Everyone around you has murdered someone something sacred
(Marilyn Manson)
Todo el
mundo a tu alrededor ha matado a alguien o algo sagrado. Incluso tú, si aún no
te ha acontecido tarde o temprano ese momento te llegará. Vendrá inesperado y
veloz como un rayo afilado, tajante sobre la superficie del instante marcándote
una profunda cicatriz que durará el resto de tus días. Es por ello necesario
ser valiente para asumir la cruel desdicha de tu acto y no caer rendido ante la
trágica voluntad del destino.
Unos
sollozarán, otros se lamentarán, ambos arañarán su desesperación, pero solo
quien al final se arriesgue saltando hacía el abismo de lo inevitable
triunfará.
En
definitiva es inútil reprimir la fuerza que dicta quienes somos.
Nací en
el seno de una familia mal acomodada, por no decir y más bien reprimir mi
vergüenza de ser pobre. Mi madre muy rigurosamente me educó al catolicismo y mi
padre como opositor de género que era me educó en la cruda actitud de la
salvaje supervivencia.
-
Papá
-
Dime
hijo
-
¿Para qué
sirve el pene?- Pregunté
-
Por dios
santo, hijo, me estás diciendo acaso que eres incapaz de darte cuenta por ti
mismo. Tan inútil puedes llegar a ser... ¿Tú para qué crees que sirve?
-
Para
mear, pero...
-
¡Orinar,
hijo! no seas tan vulgar, de quién has aprendido esa expresión tan grosera.
-
Todos
mis amigos en la escuela dicen eso papá
-
Joder,
ya ves a qué clase de colegio ha sido capaz de llevarte tu estúpida madre.
Aunque lo digan tus mediocres amigos tú no debes decirlo, ¿me has entendido?
¡Maldita sea! tú debes seguir el ejemplo de tu padre y no hacerme preguntas tan
idiotas que hasta un niño de tres años sabría responderme.
-
John no
le hables así a nuestro hijo que tiene solo 4 años, es normal que haga
preguntas- Dijo mi mamá.
-
No le
defiendas al chico querida, le estoy enseñando a pensar por sí mismo, cosa que
tú no has hecho en tu vida. Así que no me repliques y ¡cállate!
Mi madre guardó silencio.
-
A ver
hijo, ¿si ves que por el grifo sale el agua para qué crees que sirve el grifo?
-
Para
conducir el agua hacia el fregadero.- Contesté indignado mirando hacia otro
lado.
-
Mírame
hijo, pues si sabes eso porque no sabías para que servía... ¡Mírame cuando te
hablo! Me debes respeto desastre de persona. ¡Existes gracias a mí!
-
¡De eso
quería hablar!- Chillé.
Mi padre se enfureció
todavía más y amenazó con pegarme, pero gracias a uno de sus diminutos
instantes de lucidez que le permitían equilibrar el peso de sus modales frente
a su familia en la balanza, se frenó. Conservó una aparente calma, me miró y
acto seguido me abrazó pidiéndome disculpas.
-
¿A qué
te referías hijo?
-
Pues...
no importa papá, mejor dejémoslo era solo una curiosidad tonta.
-
Ves lo
que le haces al chico - Habló mi madre.
-
¡No
empieces querida!, a ver, ¿qué querías preguntar?
-
Yo...
solo me preguntaba que si los hombres tenemos pene y las mujeres no y si solo
sirve para orinar por qué esa distinción. Solo era eso...
-
¿No irás
a contarle al niño eso John? es demasiado pequeño para...
-
¡He
dicho que te calles! ¿es que quieres amariconarlo con tus prejuicios de
puritana? ¡Es eso lo que quieres! ¡qué le de asco el sexo siendo un afeminado
avergonzándose de ser un hombre toda su vida! ¡Va a ser un jodido maricón y le
van a dar por culo por tu culpa!
Mi padre gritó a mi madre
tan alto como nunca antes había ocurrido y en medio de la discusión que
taladraba mis pensamientos, sin poder evitarlo, lloré. Pero ni siquiera el
llanto amansó a la fiera de mi padre que siguió cada vez más fuerte
acuchillando con palabras a mi madre.
-
¡Es
crucial que se haga un hombre!
Mi madre
me cogió en brazos y me llevó a mi cuarto. Allí muy dulcemente mientras me
acariciaba, con una voz que enamoraba me advirtió de los peligros de ser como
mi padre. Me enseñó a nunca maltratar a una mujer y a no volver a llorar por
culpa de cobardes como mi padre.
Me
enseñó a ser un hombre.
Pasó un
mes y llegó el primer rayo que me marcó. Me encontraba solo en mi cuarto y
había descubierto que restregando mi pene sobre la cama sentía verdadero
placer. Así que jugué largo rato apretando mi pene contra la cama y moviéndome
adelante y atrás mientras me divertía tratando de averiguar en qué punto del movimiento
disfrutaba más. Sí hacia adelante o hacía atrás, sí hacia adelante o hacía
atrás. Continuamente en un alocado frenesí conteniendo la agradable sensación
que terminó por desprenderse en un estallido de placer.
El juego
había terminado. No entendía porque pero intuía por una extraña fuerza del
destino que ya había excedido cierto límite impuesto, y la necesidad se había
desfogado. Después descubrí una segunda necesidad, la de orinar tras haber
terminado.
Pasaron
minutos y de nuevo sentí la necesidad de restregarme solo que esta vez me marcó
el corte del tiempo. Contemplé mi pene eréctil tras el frotamiento. Que digo un
pene, aquello era una auténtica polla. Era como divisar el enorme tamaño y
magnificencia de una montaña e intimidarte. No podía apartar la vista ni
tampoco dejar de extrañarme. Pues aquella nueva y elevada prolongación de mi
cuerpo, aquel mástil endurecido como una piedra me asustaba. Seguí mirando
hasta atormentarme enmudecido en una
espiral de pensamientos enajenados que terminaban en el epicentro de la
vergüenza.
Aquella noche mi padre entró en casa borracho.
Discutió con mi madre y desde el rincón de mi habitación, recogido sobre mi
mismo, escuché como tiró a mi madre a la cama y como entre intensos alaridos y
gritos que suplicaban basta la forzó hasta lesionarla. Entendí lo que la estaba
haciendo y pensé horrorizado, recordando mi experiencia, en el tamaño de su
miembro golpeándola y torturándola sin freno ni descanso hasta dañarla.
Aquel fue el segundo rayo que marcaría mi
infancia.
-
Mira lo
que he encontrado, vas a flipar.
-
No lo
creo, nunca cuentas nada interesante- Contesté a mi amigo sabiendo que nada
podía sorprenderme.
-
Esto sí
te lo digo de veras, ya verás. Pero te lo enseño si me prometes no contárselo a
nadie.
-
Como
quieras, total, mal no me puede hacer...
Mi amigo sacó el móvil, a
mi no me dejaban tener uno.
-
Es
alucinante y la mar de excitante, en serio, no hay nada más excitante que esto
Me
mostró una página de internet llena de culos y enormes tetas y pensé que quizás
mi amigo por una vez en su vida tendría razón, por fin me enseñaría algo
divertido, pero no fue así. En el preciso instante en que me mostró el video y
contemplé aquella enorme cobra desgarrando el virginal coño ensangrentado de su
presa, me horroricé. Era el puro salvajismo que tanto adulaba mi padre y que mi
madre tanto criticaba.
Aparté
la vista y contemplé el sádico rostro de mi amigo que disfrutaba admirando cada
embestida, penetrándola hasta el fondo en sus turbios pensamientos y sonriendo
con cada intenso gemido martilleante que recordaban a los de mi pobre mamá. No
percibía de ninguna manera el erotismo pero sí sentía la violencia y su brutal
machismo. Todo estaba orientado para satisfacer al hombre y nunca a la mujer.
Sus culos y operadas tetas, sus alocadas posturas, sus cortas faldas y
apretados escotes, cómo una polla de aquel tamaño y grosor golpeando como una
porra podía dar placer.
Por dios
si hasta había oído rumores de un libro donde un hombre agredía sexualmente a
una mujer y era todo un éxito mundial. Estábamos entregados a lo más animal que
eran nuestras pollas y eso nos degradaba como especie.
Quizás
estuviese traumatizado, no lo niego. Era más que probable que fuese así y lo
asumo. Pero no consentiría que el temor me frenara. Sabía que debía ser un
hombre. Pero era inútil reprimir quien era, un blando niño asustadizo por culpa
de una descomunal lanza que todos envidiarían. Solo que yo no era como los
demás, era frágil y sensible y nunca podría ser un macho. Pero aún estaba a tiempo
de enfrentarme a mi temor como un auténtico hombre.
Así fue
como cayó sobre mí el último rayo, solo que esta vez fue un rayo de esperanza.
Cogí la
afilada navaja de afeitar de mi padre y me corté el rabo. Primero el dolor, un
terrible y agudo dolor, después un horrible grito de triunfo y por último el
orgasmo. Un manantial de rojo placer e inmenso alivio al comprender que era por
fin libre. Libre de despreocuparme del vulgar sexo y la patética necesidad de
follar como un animal deshumanizado. Al fin podía vivir solamente para mí. Mi
triunfo era más supremo que el colosal monumento que me había encaramado dios y
mi gloría, sería la profunda huella que con mi voluntad había comenzado a
marcar a la humanidad.
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