No sé en
qué fecha me concediste la felicidad,
pero sí
recuerdo el instante tal como se atesora la eternidad.
No sé
por qué nos enamoramos como una sola beldad,
tan sólo
retrato retazos de lo prohibido,
sensaciones
que son néctar en mi corazón herido,
pasiones
desenfrenadas en un amoroso río
donde tus
ojos deslumbran erotismo y cariño.
No sé si
nada es verdad,
si entre
ambos todo estaba permitido
durante aquel
eclipse de exceso sentido.
Tan sólo
lloro a ratos el frágil cristal de mi alma,
me deshago
en pedazos de arena y olvido,
en el
recuerdo de una misteriosa aura
que incendió
mi corazón como una llama
prendada
de calor y alma.
Soy un
amargo color desengañado,
plasmado
en un poema… que muy pronto será olvidado…
Pero
aquí permanezco por tu ser prendado,
por todos
tus secretos que una vez conocí
y que
ahora son sólo arena en un horizonte inalcanzable;
me ahogo
en el océano,
nací
llorando… moriré a nado.