Vendí mi alma al diablo
a cambio de ser su amo.
Brindé con sangre en palacio
escribí mi propio epitafio.
Rasgué alas al hado.
Ahogué recuerdos del naufragio.
Forcé mi lágrima
por un capricho diario,
anima a mi ánima
con un verso de malfario.
Probé del pecado
su jugo más viciado.
Zumo del edén
que mis ojos han llorado.
Me explayé de mi sién
hacia un horizonte olvidado.
Pero fuiste tú, amada,
quien a la poesía traicionaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario