Echo de menos tantos recuerdos extraviados
que me
desvío de la senda verdadera;
sin discernir
qué decisión es menos extranjera
en esta
piel de tristes retazos de simpleza.
Vago por
el horizonte de los corsarios
como una
soledad que florece descompuesta.
Escribir
es dar de beber al duende
el mismo
ser que se arrojó de un puente.
Soy nada
menos que una estrella sin esperanza
un
agujero negro que rutila densidad cada mañana.
Y doy de
beber al duende como cada poeta siempre,
dono mi
ser sin ser ausencia de su suerte.
Cántame
oh oblicuo concupiscente
que confunde
lo inicuo con lo presente,
cántame
y funde tus dudas a lo existente.
Soy luz que
contempla destellos que se derriten en unos ojos de nieve.
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