Escribo la tristeza de un desierto,
el odio de una hoguera,
la piel gélida y pálida de un muerto.
Lloro tu ausencia, río tu ausencia, vomito toda mi
existencia.
La soledad se siente preñada de materia
y no queda compañía en este vacío infierno.
Lo invisible sólo es bello si es inalcanzable
y tu belleza se transforma en un ideal constante.
Busco ser práctico entrando en mi enjambre
de aguijones en mi conciencia de alambre
con espinas que son sudor y sangre.
Muero en cada telón que entre nosotros se cierra,
en todos esos sentimientos que nunca fueron alcohol,
pero sí lágrimas manchadas de tierra;
donde entierro el rostro de mi vergüenza,
porque no sé ahogarme más que en tu ausencia.
Te perdí y no me atrevo a buscarte,
tengo miedo de encontrarte y por última vez abrazarte.
Abrazo que es felicidad e ilusión etérea,
tu corazón me nutre, el mío sólo alimenta mi hambre.
Vivo triste y angustiado en cada presente,
sin fuerza para dar el salto en el tiempo y volver a verte.
La luz se hizo estrella pues sufre la envidia y el deseo de
alcanzar tu belleza
y yo aquí sigo sin la luz, reo de este cielo con demasiadas
estrellas,
sin ninguna que me de calor o me deje como tú su huella.
Escribo palabras que bordean el universo
trazando el contorno que deja tu ausencia.
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