloraba,
maravillado por ver como el pozo se inundaba más y más hasta que finalmente,
tras subir tanto el nivel del agua, pude recobrar el ánimo y sentimiento de esperanza y lograr escapar.
No,
no es una alegoría.
Porque
de esto se trata, de esto va esta mierda de vida. Tocar fondo y salir a flote
cada día.
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